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sábado, 24 de septiembre de 2011

Stefan Sweig: Casanova

Los libros antiguos y de pequeño formato siempre despiertan mi curiosidad. Cuando los veo me entran ganas de tocarlos y hojearlos. A veces el nombre del autor y el título escritos en el lomo resultan ilegibles.  Al abrirlos, me encuentro con sorpresas agradables, como si hallara un pequeño tesoro. Eso me ocurrió con el ensayo de Stefan Sweig titulado Casanova, que pertenece a una trilogía titulada Tres poetas de su vida, de 1928. Este pequeño volumen fue publicado por la Editorial Apolo, de Barcelona, en 1951.
No se trata de una biografía en sentido estricto, ni tampoco, a mi entender, de una biografía novelada, pues el acento no recae en los hechos de la vida de Casanova, sino que es un ensayo biográfico,  una visión interpretativa de su personalidad fundamentada en las memorias de este interesante y famoso personaje. En 1928 Stefan Sweig se quejaba de la actuación de la casa editorial F. A. Brockhaus, propietaria del manuscrito original, que hasta la fecha nunca fue publicado en una edición íntegra y fidedigna. Así que los textos que sin duda manejó habían sufrido manipulaciones debidas a la censura. (A día de hoy, la editorial Atalanta ha publicado la edición crítica en español del texto íntegro de Historia de mi vida, de Giacomo Casanova en dos volúmenes. Mauro Armiño, el traductor, ha recibido el Premio Nacional a la mejor traducción 2010)
En Casanova Stefan Sweig  se centra en la psicología del personaje. Se interesa más por cómo es el ser humano que por los hechos concretos y las fechas precisas de los acontecimientos de su vida. Es un análisis psicológico de un hombre que fue ciertamente un aventurero vocacional -no por necesidad como otros contemporáneos suyos-, que vivió intensamente teniendo como metas el placer y la libertad, sin ataduras de ningún tipo, disfrutando con la conquista amorosa, de la seducción, del juego, de la relación social, de la vida, en suma.
A lo largo de nueve capítulos Stefan Sweig va desglosando los variados aspectos del carácter y de la actitud ante la vida de Casanova, hombre adaptable, versátil, atrevido, siempre seguro de sí mismo. Su fama de seductor oscureció muchas veces su amplia cultura, su formación humanística y sus grandes dotes para muchas y muy diversas actividades a las que se dedicó de forma esporádica y circunstancial. Un hombre de gran inteligencia que prefirió no ser nada si no era ser libre. Ser algo suponía siempre ataduras y limitaciones.
“Su inteligencia es pronta y su memoria tan prodigiosa que, después de setenta años, recuerda las fisonomías, lo que ha oído y lo que ha leído. Todo eso le da el rango de casi un sabio, casi un filósofo y casi un caballero.
Sí, pero siempre hay un casi. Y eso es la marca distintiva y característica del talento de Casanova. [..] Como dilettante sabe de todo: sabe artes, sabe ciencias y sabe mucho, más de lo que pudiera creerse; pero siempre le falta un poquitín para ser algo completo, y es que carece de voluntad, de decisión, de paciencia. […] Nunca quiere hacer nada básico. Su naturaleza –naturaleza de actor, de comediante y de jugador- repele todo lo que sea algo serio, y su embriaguez de vida desprecia todo lo que pueda ser útil u honrado. Casanova no quiere ser nada, pues le basta con parecerlo.”
Stefan Sweig nos descubre un maestro en el arte de vivir y en el arte de amar:
“Un ser como él no necesita simular nada, no necesita adornarse ni meditar astucias en el arte de seducir: Casanova no necesita más que dejarse llevar por su deseo, por su pasión y ésta lo hace todo por él. Por eso sería inútil que los jóvenes quisieran aprender de este maestro el secreto de sus éxitos, en vano hojearían el maravilloso ars amandi que son sus Memorias: el arte de seducir no se aprende en los libros, como de nada sirve para convertirse en poeta el leer los mejores poemas. No es dado aprender nada de este maestro, pues no existe ninguna táctica, ningún truco especial de Casanova. Todo su secreto reside en la sinceridad de su deseo y en el modo de reaccionar su naturaleza pasional.”
Ser un Casanova, como ser un don Juan, es sinónimo de ser un seductor, aunque con notables diferencias. Lo que en Casanova es gusto por la mujer, por lo femenino, por el placer, en don Juan es desconfianza y afán por rebajar y destruir a las mujeres.
“Las mujeres que se entregan a Casanova, por el contrario, le recuerdan como a un dios y rememoran con placer su aventura, porque no solamente no han sido destrozados sus sentimientos, no solamente no las ha dañado en su feminidad, sino que ha hecho que se encontraran más a sí mismas. Don Juan enseña a las mujeres a odiar la unión carnal como humillación, envilecimiento, como momento infernal, como caída en el pecado; pero Casanova, como buen magister articum eroticarum, les hace reconocer en el goce sexual el verdadero sentido, el delicioso deber primordial de su naturaleza femenina.”
Casanova es el hombre que vive el presente, que lleva a la práctica absolutamente el carpe diem, pues su esplendor como seductor y aventurero declina con la edad. Para las conquistas amorosas, para la aventura y los viajes se necesita tener salud y fuerza física.  Más allá de los cuarenta años es ya todo decadencia, las mujeres le van abandonando, su presencia en los salones ya no es bien acogida. En su vejez, enfermo, triste y amargado, amparado bajo el cargo de bibliotecario del conde de Waldstein, su protector, sólo revive poniendo por escrito su vida y sus recuerdos.
En esta obrita que a mí me ha parecido amenísima e interesante, Stefan Sweig nos expone con su habitual viveza de estilo, con gran riqueza de apreciaciones y matices el desarrollo, el esplendor y la decadencia de un extraordinario personaje, de un hombre cuya figura no ha hecho sino crecer con el paso del tiempo. Al acabar la lectura comprendemos la razón de tanta fama: era un hombre excepcional y como tal vivió una vida también excepcional. Sus memorias, a juicio de Stefan Sweig,  constituyen una panorámica completísima de la vida en el siglo XVIII. Como biografía,  contienen inexactitudes en  beneficio del autor o de la anécdota, pero como texto literario alcanzan una altura inusual por el valor del texto narrativo y porque Casanova se revela como un escritor auténtico, que se expresa sin tapujos y sin concesiones a la moral.

viernes, 23 de septiembre de 2011

Stefan Sweig (Recordando a don Juan Hernández Mora)

Llevo leyendo a Stefan Sweig desde que tenía 16 años. Don Juan Hernández Mora, mi profesor de Literatura durante mis estudios de Bachillerato, nos animaba a leer de todo, de todo lo bueno, se entiende, mediante una especie de subasta de libros en la clase. Una subasta muy sui generis, en la que nada se compraba y nada se apuntaba, sino que él, desde la tarima, agitaba un libro, que tanto podía ser de Ortega y Gasset, como de Unamuno o de algún importante autor extranjero y decía en voz alta:
-          ¡La tía Tula, de Unamuno!
Cuatro o cinco alumnas saltaban de sus pupitres y corrían hacia don Juan gritando:
-          ¡Yo! ¡Yo! ¡Yo!
Entonces don Juan daba precipitadamente el libro a la primera mano que llegaba hasta él. La alumna se lo llevaba, tan feliz, dispuesta a leerlo y a extraer de él frases con las que elaboraba fichas de conceptos, que a final de curso entregaba a don Juan en una hermosa caja de zapatos llena hasta los topes de cartulinas con las ideas más geniales o peregrinas que podían hallarse en aquellos libros de la biblioteca del instituto. Una peculiar metodología, si la juzgamos según criterios pedagógicos actuales.
No obstante, yo le debo a don Juan Hernández Mora el haber conocido desde mi adolescencia a una serie de autores, entre ellos Stefan Sweig, que además de enseñarme muchas cosas, me hicieron disfrutar de la lectura de una forma apasionada, deseando siempre más. Recuerdo las biografías de María Antonieta y de Fouché, leídas a todas horas como se devora una novela de suspense. A lo largo de los años he ido leyendo diversos libros de Stefan Sweig. He hallado en ellos sin excepción aquella fuerza narrativa, aquella misma capacidad de hacer vivir personajes históricos o ficticios y de atraparme desde las primeras líneas. Cada vez que cae en mis manos una obra de Stefan Sweig acude a mi mente el recuerdo de don Juan y pienso en la suerte que tuve de poder leer y disfrutar con aquellos libros tan apasionantes.

viernes, 16 de septiembre de 2011

Pedro Salinas: Cartas a Katherine Whitmore

La voz a ti debida, Razón de amor y Largo lamento constituyen la trilogía que da forma poética a la relación de amor y de amistad entre Pedro Salinas y Katherine Whitmore entre 1932 y 1947. Desde 2002 contamos con un documento precioso y clarificador del sentido de los tres poemarios: las cartas que Pedro Salinas envió a esta mujer que llegó a convertirse en la inspiradora de muchos de los más bellos poemas de amor de la literatura española contemporánea. Este epistolario publicado por Tusquets, editado y prologado por el profesor Enric Bou, contiene también un apéndice con un texto de la propia Katherine Whitmore en el cual explica las circunstancias de su relación con Salinas.
Durante muchos años la crítica literaria había especulado larga e infundadamente sobre la existencia de una mujer real detrás de los versos de los libros que componen la famosa trilogía. Muchos críticos consideraban que Pedro Salinas se refería bien a su esposa, bien a una amada imaginaria. Muy pocos amigos –entre ellos Jorge Guillén- estaban al corriente de la relación entre Salinas y  Katherine Whitmore, joven profesora norteamericana y mujer real a quien el poeta conoció en Madrid en 1932.
Esta relación sentimental fue en buena parte epistolar, pues entre 1932 y 1947 se vieron en contadas ocasiones. Es decir, que tanto la obra poética formada por la trilogía como el epistolario que materializa esta apasionada relación amorosa tienen un importante componente mental, por no decir imaginario, que no creo que fuera un adjetivo apropiado. Lejos de la mujer que ama, la mente del poeta enamorado  sublima y recrea con la palabra el sentimiento, la emoción, la exultante felicidad, la tristeza, la añoranza, la duda, la exaltación, el dolor… La ausencia magnifica y eleva la imagen de la mujer amada en la distancia y el recuerdo. Transcribo un fragmento de la carta 79, fechada en Madrid, del 28 de febrero de 1933:
“¿Conque tus amigos se quejan de no verte? Lo mismo me pasa a mí. Me encuentran cambiado, desigual, preocupado a veces, alegre sin motivo aparente otras. Y es, claro, que ignoran toda mi vida nueva e invisible. Ignoran todos esos hilos, tan sensibles y tan indestructibles que me unen con un ser amado, y que tú tienes en tu mano. Esos hilos tiran de mí, me ponen en pie, otras veces se aflojan, me debilito. Todo sigue la alternativa de color y esperanza con que nuestro amor me apresa por el alma. Es curioso, nunca me pasó esto de tener las razones de vivir más poderosas tan lejos, tan invisibles. No estar alegre o triste por el color del cielo que vemos al levantarnos, por nuestros actos del días, sino por motivos sin color ni cuerpo, por causas aéreas, inaprehensibles, sin materia, como sombra. En torno mío tengo, sí, algunas razones para estar más o menos contento, sobre todo para estar menos (recuerda los disgustos de los días pasados), pero lo que decide el temple de mi alma, la orden final, el rumbo decisivo hacia la alegría o el desánimo, viene siempre del otro lado del mar, de ti. Y no son sólo tus cartas, no, las que juegan con mi alma como el mar con su agua (un día a serenidad y azul, otro a tormenta y gris), no, sino mis figuraciones sobre nuestro amor, sobre su estado presente y su futuro. Me doy cuenta de su infinita delicadeza, su fuerza y su fragilidad, al mismo tiempo.”
Jorge Guillén contribuyó a que se salvara esta colección de cartas, pues logró vencer las reservas de la destinataria ante la posibilidad de que fueran publicadas. Así, Katherine Whitmore en 1979, tres años antes de morir, las donó a la Houghton Library de la Universidad de Harvard. Han podido ser consultadas desde 1999. Se han perdido las que Katherine envió a Pedro Salinas y, por tanto, solo conocemos una parte de esta historia.
Este epistolario no es tan solo un documento interesante para los estudiosos de la literatura, es en sí una preciosa obra literaria y un documento humano de primer orden. En muchas ocasiones cartas y poemas forman un todo. Algunas cartas poseen el valor de un poema y algunos poemas tienen su eco en las cartas. Son una delicia, son maravillosas. Llenas de anécdotas y de análisis nunca aburridos de los sentimientos del poeta. Es el despliegue de lo que un amor apasionado provoca en un espíritu sensible y cultivado, hasta el punto de que esas cartas contienen toda una filosofía del amor, al igual que la contienen los poemas de La voz a ti debida.
Si algún devoto de Salinas no ha leído aún estas cartas, ¡que lo haga cuanto antes! Leerlas implica seguir la historia de amor entre el poeta y su amante, conocer las vicisitudes de esta relación. Cada carta es una pequeña joya literaria de profundo valor humano. Leer estas cartas es un placer, es disfrutar de esos buenos momentos que son un regalo para los amantes de la lectura y de la poesía.

viernes, 9 de septiembre de 2011

Cristina Morató: Divas rebeldes


En Divas rebeldes nos encontramos con una serie de nombres archiconocidos. A lo largo de muchos años los lectores asiduos de periódicos y revistas nos fuimos enterando de la vida, de las alegrías y las penas de una serie de mujeres famosas por muy diversas razones, pero sobre todo por el glamour que las caracterizó. Esta es quizá la nota común a todas ellas, pues en todo lo demás fueron bien distintas.
Cristina Morató, periodista y escritora que se ha interesado también por las grandes viajeras y exploradoras de la historia, nos brinda con su libro la ocasión de adentrarnos un poco en las biografías de siete mujeres célebres del siglo XX: María Callas, Coco Chanel, Wallis Simpson, Eva Perón, Barbara Hutton, Audrey Hepburn y Jackie Kennedy. Como explica la autora en el capítulo final de agradecimientos, fue Eduardo Sánchez Junco quien le propuso escribir para la revista ¡Hola! estas biografías que ahora ha revisado y ampliado. Una amplia bibliografía da fe del trabajo de documentación que Cristina Morató ha llevado a cabo para escribir su libro, ilustrado con fotografías de cada una de las mujeres mencionadas.
Divas rebeldes es una obra muy amena e interesante, escrita en un estilo directo, claro y conciso, muy propio del periodismo. Nos ofrece una visión objetiva y humana de cada personaje, destacando lo más relevante sin emitir juicios de valor tendenciosos. El relato de los hechos biográficos se acompaña en todo momento de multitud de anécdotas y de testimonios que contribuyen a perfilar la personalidad y el temperamento de cada mujer. Así, luchadoras salidas de la nada como María Callas, Coco Chanel o Eva Perón contrastan con otras como Barbara Hutton, que de pequeña era la niña más rica del mundo, o con Jackie Kennedy, nacida en una acomodada familia de la high society neoyorquina.
Lo más interesante, a mi modo de ver, es que en algunos casos la actitud ante la vida de algunas de ellas,  sus ambiciones y objetivos personales  marcan su destino más poderosamente que las circunstancias externas e influyen sobre los acontecimientos históricos. En este sentido, Eva Perón y Wallis Simpson son dos ejemplos de mujeres a quienes su ambición las lleva a unirse a hombres poderosos con quienes pasan a formar parte de la Historia con mayúsculas. En otros, el peso de la infancia o de la familia será determinante y crucial para el desarrollo de la personalidad de mujeres como Maria Callas, Audrey Hepburn o Barbara Hutton, de vidas muy diferentes, pero todas con la huella de una infancia dura y difícil.
La belleza, el encanto, el talento y el glamour no garantizaron a estas siete mujeres una vida fácil ni siempre feliz. La fama y el éxito no fueron de la mano con la felicidad en el amor para Maria Callas, tan enamorada de Aristóteles Onassis, quien la dejó para casarse con Jackie Kennedy después de tenerla como amante durante años y de hacerle sufrir dolorosas humillaciones. O para Barbara Hutton, quien se casó siete veces y nunca conoció un amor de verdad. Jackie Kennedy, por su parte, mujer que alcanzó gran proyección e influencia, que marcó un cambio de estilo en la Casa Blanca, soportó estoicamente, sostenida por un carácter reservado y perfeccionista, las incontables infidelidades de John F. Kennedy.
Dos personajes bien distintos, en mi opinión, destacan en Divas rebeldes por una coherencia que articula su vida de principio a fin: la diseñadora Coco Chanel y la actriz Audrey Hepburn. Su vida, su trabajo, sus proyectos personales, sus amores y desamores, sus grandes logros en la moda y en el cine y su larga y perdurable influencia nacen de una sola y poderosa fuente: la fidelidad a sí mismas.

domingo, 4 de septiembre de 2011

Poema del mes. Septiembre: Ángel González

He leído hace pocos días este poema de Ángel González (1925-2008). Me pareció tan maravilloso, que quiero presentarlo como poema de mes, para que todos los que como yo amáis la poesía podáis disfrutarlo y recordar a su autor. "Mientras tú existas" pertenece a su primer libro, Áspero mundo, de 1956.

MIENTRAS TÚ EXISTAS

Mientras tú existas,
mientras mi mirada
te busque más allá de las colinas,
mientras nada
me llene el corazón,
si no es tu imagen, y haya
una remota posibilidad de que estés viva
en algún sitio, iluminada
por una luz—cualquiera...
                                                 Mientras
yo presienta que eres y te llamas
así, con ese nombre tuyo
tan pequeño,
seguiré como ahora, amada
mía,
transido de distancia,
bajo ese amor que crece y no se muere,
bajo ese amor que sigue y nunca acaba.



jueves, 1 de septiembre de 2011

Kathryn Stockett: Criadas y señoras

Criadas y señoras es una novela de 559 páginas que atrapa al lector desde el principio. La acción transcurre en Jackson, Mississipi, en 1962, época en que John F. Kennedy era presidente de los Estados Unidos. Tres mujeres, la joven blanca Skeeter y dos criadas negras, Aibileen y Minny, son los personajes principales de la obra. Son también tres miradas, tres perspectivas desde las que vamos conociendo las vidas de los habitantes de Jackson, con sus virtudes, sus inquietudes y sus miserias.
Skeeter, acabados sus estudios, regresa a casa de sus padres. Su sueño es poder dedicarse al periodismo, pero las perspectivas no son muy estimulantes que digamos. Consigue un trabajo de consultora de problemas de limpieza doméstica en el periódico local sin tener ni idea de estos temas. Para salir de apuros recurre a la ayuda de Aibileen, una criada negra y mujer de gran experiencia en asuntos domésticos. Conocemos la vida familiar de Skeeter y a sus amigas, todas ellas jóvenes amas de casa con sirvientas negras que ofician también de niñeras si en las familias hay hijos pequeños. Aibileen, de mediana edad, y Minny, más joven y madre de cinco hijos, son dos de las criadas negras que sufren diariamente las consecuencias del racismo imperante aún en los estados de sur en los años sesenta. Estas tres mujeres iniciarán y llevarán a cabo hasta el final, con todas sus consecuencias, un proyecto de denuncia del racismo y de la situación de segregación y marginación que sufre la población negra de Jackson.
Todos los capítulos, excepto uno, están narrados desde la perspectiva de cada una de las tres mujeres. A través de sus relatos vamos conociendo el clima social y la mentalidad de los pobladores de Jackson. Entre ellos hay de todo, desde gentes buenas y honestas que no comparten las ideas racistas y que actúan discretamente, a personas malvadas que se comportan de modo cruel e inhumano con los negros.
La población negra vive entre el miedo a perderlo todo, incluso su vida o su integridad física, y la resignación ante una situación que no creen posible poder cambiar. Los blancos de clase media viven como algo habitual la segregación racial, pues evidentemente les beneficia, aunque veremos que no todo el mundo piensa igual. El coraje que demuestran Skeeter, Aibileen y Minny y todas las criadas que colaborarán con ellas con sus testimonios para la redacción de un libro de entrevistas, en las que cada una relatará sus experiencias como criada de mujeres blancas, no caerá en saco roto. Será como un revulsivo en perfecta consonancia con la efervescencia social en favor de los derechos de los negros que se está viviendo en otros estados de la unión.
El racismo y la segregación se van mostrando en la novela a través de las relaciones entre criadas y señoras. Una corriente de profunda humanidad teñida de humor e ironía circula con fuerza por todo el relato. El personaje de Hilly , tan hipócrita, manipuladora y cruel, es el contrapunto de Skeeter entre las señoras blancas. El conformismo y la estrechez de miras, la mentalidad terriblemente provinciana y limitada de la gente de Jackson, población pequeña que vive al margen de los cambios que están teniendo lugar en el país en los años 60, es el trasfondo y la causa de la pervivencia del racismo. En este sentido, Skeeter representa la mirada desde fuera, la distancia, el sentido crítico. Para las criadas negras, supondrá la oportunidad de hacer oír su voz y el estímulo que impulsará la convicción entre ellas de que las cosas pueden cambiar.
Criadas y señoras es una novela que, una vez empezada, no se puede dejar. Al acabarla, no se olvidan fácilmente sus personajes ni la lección que nos transmiten. Tiene el mérito de tratar temas fundamentales sin caer nunca en el melodrama. Su estilo claro, directo, conciso, ágil y ameno, la fuerza de los personajes, el interés y el tratamiento de los temas la convierten en una obra de fácil y agradable lectura. No se trata de un texto literario de alto nivel, sino de una obra correcta, equilibrada, con una buena adecuación de los recursos narrativos al hilo argumental y al tema tratado. Al final del libro, uno se queda con la magnífica sensación de que siempre merece la pena luchar por lo que uno cree de forma solidaria con otros y de que existe una divisoria perfectamente clara entre las actitudes éticas y los prejuicios.