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jueves, 29 de marzo de 2012

Irène Némirovsky: El maestro de almas

El maestro de almas se publicó como novela por entregas a partir del 18 de mayo de 1939 en el semanario  parisino Gringoire. La edición española publicada por la editorial Salamandra va seguida de un epílogo titulado “La condenación del doctor Asfar”de Olivier Philipponnst y Patrick Lienhardt, autores de una biografía de Irène Némirovsky.

La acción se inicia en Niza en 1920. El doctor Dario Asfar, originario de Crimea, se encuentra sumido en la pobreza y desesperado ante  la falta de recursos económicos con que mantener a su esposa y a su hijo Daniel recién nacido. Acude ansioso en busca de algún préstamo, pero ve como se le cierran todas las puertas. Acuciado por la necesidad y las deudas, se aferra a cualquier oportunidad de tratar a algún paciente, aunque sea difícil cobrar las visitas. Su condición de emigrado levantino es una barrera que parece insalvable, pues despierta desconfianza. Consigue mantenerse gracias a pacientes ocasionales, hasta que un día conoce a Philippe Wardes, un hombre acomodado con transtornos de conducta. Empieza a tratarlo y a aplicar una teoría propia basada en el psicoanálisis.
Su vida da un giro y descubrimos poco a poco un Darío Asfar diferente, que se va alejando del joven médico que ansiaba hacerse una clientela que le permitiera vivir dignamente  a él y a su familia y poder formar parte así de la sociedad francesa en la que le resultaba tan difícil integrarse. Darío Asfar sacrifica una y otra vez su integridad personal y profesional en aras de la fama, el prestigio y el dinero que le proporciona una clientela necesitada de apoyo médico y psicológico y que se guía ante todo por la novedad y la moda. Se le conoce como “el maestro de almas”,  pues apacigua las almas atormentadas de sus pacientes. Se convierte en un hombre muy rico, con importantes relaciones sociales –nunca de verdadera amistad-, con caprichos caros y numerosas amantes. En suma, un tipo de vida que se sostiene sobre la impostura y la frivolidad y que requiere enormes sumas de dinero.
Darío Asfar se ha habituado a lo largo de los años a las relaciones interesadas y a fomentar la dependencia en sus pacientes. Le interesa que no puedan prescindir de él, que le necesiten, que crean que sólo él puede curarles, siempre a cambio de elevadísimos honorarios. En relación con Wardes le veremos actuar turbiamente, aliado con la esposa de este.
El maestro de almas admite diversas lecturas. La más inmediata y literal nos conduce a un argumento en el que se aprecia levemente la marca de la publicación por entregas: los saltos temporales requeridos por el desarrollo de la acción, algunos momentos de impactante dramatismo, los acusados contrastes entre algunos personajes, la avaricia, la falta de humanidad, la hipocresía y la doblez que repugnan… son, en mi opinión, algunos de los recursos encaminados a despertar en lector el deseo de seguir leyendo en la próxima entrega.
Entre los personajes, aparte del protagonista, destaca su esposa Clara, mujer bondadosa, siempre enamorada y entregada fielmente a su marido, con quien tiene una relación de amor y amistad compartida. Asfar tiene otras amantes, ella lo sabe y lo acepta por amor. Es sin duda la mujer más humana y más limpia moralmente de esta historia, con sus debilidades y su fortaleza. Silvie Wardes, primera esposa del hombre de negocios, es una mujer de quien Dario Asfar, y más tarde su hijo, se ha formado una imagen totalmente idealizada, pues es bella, honesta, educada, llena de cualidades que la alejan de lo puramente humano hecho de claroscuros y pasiones encontradas. En cuanto a Daniel, hijo del doctor Asfar, es un joven puro e inocente, que ha sido criado en la riqueza pero también en la bondad. Nunca se ha sentido unido a su padre, y a medida que le va descubriendo se va decepcionando y alejando de él.
Wardes, la generala, Elinor, quien se convertirá en la segunda esposa de Wardes, son algunos de los personajes que contrastan con los anteriores. Son seres faltos de escrúpulos, interesados, cuya moral es el dinero a cualquier precio y a costa de cualquiera. Wardes, en particular, hombre desequilibrado, dominado por terrores, enfermo de miedo, de burdo carácter, es el contrapunto de Dario Asfar, que le domina y le utiliza para enriquecerse.
Varios temas se entrecruzan en El maestro de almas. La emigración o el exilio, asunto sobre el que Némirovsky vuelve repetidamente en algunas de sus obras, pues ella misma fue una exiliada; el rechazo al levantino, el antisemitismo, que Darío Asfar sufre durante toda su vida sin que la riqueza le exima de esta carga insoportable, eran cuestiones candentes en Francia en el período de entreguerras. En este sentido, los comentarios de los autores del epílogo destacan el hecho de que existía en buena parte de Europa un caldo de cultivo que propició el antisemitismo nazi y del que fue víctima la autora de la novela.
El maestro de almas vende la suya a cambio de riqueza y de ascenso social, aunque nunca estará a salvo del rechazo soterrado por parte de la buena sociedad francesa con la que se relaciona. Pasa de ser un médico a ser un charlatán, pues así le califican quienes a sus espaldas le critican. Es un hombre dividido: en su casa, el marido atento y cariñoso, fuera, un hombre entregado a una vida superficial e inauténtica y a turbios manejos para seguir consiguiendo el dinero que necesita para mantener su supuesto prestigio y su tren de vida.
Novela intersante, que se lee rápidamente. Como otras de la misma autora, refleja el dominio del diálogo, de la caracterización precisa de los personajes y de las situaciones. Es también una pequeña lección de historia, de esa que no figura en los manuales, pues si toda novela es un reflejo estilizado de la realidad, El maestro de almas emociona e ilustra sobre la sociedad francesa de entreguerras y la problemática vivida por quienes entraban en el país en busca de una vida más segura o más digna.

lunes, 26 de marzo de 2012

El encanto del libro usado

La semana pasada me fui a una de las tiendas de Cáritas. Ya sabéis que en ellas se vende lo que la gente deposita porque le sobra o porque desea cambiar. Buscando un poco pueden encontrarse algunos tesoros: muebles, ropa y todo tipo de objetos, que a muy buen precio y con un poco de imaginación, vuelven a lucir y a tener una segunda o una enésima vida. Esta vez me fui al departamento de libros. ¡Allí hay de todo! Y precisamente por eso me topé con tres obras que me apeteció leer nada más verlas.
Al precio de 1€ cada uno, me llevé Relatos de los mares del sur, de Jack London, Pantaleón y las visitadoras,  de Vargas Llosa, en la segunda edición de Seix Barral, de 1973, y una obra de Soledad Puértolas titulada Con mi madre. ¿Qué decir de la relación calidad-precio? En total, por tres obras literarias que merecen la pena, tres euros.
En otra ocasión, hace unos dos años, en otra tienda de Cáritas,  compré dos libros que fueron un hallazgo. No recuerdo el precio, pero sí que eran baratísimos: Vidas de grandes artistas, de Giorgio Vasari, editado por Aguilar en la Colección Crisol (1964), y Robinson Crusoe de Daniel Defoe, también de la editorial Aguilar (1976). Dos pequeños libros con una encuadernación preciosa, que coloqué en un lugar especial con otros libros antiguos.
La adquisición de libros de segunda mano fuera de las librerías de Internet tiene su encanto. Puedes tocarlos, hojearlos, apreciar la belleza de la encuadernación o de las ilustraciones. Incluso pequeñas manchas o desperfectos que revelan el paso del tiempo dotan al libro de una extraña magia  de la que carecen los nuevos.
Antiguamente había en Mahón tiendas donde se intercambiaban libros y tebeos y se vendían libros de segunda mano. Hace mucho que desaparecieron. Lo único que nos queda son las tiendas de Cáritas, donde a precios irrisorios de puro simbólicos pueden adquirirse todo tipo de novelas y algún libro un poco especial, si la suerte acompaña. Todo depende de los gustos del posible lector. Lo que a unos cansa o aburre puede interesar a otros. Cada libro tiene su momento y su lector. Comprar libros usados es una estupenda opción, pues se le da al libro una segunda oportunidad, se le da vida otra vez cuando su dueño ya lo había relegado al rincón de los trastos inútiles, y además cuesta poco dinero.

Por otra parte, los libros son muy decorativos. Antiguos o modernos, son bellos objetos que decoran cualquier rincón, que dotan a los muebles en que se apoyan de una belleza y un encanto muy especiales. Los libros usados y los libros antiguos transmiten una seria calidez que invita a abrirlos y a sorprenderse con ellos. Los amantes de los libros sucumbimos siempre a la  extraña fascinación que producen. Se trata de algo que va más allá del contenido. Una portada antigua, una ilustración muy de época...  cualquier detalle puede ser valioso para quien ama tanto la lectura y el libro, que "nuevo" no significa "mejor".



sábado, 17 de marzo de 2012

Paul Auster: Diario de invierno


En Diario de invierno, la última obra de Paul Auster, se funden el hombre y el escritor en un texto magnífico, que tiene la hondura propia de un diario íntimo y la amenidad y la tensión narrativa a las que nos tiene acostumbrados en sus novelas.
Diario de invierno se estructura sin un orden cronológico determinado, pues se van alternando momentos que pertenecen a muy diversas etapas de su vida. Las primeras y las últimas secuencias cierran una estructura circular marcada por la metáfora del invierno y por la conciencia de ser un cuerpo sometido irremisiblemente a los efectos del paso del tiempo. Solo la sensorialidad es garantía y certeza absoluta de vida.
Quizá sea mejor que de momento dejes tus historias a un lado y trates de indagar lo que ha sido vivir en el interior de este cuerpo desde el primer día que recuerdas estar vivo hasta hoy. Un catálogo de datos sensoriales. Lo que cabría denominar fenomenología de la respiración.”[…]
[…] “Placeres físicos y dolores físicos. Placeres sexuales antes que nada, pero también el placer de la comida y la bebida, el de reposar desnudo en un baño caliente, de rascarse un picor, de estornudar y peerse, de quedarse una hora más en la cama, de volver la cara hacia el sol en una templada tarde a finales de primavera o principios de verano y sentir el calor que se difunde por la piel.”
Nada más abrir el libro se produce el encuentro con la voz narrativa en segunda persona, ese punto de vista que rehúye la excesiva personalización del yo en una especie de desdoblamiento propio del diálogo interior. Y ciertamente es un diálogo del escritor consigo mismo, con ese tú que propicia el acercamiento al lector. En la primera secuencia Paul Auster declara esa pertenencia al común de la gente, ese verse un hombre como los demás:
“Piensas que nunca te va a pasar, imposible que te suceda a ti, que eres la única persona del mundo a quien jamás ocurrirán esas cosas, y entonces, una por una, empiezan a pasarte todas, igual, igual que le suceden a cualquier otro.”
A pesar de que el autor titula el libro Diario de invierno, esa obra no pertenece propiamente al género literario del diario íntimo, en el que se recogen pensamientos, hechos, comentarios que reflejan el día a día de una persona en un orden cronológico lineal. Yo lo veo más en la línea de la confesión, género literario que comienza con las Confesiones de San Agustín. Desde entonces hay obras, como la de Paul Auster, que son vidas literarias, pues más que relatarse se recrean gracias a la literatura, de modo que la propia vida del autor entra en el territorio de la ficción narrativa, sin que ello suponga falseamiento o invención.
Sin duda que las 243 páginas de Diario de invierno contienen una rigurosa y meditada selección del enorme cúmulo de hechos y situaciones vividas por su autor a lo largo de sus sesenta y cuatro años de vida. Los recuerdos de su infancia, adolescencia, juventud y madurez, sus padres, el sexo, el amor, sus dos matrimonios, sus dos hijos, sus incontables cambios de domicilio, sus viajes por el mundo, sus amigos, algunos encuentros especiales, sus libros… todo ello desfila por esta obra que se lee como si fuera muchas obras a la vez. Anécdotas y reflexiones van a la par, con el mismo estilo personalísimo de sus novelas, aderezadas de vez en cuando con cosas que ya hemos vivido leyendo sus ficciones, como cuando nos cuenta una película, igual que en El libro de las ilusiones, o cuando nos habla de su perro y nos lleva a recordar la encantadora novela Tombuctú, protagonizada por un perro.
En una obra de carácter autobiográfico quizá sería esperable hallar muchas referencias al oficio de escribir, a la literatura, a las influencias literarias, a las propias obras. Nada de eso. El lector se encuentra con instantes de vida, hechos relevantes desde el punto de vista de la biografía sentimental y familiar del autor. Es como si toda su obra su hubiera nutrido de esos acontecimientos comunes de la vida de cualquier ser humano: ser parte de una familia, el colegio, el deporte, el divorcio de los padres, los amigos, las novias, el sexo, el trabajo… como un hombre cualquiera. Y sobre todo, el amor. La expresión del amor a su segunda esposa, Siri Hustvedt, y lo que ha representado en su vida el hecho de conocerla y estar aún enamorado de ella después de treinta años es uno de los temas que aparece y reaparece en el libro a través de textos muy hermosos. La evocación del pasado lejano o más reciente se va alternando con  reflexiones personales, de manera que el protagonismo recae en el oficio de vivir.
No creo que ningún lector asiduo de Paul Auster pase por alto este nuevo libro, ese inmenso placer que supone leerlo. Quien no conozca todavía a este escritor, puede empezar por aquí. Descubrirá a un gran narrador.

domingo, 11 de marzo de 2012

Irène Némirovsky: Suite francesa (I)

¿Es posible valorar una obra literaria prescindiendo de la biografía de la autora y de la situación en que esta se hallaba en el momento de escribirla? ¿Es posible considerar la obra en sí?
Me hago esta pregunta porque la publicación de Suite francesa estuvo irremisiblemente unida al conocimiento de la vida de Irène Némirovsky y de su desgraciado fin. El propio libro, publicado en España por Ediciones Salamandra contiene un prólogo en el cual Myriam Anassimov traza a grandes rasgos un perfil biográfico de la escritora, de las penalidades que sufrieron sus dos hijas después de perder a sus padres muy pequeñas aún, de la historia de la maleta que contenía el manuscrito de Suite francesa y de las circunstancias de la publicación de esta obra en Francia en 2004. Sigue después la novela; en tercer lugar los apéndices que contienen notas manuscritas de Irène Némirovsky y correspondencia fechada entre 1936 y 1945; y finalmente, los agradecimientos que dedica Denise Epstein, hija de la novelista, a diversas personas. Tanto el prólogo como la documentación que sigue a la novela resultan elementos valiosos para conocer la vida y las circunstancias de la muerte de Irène Némirovsky, detenida por los gendarmes franceses, deportada por los nazis a Auschwitz y asesinada allí el 17 de agosto de 1942. Su marido Michel Epstein fue también detenido y muerto en Auschwitz meses más tarde, después de desesperados e infructuosos esfuerzos y gestiones ante personas influyentes para salvar a su mujer.
En cuanto a las notas manuscritas de la autora, dos aspectos se nos revelan. Por una parte, nos permiten conocer el plan de la obra, que estaba concebida en varias partes -Suite francesa corresponde a las dos primeras-, el diseño de situaciones y personajes y el hecho de que Tolstói es en parte un modelo inspirador del enfoque que Némirovsky considera adecuado para su novela:
“2 de junio de 1942: no olvidar nunca que la guerra acabará y que toda la parte histórica palidecerá. Tratar de introducir el máximo de cosas, de debates… que puedan interesar a la gente en 1952 o 2052. Releer a Tolstoi. Inimitables las pinturas pero no históricas. Insistir en eso. Por ejemplo, en Dolce, los alemanes en el pueblo. En Cautividad*, la primera comunión de Jacqueline y la velada en casa de Arlette Corail.”
 Por otra,- y esto me parece una de las claves esenciales de la composición de la novela- esas notas, informales y rápidas, no muy estructuradas, manifiestan sin lugar a dudas la actitud personal de Irène Némirovsky ante la creación literaria:
“1 de julio de 1942. Se me ha ocurrido lo siguiente para Cautividad*: Unificar, simplificar constantemente el libro (en su totalidad) debe dar como resultado una lucha entre el destino individual y el destino común. No hay que tomar partido.
Mi partido: régimen burgués representado por Inglaterra, lamentablemente arruinado; al menos pide ser renovado, porque en el fondo es inmutable en lo esencial; pero seguramente no se recuperará antes de mi muerte; quedan, pues, presentes dos formas de socialismo. Ni la una ni la otra me vuelven loca, pero there are facts! Uno de ellos me rechaza, conque el otro… Pero eso es otra cuestión. En tanto que escritora, debo plantear correctamente el problema.”
 La composición de Suite francesa es contemporánea de los hechos narrados. Némirovsky escribe sobre lo que está sucediendo en la Francia ocupada de 1941. Ella misma, por su condición de rusa y de judía es una perseguida, pero  su honestidad y su rigor de auténtica novelista la apartan conscientemente de la denuncia fácil  y de cualquier melodrama. Debido al prólogo y a la documentación que acompañan la novela, la sombra de la autora planea sobre ella a lo largo de la lectura. No la tiñe con su tragedia personal, sino que ratifica a Irène Némirovsky como la gran escritora que ya demostró ser antes del estallido de la guerra y de la ocupación del país. Suite francesa es una narración que enaltece aún más el mérito literario y personal de su creadora. Estando en una situación límite en lo personal, se mantiene a distancia como narradora  y evita así convertir su obra en un texto de denuncia fruto de la inmediatez de los hechos ocurridos durante la ocupación de Francia por las tropas alemanas. 
Por si puede interesar, aquí está en enlace a la página oficial de la escritora, en francés y en inglés.
(*) Parte de la obra que no llegó a escribir
 Continuaré en la siguiente entrada. En ella me centraré en la novela. No me gusta alargarme excesivamente en las entradas del blog. No favorece la lectura en pantalla, se pierde visión de conjunto.

sábado, 10 de marzo de 2012

Irène Némirovsky: Suite francesa (II)


Suite francesa es una novela de protagonista colectivo. Discurren por ella muchos personajes, y aunque es cierto que unos acabarán teniendo más peso que otros, no es la historia de unos pocos, sino de una colectividad representada por los hombres, mujeres, niños y jóvenes que protagonizan los breves pero numerosos capítulos de la novela. Irène Némirovsky ofrece una panorámica de la sociedad francesa ante la ocupación del país por las tropas alemanas. Cuando empecé a leerla me recordó Manhattann Transfer (1925) de John Doss Passos. Ello no significa necesariamente que esta novela fuera el modelo o el referente literario en el que Némirovsky pudo inspirarse, porque no lo sé, pero ambos escritores optaron por un modelo narrativo muy parecido para un mismo objetivo: conceder protagonismo a la colectividad, ya fuera una ciudad o un país.
Irène Némirovsky había previsto una obra dividida en cinco partes, de las que solo pudo completar las dos que componen Suite francesa tal como nos ha llegado. La primera, titulada “Tempestad en junio” se centra en el éxodo de los parisinos ante la inminente entrada en la ciudad del ejército alemán; la segunda, “Dolce”, transcurre en Bussy, pequeño pueblo en el que se instalan los soldados alemanes.
En “Tempestad en junio” la gente huye de París atemorizada e incrédula a partes iguales. No todos los personajes reaccionan igual. La gente que se va, que abandona precipitadamente la ciudad y su casa, tiene que elegir qué se lleva de entre todo cuanto debe dejar. Por este trance pasan todos: ricos, clase media, pobres… Hay un fragmento que me parece especialmente hermoso acerca de lo que supone dejarlo todo atrás y tener que escoger entre lo importante y lo esencial:
No se veía una sola ventana iluminada. Empezaban a salir las estrellas, estrellas de primavera, con destellos plateados. París tenía su olor más dulce, un olor a castaños en flor y gasolina, con motas de polvo que crujen entre los dientes como granos de pimienta. En las sombras, el peligro se agrandaba. La angustia flotaba en el aire, en el silencio. Las personas más frías, las más tranquilas habitualmente, no podían evitar sentir aquel miedo sordo y cerval. Todo el mundo contemplaba su casa con el corazón encogido y se decía: “Mañana estará en ruinas, mañana ya no tendré nada. No le he hecho daño a nadie. Entonces, ¿por qué?” Luego, una ola de indiferencia inundaba las almas: “¿Y qué más da? ¡No son más que piedras y vigas, objetos inanimados! ¡Lo esencial es salvar la vida!” ¿Quién pensaba en las desgracias de la Patria? Ellos, los que se marchaban esa noche, no. El pánico anulaba todo lo que no fuera instinto, movimiento animal y trémulo del cuerpo. Coger lo más valioso que se tuviera en este mundo y luego… Y esa noche sólo lo que vivía, respiraba, lloraba, amaba, tenía valor. Raro era el que lamentaba la pérdida de sus bienes; la gente cogía en brazos a una mujer o un niño y se olvidaba de lo demás. Lo demás podía ser pasto de las llamas.”
Esa situación que los personajes difícilmente podían imaginar que llegarían a vivir les pone a prueba, les arranca cualquier máscara y les muestra tal como son. Irène Némirovsky nos traslada directamente a los escenarios donde se desarrollan las escenas vividas por quienes escapan de París en busca de un lugar seguro. Concisamente, con las palabras precisas, con unas pocas pinceladas descriptivas recrea un lugar, un ambiente, un carácter. Algunos personajes, como Gabriel Corte, tienen actitudes tan mezquinas que rozan el esperpento, otros son humanos y generosos, como los Michaud. Hay de todo entre ellos. La multitud lo ocupa todo: hoteles, restaurantes, tiendas, plazas, calles, viviendas particulares, el campo… Todos siguen el mismo camino a duras penas, trabajosamente cargados con los enseres que han logrado meter en los coches.  Esa situación no les libra de mostrarse como miembros de una u otra clase social, pues personajes como los Péricand o Corte tienen una perfecta y clara conciencia de pertenecer a una clase superior.
No hay en la novela juicios de valor, la narradora no juzga a sus personajes, simplemente los muestra en su conducta y en su forma de enfocar las situaciones. La narración, la descripción y el diálogo se combinan con el estilo indirecto libre para ofrecer una visión completa de cada personaje, que queda perfectamente definido. A medida que uno va leyendo, se ve que la visión de conjunto de la sociedad francesa ante la ocupación alemana viene dada precisamente por la suma de historias individuales.
La segunda parte, “Dolce”, muestra a los habitantes de Bussy, pequeño pueblo en una zona rural, que deben alojar en sus casas a los soldados alemanes. Como en la primera parte, la situación forzada en que se hallan –la obligación de convivir con el enemigo en sus propias casas- les revela a cada uno en su individualidad, muestra su temor, su rencor, sus ilusiones truncadas, sus fuerzas y sus debilidades, sus prejuicios, su bondad o su mezquindad. Los soldados alemanes, jóvenes la mayoría, no son mostrados como criminales diabólicos, sino como seres humanos educados y con sentimientos, que por su parte están también viviendo una experiencia que no habrían elegido, pues ellos también han tenido que dejar una familia y una vida en su país, y no saben si regresarán vivos de esta guerra.
Dolce” sirve entre otras cosas, a mi modo de ver, para tratar una de las cuestiones que se da en situaciones de guerra en las que hay convivencia o relación entre las partes enfrentadas: los lazos de amistad y de amor que en mayor o menor medida acaban formándose entre seres humanos que en principio son enemigos. Este es un tema que subyace bajo el entramado social que vibra en este pequeño pueblo: los campesinos, los propietarios acomodados, la pequeña nobleza rural… todos se conocen, se envidian o se temen, se vigilan mutuamente.
Un último tema deseo señalar en Suite francesa: la naturaleza como marco y contexto último para todos los seres vivos. En la primera parte Albert, un gatito urbano que debido a la huida de París de sus amos, que le han llevado con ellos, descubre y disfruta de la vida salvaje. En sus correrías nocturnas, al seguir sus instintos descubre una nueva fuerza, se reencuentra con su ser animal, abandona momentáneamente la vida protegida y sosa de gato doméstico. En el fondo, los demás personajes, al tener que abandonar sus cálidos hogares y la vida segura que habían tenido hasta entonces, siguen también una vida instintiva, la única que les permite sobrevivir o defenderse momentáneamente del caos que se ha producido con la invasión de Francia. En la segunda parte los seres humanos aparecen vinculados a la naturaleza y sus ciclos. La naturaleza les alimenta incluso en los peores momentos y sus ansias de vida o el desistimiento, el sentirse abandonado por las propias fuerzas, son como un reflujo del ir y venir de las estaciones. El duro y largo invierno parece que acaba con las fuerzas de Louise, un personaje de la segunda parte, pero al sentir la primera lluvia de primavera se abre un hueco para la esperanza cuando ya iba a dejarse morir.
La naturaleza, la sociedad y sobre este fondo las vidas humanas entretejidas.
De esta novela hay muchísimo que decir, cuanto más se reflexiona sobre ella y se releen fragmentos, más temas para el comentario van surgiendo. No puede ser tanta exhaustividad, el  blog es un género que impone sus límites y obliga a la selección y a la concisión. Así que he intentado ofrecer un apunte de cuanto me ha parecido más relevante, sabiendo que es solo un poco sobre una magnífica novela.

sábado, 3 de marzo de 2012

Poema del mes. Marzo. Eloy Sánchez Rosillo

Eloy Sánchez Rosillo es uno de mis poetas preferidos. Este poema que presento hoy me gusta especialmente. Se refiere a esos momentos únicos que hay en la vida de todo ser humano y que suelen conocerse como "la hora de la verdad". Es eso que se siente en el propio centro, algo que no admite dudas, algo a lo que si uno renuncia por cobardía o por miedo a sufrir impedirá mirarse al espejo y reconocerse sin vergüenza.

AVISO DE CAMINANTES

En la suma de días indistintos
que la vida da al hombre, acaso hay uno
en que el destino, trágico y hermoso,
pasa por nuestro lado y el azar manifiesta
una insólita luz, un desusado
fulgor inconfundible.
Pero no has de dudar. Ten el coraje
cuando llegue el momento,
de abandonar las cosas con que siempre
te engañó la costumbre, y sube pronto
a ese carro de fuego.
                               Poco dura
el milagro.
                 Después, si te negaras
a partir, sólo noche
merecerás. Y nunca, aunque quisieras
podrás comprar la luz que despreciaste.

jueves, 1 de marzo de 2012

Kate Morton: La casa de Riverton

La lectura de El jardín olvidado me llevó después a La casa de Riverton, que creo que es la primera novela de Kate Morton, de 2006. Se trata, en mi opinión, de una novela sumamente entretenida, que, a través del relato de Grace, miembro del servicio de la aristocrática familia que reside en la casa de Riverton, puede considerarse lo que podríamos llamar un relato de época.

Grace, una anciana señora que en su juventud perteneció al servicio doméstico de la casa de Riverton, colabora con Ursula Ryan, una joven cineasta que está dirigiendo una película sobre la tragedia ocurrida en 1924, en una fiesta que se celebró en dicha mansión. Úrsula ha pedido a Grace asesoramiento sobre la ambientación y precisiones sobre algunos detalles de la historia. Este es el punto de partida para la evocación del pasado. A través de los recuerdos de Grace, que entró a servir en Riverton a la edad de catorce años, asistimos a la recreación del estilo de vida y de la mentalidad de la aristocracia inglesa de la época anterior a la Primera Guerra Mundial (1914-1918) y de la forma de vida de sus sirvientes.
Al ser Grace una sirvienta, y posteriormente doncella de Hannah -uno de los personajes principales de la historia-, forma parte del nutrido grupo de personas que componen el servicio doméstico de Riverton. El relato de sus recuerdos abarca muchísimo más que la trágica historia vivida por algunos miembros de la familia Hartford, pues se extiende ampliamente por las formas de vida y de relación entre la servidumbre. A través de personajes como la señora Townsend, la cocinera, o el señor Hamilton, el mayordomo, se percibe el espíritu de servicio y la solidaridad personal de la servidumbre con respecto a sus amos. Algo que empezará a cambiar después de la guerra. El conflicto bélico, juntamente con los cambios políticos y sociales que se producen en Europa durante esta época, traerá aires nuevos en la forma de pensar de algunos miembros del servicio, como Alfred, cuya visión de la relación amos-criados cambiará sustancialmente al regresar de la guerra.
Por una parte, la guerra librada en Europa entre 1914 y 1918 representa la brecha que se abre entre una época de poder indiscutido de la aristocracia de sangre, cuya servidumbre se le somete de buen grado y siente como propios los problemas de sus señores, y una nueva forma de concebir el trabajo que contempla ciertas formas de empleo como una esclavitud. Por otra, la guerra supone el fin de una época: la muerte de los jóvenes en el campo de batalla; la aparición de burgueses enriquecidos con los negocios que aspiran a ocupar el lugar de la aristocracia y a disfrutar de su brillo social y de sus privilegios; la fuerza del interés por la riqueza unida al triunfo político, todo ello hace mella sobre unos personajes que son parte definitiva de un pasado que ya no volverá.
El tema de la emancipación de la mujer, del derecho al voto, o el de la independencia económica como resultado de unos estudios académicos tiene también su importancia en la novela a través de la personalidad y de las inquietudes de Hannah Hartford, una de las dos hijas de lord Ashbury. Se trata de una joven independiente, inconformista, vivaracha e inquieta que no desea renunciar a sí misma ni someterse al marasmo que supone vivir conforme a los convencionalismos sociales sobre lo que debe ser el objetivo de toda mujer: casarse, no trabajar, porque está muy mal visto entre la buena sociedad, y entregar su vida y su libertad a un hombre. Hannah no desea para sí misma la vida ociosa conforme a un espíritu clasista que llevan las mujeres de su familia. El caso es que las cosas no saldrán como ella imaginaba, que su futuro no se corresponderá con sus sueños.
Para mí, lo mejor de la novela son los diálogos, especialmente los que mantienen los miembros de la servidumbre de la casa de Riverton. A través de ellos, siempre desde lo evocado por Grace, conocemos a los personajes, su mentalidad, sus inquietudes y deseos y entrevemos un mundo que ya no existe, que terminó en el período de entreguerras. En realidad, los personajes que pertenecen al servicio de la familia Hartford resultan, a mi modo de ver, más sólidos y mejor construidos que los que protagonizan la dramática historia evocada por Grace y que es objeto de la película rodada por Ursula Ryan. Me refiero a David, Emmeline, Hannah y  Robbie Hunter.
Si he de señalar un defecto en La casa de Riverton es el final. Resulta algo endeble, pues los personajes se desdibujan un tanto y, en mi opinión, falta desarrollo y precisión en los hechos relatados en la última parte de la novela. Los personajes de Hannah, Emmeline y Robbie no dan de sí todo lo que prometían. Hay finalmente algunos cabos atados de forma un tanto forzada para que la novela quede más redonda. No creo que fuera realmente necesario y verdaderamente significativo para el argumento.
En conjunto, me ha gustado, me parece una novela muy amena y entretenida, de lectura fácil, bien ambientada, una novela muy digna, en suma, aunque no alcanza el nivel de El jardín olvidado. No obstante, los temas que acabo de señalar aparecen integrados en el argumento y en la ambientación de la novela de forma totalmente coherente y natural.  Además, para este tipo de relatos se requiere un importante trabajo previo de documentación y lo fundamental es que no se noten las costuras.

Ahora estoy deseando leer Las horas distantes, pues Kate Morton es una novelista que me gusta, sabe contar historias amenas de forma interesante.