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domingo, 31 de mayo de 2015

Poema del mes. Mayo: Vicente Aleixandre

La obra de Vicente Aleixandre Sombra del paraíso es un caso especial en la poesía de los años 40, tan marcada por la dureza de la vida en España en aquella época. Aleixandre no sigue ninguna de las dos tendencias poéticas que destacan: la poesía arraigada, escrita por aquellos poetas que se sienten conformes con la vida y el mundo en que viven, y la poesía desarraigada, compuesta por quienes desplazan su profundo malestar social y personal hacia la expresión dramática y desgarrada de sus vivencia. 

Vicente Aleixandre se sumerge, y nos sumerge a todos sus lectores, en la belleza del paraíso con un lenguaje y unas imágenes espléndidas y evocadoras. Logra comunicarnos la gracia, el encanto y la inocencia de lo primigenio a través de los temas tratados en Sombra del paraíso. En este libro evoca también su infancia y su ciudad, Málaga, a la que convierte en "Ciudad del paraíso"

CIUDAD DEL PARAÍSO

Siempre te ven mis ojos, ciudad de mis días marinos.
Colgada del imponente monte, apenas detenida
en tu vertical caída a las ondas azules,
pareces reinar bajo el cielo, sobre las aguas,
intermedia en los aires, como si una mano dichosa
te hubiera retenido, un momento de gloria, 
antes de hundirte para siempre en las olas amantes.

Pero tú duras, nunca desciendes, y el mar suspira
o brama, por ti, ciudad de mis días alegres,
ciudad madre y blanquísima donde viví, y recuerdo,
angélica ciudad que, más alta que el mar, presides sus espumas.

Calles apenas, leves, musicales. Jardines
donde flores tropicales elevan sus juveniles palmas gruesas.
Palmas de luz que sobre las cabezas, aladas,
merecen el brillo de la brisa y suspenden
por un instante labios celestiales que cruzan
con destino a las islas remotísimas, mágicas,
que allá en el azul índigo, libertadas, navegan.

Allí también viví, allí, ciudad graciosa, ciudad honda.
Allí donde los jóvenes resbalan sobre la piedra amable,
y donde las rutilantes paredes besan siempre
a quienes siempre cruzan, hervidores en brillos.

Allí fui conducido por una mano materna.
Acaso de una reja florida una guitarra triste
cantaba la súbita canción suspendida del tiempo;
quieta la noche, más quieto el amante,
bajo la lucha eterna que instantánea transcurre.

Un soplo de eternidad pudo destruirte,
ciudad prodigiosa, momento que en la mente de un dios emergiste.
Los hombres por un sueño vivieron, no vivieron,
eternamente fúlgidos como un soplo divino.

Jardines, flores. Mar alentado como un brazo que anhela
a la ciudad voladora entre monte y abismo,
blanca en los aires, con calidad de pájaro suspenso
que nunca arriba. ¡Oh ciudad no en la tierra!

Por aquella mano materna fui llevado ligero
por tus calles ingrávidas. Pie desnudo en el día.
Pie desnudo en la noche. Luna grande. Sol puro.
Allí el cielo eras tú, ciudad que en él morabas.
Ciudad que en él volabas con tus alas abiertas.
 

Bahía de Málaga (Wikipedia)