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miércoles, 24 de junio de 2015

La mañana de San Juan en el Romancero: La misa de amor

Para la mañana de San Juan,  que es siempre maravillosa y encantadora, copio aquí este delicioso romance viejo, simpático y gracioso, que relata la entrada en la iglesia de una joven bien vestida y de tal belleza que el celebrante de la misa y el cantor se despistan y ya no saben ni lo que dicen al verla. El motivo de la dama de belleza tan deslumbrante que es capaz de alterar la ceremonia religiosa aparece en diversas baladas europeas y entre los romances que se han conservado entre los judíos de Oriente.

LA MISA DE AMOR

Mañanita de San Juan,
mañanita de primor,
cuando damas y galanes
van a oír misa mayor.
Allá va la mi señora,
entre todas la mejor;
viste saya sobre saya,
mantellín de tornasol,
camisa con oro y perlas
bordada en el cabezón.
En la su boca muy linda
lleva un poco de dulzor;
en la su cara tan blanca,
un poquito de arrebol,
y en los sus ojuelos garzos
lleva un poco de alcohol;
así entraba por la iglesia
relumbrando como el sol.
Las damas mueren de envidia,
y los galanes de amor.
El que cantaba en el coro,
en el credo se perdió;
el abad que dice misa,
ha trocado la lición;
monacillos que le ayudan,
no aciertan responder, non,
por decir amén, amén,
decían amor, amor.

Este romance aparece en la obra de Ramón Menéndez Pidal Flor nueva de romances viejos. Existen en España diferentes versiones de este poema, como suele ser propio de los textos literarios de transmisión oral. Algunas no hacen ninguna referencia a la mañana de San Juan, como, por ejemplo, el titulado La bella en misa, recogido en la obra titulada Romancero, de la editorial Crítica, en la edición de Paloma Díaz-Mas, que tiene un comienzo distinto, pues comienza así:

En Sevilla está una ermita   cual dicen de San Simón
Adonde todas las damas    iban a hacer oración:
Allá va la mi señora,     sobre todas la mejor.

Y sigue después igual que en el de la edición de Menéndez Pidal.


¡Que disfrutéis con su lectura!

martes, 23 de junio de 2015

La fiesta de San Juan en Ciutadella vista por Josep Pla

La víspera de San Juan, la noche de San Juan, es la puerta de entrada al verano. Es la noche mágica del triunfo del día sobre la noche, de la luz sobre la oscuridad. Es la noche de fiesta por excelencia en Menorca. La fiesta de San Juan en Ciutadella es el emblema y modelo para cualquiera de las demás fiestas veraniegas de la isla. Fiesta ancestral, tradicional, llena de rituales que se mantienen hoy religiosamente, a pesar de la masificación que se sufre año tras año en la población debido a la celebridad y a la difusión de que es objeto.


Hoy saco a relucir un texto de Josep Pla, autor de una de las primeras guías turísticas de las Islas Baleares –tal vez la primera- que se publicaron durante la posguerra. Se trata del libro Mallorca, Menorca e Ibiza, ilustrado con fotografías de F. Catalá Roca, publicado por Ediciones Destino, Barcelona en 1950 y reeditado en 1962, en la colección Guías de España

Tengamos en cuenta en primer lugar el contexto: la posguerra española; marginación cuando no prohibición del catalán; Josep Pla, autor, según tengo entendido, bien valorado por el régimen franquista. Así, pues, no debe extrañarnos que una obra de estas características, de 633 páginas, encuadernada en tela con sobrecubierta, ampliamente ilustrada con fotografías y unos mapas de las islas absolutamente inverosímiles, maravillosamente naïf, que sin duda debió de tener amplia difusión, se escribiera y publicara en castellano –aun siendo el catalán la lengua de las Baleares- y con el nombre del autor también castellanizado: José Pla.

Reproduzco a continuación el texto de Pla sobre la fiesta de San Juan en Ciutadella, pues describe de forma modélica y precisa la organización, actividades, protocolos y ritos que se mantienen hoy en día tal cual.

“Una de las efemérides anuales más curiosas de Ciudadela encaja perfectamente dentro de su carácter de ciudad tradicional. Me refiero a sus célebres fiestas de San Juan, que se introdujeron, según los historiadores locales, en época muy antigua, y cuyo carácter, al parecer, dimana de las justas y torneos que en los tiempos medievales estaban tan en boga en casi todos los países de Europa. Las fiestas tienen tres momentos: el Diumenge d’es Be, que se celebra el domingo anterior a San Juan; la víspera de dicho día y el de San Juan mismo. Los festejos los hace una cofradía inmemorial: la Junta de Cajeros de la Cofradía de San Juan, en la cual están representados los antiguos estamentos de la ciudad: el caixer senyor, que ha de ser un aristócrata de la nobleza ciudadelana, el caixer fadrí, el caixer menestral, los dos caixers pagesos y el caixer capellà o capellana, representante del clero.

El Día d’es Be es el de la invitación a la fiesta. Se forma una comitiva, precedida por un hombre cubierto con dos pieles, desnudos los pies y brazos, que van señalados con cruces encarnadas, con una especie de visera en la frente, en la que va bordado un Agnus Dei, y llevando a  cuestas un cordero vivo y muy adornado. Le siguen el pregonero, tocando el tamboril y el caramillo, el caixer fadrí, con una bandera con la cruz de Malta, el caixer menestral y los dos caixers pagesos, con dos bandejas de plata, cerrando la marcha el caixer senyor y la capellana, es decir, la aristocarcia y el clero. La comitiva visita las autoridades, propietarios y colonos del término, invitándolos a las fiestas.

A esta comitiva inicial se van sumando en la víspera de San Juan los cavallers, formándose entonces una gran cabalgata con muchos caballos y payeses montados en ellos. En la cabalgata toman parte los mejores caballos del país, ricamente enjaezados, montados por jóvenes y robustos payeses vestidos con calzón corto, una especie de levita y sombrero de puntas. El tocador de caramillo abre la marcha, montado en una borrica. Sigue luego la comitiva de la Junta dels Caixers ya descrita, cerrada por el caixer senyor y la capellana, que es un sacerdote vestido de caballero, pero con vestiduras negras, alzacuello y una capita. En otro tiempo, para que se comprenda la calidad y rudeza de la fiesta, hay que decirlo –era portador de los Santos Óleos. Cuando los ciudadelanos ven pasar la somereta del flabioler y escuchan el instrumento, el júbilo y el alborozo se desbordan por doquier.

La víspera de San Juan llega la cabalgata al Borne ante el inmenso gentío reunido en el lugar. El golpe de vista es magnífico. De pronto se hace un gran silencio, del cual emergen, en un momento determiando, los sones furiosamente metálicos  de una banda de instrumetnos de viento. Por los músculos de los caballos pasa entonces como una corriente eléctrica. De la muchedumbre reunida se levanta una vociferación , un griterío espantoso, frenético. Y entonces los caballos, aun los más alejados de la música y la explosión de gritos, empiezan a moverse, a saltar, a caracolear sobre sí mismos, a levantarse, como centauros, sobre sus patas traseras y en un instante se produce una indescriptible confusión. Los jinetes pueden apenas guardar la línea de la cabalgata, y el espectáculo de ver cuarenta o cincuenta caballos corriendo o saltando desaforadamente por la plaza azuzados por el delirio de la muchedumbre es realmente magnífico.

La cabalgata da en el Borne las tres vueltas que constituyen el caragol, y después se dirige al oratorio llamado Sant Joan de Missa, a pocos quilómetros de la ciudad, donde se cantan completas y se entrega a cada jinete una caña verde. A su regreso a la población, tras las corregudes a sa plaça, repite varias veces es caragol, pero no en el Borne, sino en el punto más céntrico de la ciudad y en los alrededores del convento de las clarisas. Jinetes y caballos penetran en las casas –fan entra- , solicitados por la gente moza que las llena y que hace ane cada caballo un derroche de agilidad, atrevimiento y buen humor.

El día de San Juan transcurre entre repetidos caragols y la missa dels caixers, que se celebra al mediodía en la Catedral, para llegar a la culminación de la fiesta por la tarde en Es Pla o paseo de San Juan.En un estrado levantado exprofeso, preside el Ayuntamiento, y el pueblo todo congregado en el coso y en los miradores escalonados de los huertos que, cual tribunas y graderíos de un anfiteatro, rodean Es Pla, sigue con interés, que se manifiesa con un continuo griterío, la suerte y desarrollo de los diversos juegos. Estos consisten principalmente en córrer s’ensortilla (ensartar con una pica, y llevando el caballo al galope una sortija pendiente ebn medio del coso), córrer carotes (romper a golpes de alcancías o a puñetazos unos escudos de madera con caras g rotescas, corriendo uno al lado del otro el jinete que sostiene el escudo y el que lo golpea), y finalmente, córrer abraçats (abrazarse y besarse dos jinetes sin dejar de galopar). 


Estas hazañas constituyen un digno final de las fiestas de San Juan: el pueblo, tan enraizado con esta festividad, reclama todavía la presencia de los caballeros, en las calles porticadas de la ciudad, para repetir las corregudes y caracolear hasta avanzada la noche”. (páginas 440 a 444)


domingo, 21 de junio de 2015

La Fageda d'en Jordà

Hace dos semanas fui con mi familia y unos amigos a La Fageda d’en Jordà, en el Parc Natural de la Zona Volcànica de la Garrotxa, en la provincia de Girona. Una excursión magnífica por un recorrido fácil y bien indicado. Era un sábado en que el sol de junio caía a plomo y sin embargo anduvimos siempre a la sombra del magnífico hayedo, cuya tranquila belleza elogió el poeta catalán Joan Maragall (1860-1911) en unos versos que recoge una placa conmemorativa junto al monolito que se encuentra en la entrada del parque.

Saps on és la fageda d'en Jordà?
Si vas pels volts d'Olot, amunt del pla,
trobaràs un indret verd i pregon
com mai més n'hagis trobat al món:
un verd com d'aigua endins, pregon i clar;
el verd de la fageda d'en Jordà.
El caminant, quan entra en aquest lloc,
comença a caminar-hi poc a poc;
compta els seus passos en la gran quietud
s'atura, i no sent res, i està perdut.
Li agafa un dolç oblit de tot el món
en el silenci d'aquell lloc pregon,
i no pensa en sortir o hi pensa en va:
és pres de la fageda d'en Jordà,
presoner del silenci i la verdor.
Oh companyia! Oh deslliurant presó!

Al entrar en el hayedo te envuelven el verdor y la paz. El caminante se siente entonces en un espacio mágico donde crecen los helechos y las hiedras trepan firmes por los altos troncos de las hayas. El suelo alfombrado de hojas caídas conforma un bello manto vegetal, protegido en muchas zonas a lo largo del camino para una más eficaz regeneración. El color terroso de las hojas secas contrasta con el verdor matizado y oscuro del musgo que crece fuerte y aterciopelado sobre las piedras volcánicas del camino.


Las raíces de los árboles sobresalen vigorosamente dibujando un suelo lleno de protuberancias y de fantásticas formas retorcidas que parecen tener una vida independiente de los árboles.  Multitud de plantas silvestres crecen en el hayedo, animando el camino con  sorpresas como unas preciosas y tiernas fresas salvajes.¡ De lo más bonito!



Uno cree hallarse en un mundo de cuento, de esos cuentos leídos en la infancia donde en bosques como este puede ocurrir cualquier cosa fuera de lo común. Esas imágenes  prenden en la imaginación de los niños de forma tal que jamás se olvidan y si uno ya de adulto puede disfrutar del privilegio de visitar un espacio natural como este, siente que la magia y la belleza del mundo de la fantasía tienen su razón de ser porque son parte de la realidad.





Aquí está la foto de un plano que se puede conseguir en la entrada del parque, donde se pueden dejar los coches con total comodidad. Además, entre los árboles, cerca de las taquillas y aseos hay una serie de mesas y bancos de picnic en un ambiente fresco y tranquilo de lo más agradable.


Como comentario final, para quien no sea conocedor de la zona, ¡ojo con lo que indica el GPS del coche! Es posible que por su cuenta y riesgo decida que la excursión debe durar un poco más. Pero tampoco pasa nada, pues el paisaje de la zona es divino y merece la pena.

sábado, 13 de junio de 2015

Emili Teixidor: La lectura i la vida

He leído y releído este precioso ensayo del escritor catalán Emili Teixidor, publicado en 2007. Lleva el subtítulo de “Com incitar els nens i els adolescents a la lectura: una guía per a pares i mestres”, pero en realidad es la expresión del fervor por la buena literatura y un apunte verdaderamente interesante acerca de cómo incitar a lectura a los niños y jóvenes. Lo descubrí en la Biblioteca Pública de Maó en una sección temporal dedicada a libros que tratan de libros.

La lectura i la vida consta de diez capítulos que fueron publicados de forma independiente o fueron en su momento conferencias del autor en diversos lugares. Estos textos tienen un tema común: la importancia de guiar adecuadamente a los jóvenes lectores hacia la lectura de los clásicos, de la buena literatura, de los libros bien escrito. ”Adecuadamente” significa sin imposiciones academicistas o políticamente correctas, lo que acaba ahuyentando de forma lamentable a los potenciales lectores.

En este sentido, Emili Teixidor nos hace muchas y muy interesantes propuestas, de fácil aplicación por parte de los profesores y de los padres. A mí me pilla un poco tarde, pues mis hijos son  muy mayores y como profesora me queda ya bien poquito, aunque sin duda algo aprovecharé. Pero no importa, porque este libro es un verdadero tesoro de reflexiones sobre el valor de los clásicos y de la estrecha relación entre la lectura y la vida, además de comentarios sugerentes sobre autores y obras.

Todo amante de la literatura disfrutará con este libro, aunque no sea padre ni profesor. Es además una obra que requiere relecturas, no por difícil o complicada, sino porque tira del lector que lo ha saboreado una vez para decirle algo nuevo en cada ocasión o para mostrarle detalles, frases o temas que de entrada pasaron tal vez desapercibidos.

Emili Teixidor cierra su libro con un capítulo  extra titulado “La “biblioteca ideal””, en el cual nos ofrece una relación de 70 obras elegidas por cien críticos convocados por la Fundación Gemán Sánchez Ruipérez en Madrid. Son libros destinados a niños y jóvenes, pero no solo a ellos, sino también al  lector de mente y gustos abiertos. La buena literatura, como el amor, no tiene edad.