Comentando
con mis alumnos el poema A un olmo seco, de Antonio Machado (Sevilla, 1875 –
Colliure, 1939), me vino a la memoria Desolació, del poeta mallorquín Joan
Alcover (Palma, 1854 -1926). Ambos poetas toman el motivo del árbol para
expresar a través de él su sentir en una dolorosa situación personal que les
afectaba en lo más hondo de su alma.
Hay
símbolos que son universales, que pertenecen al bagaje mental, emocional y
cognitivo del ser humano de cualquier época y cultura, y que forman parte de
eso que se suele denominar el inconsciente colectivo. El árbol es uno de ellos.
Su simbólica es extraordinariamente rica y diversa, tal como se expone en el
Diccionario de los símbolos de Jean Chevalier y Alain Gheerbrant. Este apunte
que hoy os dejo aquí intenta recoger tan solo un ejemplo de los valores
expresivos y simbólicos del motivo del árbol.
Antonio
Machado y Joan Alcover fueron coetáneos. Ambos, hombres de vasta cultura, ambos,
figuras destacadas en la sociedad de su tiempo. Aunque su entorno social y
cultural fue muy distinto, sin duda la influencia del Simbolismo sobre sus
obras fue poderosa. Una muestra de ello son estos dos bellos y emotivos poemas,
compuestos los dos a raíz de sendas tragedias personales.
A un olmo seco pertenece al grupo de poemas incluidos en la edición de Campos de Castilla de 1917. Este en concreto forma parte del ciclo de Leonor, en el cual el poeta vierte la dura vivencia de la enfermedad y muerte de su joven esposa. Machado compuso el poema en 1912, cuando Leonor se encontraba ya gravemente enferma y acabaría falleciendo poco después. Del olmo seco, un árbol que parece ya sin vida y su madera a punto de ser aprovechada para diversos menesteres o de ser pasto de las llamas, brota con la lluvia de abril, como un milagro, una rama verde.
Al olmo viejo, hendido por el rayo
y en su mitad podrido,
con las lluvias de abril y el sol de mayo
algunas hojas verdes le han salido.
¡El olmo centenario en la colina
que lame el Duero! Un musgo amarillento
le mancha la corteza blanquecina
al tronco carcomido y polvoriento.
No será, cual los álamos cantores
que guardan el camino y la ribera,
habitado de pardos ruiseñores.
Ejército de hormigas en hilera
va trepando por él, y en sus entrañas
urden sus telas grises las arañas.
con su hacha el leñador, y el carpintero
te convierta en melena de campana,
lanza de carro o yugo de carreta;
antes que rojo en el hogar, mañana,
ardas en alguna mísera caseta,
al borde de un camino;
antes que te descuaje un torbellino
y tronche el soplo de las sierras blancas;
antes que el río hasta la mar te empuje
por valles y barrancas,
olmo, quiero anotar en mi cartera
la gracia de tu rama verdecida.
Mi corazón espera
también, hacia la luz y hacia la vida,
otro milagro de la primavera.
Jo só l'esqueix d'un arbre, esponerós ahir,
que als segadors feia ombra a l'hora de la sesta;
mes branques una a una va rompre la tempesta,
i el llamp fins a la terra ma soca mig-partí.
Brots de migrades fulles coronen el bocí
obert i sens entranyes que de la soca resta;
cremar he vist ma llenya; com fumerol de fesa,
al cel he vist anar-se'n la millor part de mi.
I l'amargor de viure xucla ma rel esclava,
i sent brostar les fulles i sent pujar la saba,
i m'aida a esperar l'hora de caure un sol de conhort.
Cada ferida mostra la pèrdua d'una branca:
sens jo, res parlaria de la meitat que em manca;
jo visc sols per plànyer lo que de mi s'és mort.
En
estos dos poemas quedan recogidas dos de las múltiples interpretaciones de este
tema simbólico: el árbol como símbolo de vida y de regeneración y el árbol como símbolo del ser humano.
La
primera de ellas, en A un olmo seco, el árbol como símbolo de la vida en
perpetua evolución, referida al carácter cíclico de la evolución cósmica que
comprende la muerte y la regeneración, cargada de sentido dinámico, se refleja
claramente, en mi opinión, en la primera estrofa del poema y en el final, que
alude a la esperanza que brota del corazón del poeta ante la visión de esa
milagrosa rama verde, que ha brotado por efecto de la lluvia primaveral.
y en su mitad podrido,
con las lluvias de abril y el sol de mayo
algunas hojas verdes le han salido.
[…]
Mi corazón espera
también, hacia la luz y hacia la vida,
otro milagro de la primavera.
En
cuanto al árbol como símbolo del ser humano, en Desolació Joan Alcover se ve a
sí mismo como un árbol que un día fue frondoso y del que solo queda ahora el
tronco vacío, desnudo y maltratado, con las ramas arrancadas, del que apenas
queda rastro de su pasado esplendor.
Cada ferida mostra la pèrdua d'una branca:
sens jo, res parlaria de la meitat que em manca;
jo visc sols per plànyer lo que de mi s'és mort.
Un
símbolo alude siempre a otra realidad con la cual existe una correspondencia.
Una realidad que percibimos de forma intuitiva y global, pues apunta directamente
a la psique. Ello no impide un análisis desde la lógica. En cualquier caso, la
racionalidad y el conocimiento de la anécdota biográfica constituyen una ayuda
importante, pero no indispensable para que el símbolo adquiera sentido y
significado. A un olmo seco y Desolació son dos bellos poemas que poseen un
sentido por sí mismos, aunque lo ignoráramos todo de sus autores. Son
creaciones literarias que trascienden lo biográfico para quedar fijadas en lo
intemporal humano.