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jueves, 1 de septiembre de 2011

Kathryn Stockett: Criadas y señoras

Criadas y señoras es una novela de 559 páginas que atrapa al lector desde el principio. La acción transcurre en Jackson, Mississipi, en 1962, época en que John F. Kennedy era presidente de los Estados Unidos. Tres mujeres, la joven blanca Skeeter y dos criadas negras, Aibileen y Minny, son los personajes principales de la obra. Son también tres miradas, tres perspectivas desde las que vamos conociendo las vidas de los habitantes de Jackson, con sus virtudes, sus inquietudes y sus miserias.
Skeeter, acabados sus estudios, regresa a casa de sus padres. Su sueño es poder dedicarse al periodismo, pero las perspectivas no son muy estimulantes que digamos. Consigue un trabajo de consultora de problemas de limpieza doméstica en el periódico local sin tener ni idea de estos temas. Para salir de apuros recurre a la ayuda de Aibileen, una criada negra y mujer de gran experiencia en asuntos domésticos. Conocemos la vida familiar de Skeeter y a sus amigas, todas ellas jóvenes amas de casa con sirvientas negras que ofician también de niñeras si en las familias hay hijos pequeños. Aibileen, de mediana edad, y Minny, más joven y madre de cinco hijos, son dos de las criadas negras que sufren diariamente las consecuencias del racismo imperante aún en los estados de sur en los años sesenta. Estas tres mujeres iniciarán y llevarán a cabo hasta el final, con todas sus consecuencias, un proyecto de denuncia del racismo y de la situación de segregación y marginación que sufre la población negra de Jackson.
Todos los capítulos, excepto uno, están narrados desde la perspectiva de cada una de las tres mujeres. A través de sus relatos vamos conociendo el clima social y la mentalidad de los pobladores de Jackson. Entre ellos hay de todo, desde gentes buenas y honestas que no comparten las ideas racistas y que actúan discretamente, a personas malvadas que se comportan de modo cruel e inhumano con los negros.
La población negra vive entre el miedo a perderlo todo, incluso su vida o su integridad física, y la resignación ante una situación que no creen posible poder cambiar. Los blancos de clase media viven como algo habitual la segregación racial, pues evidentemente les beneficia, aunque veremos que no todo el mundo piensa igual. El coraje que demuestran Skeeter, Aibileen y Minny y todas las criadas que colaborarán con ellas con sus testimonios para la redacción de un libro de entrevistas, en las que cada una relatará sus experiencias como criada de mujeres blancas, no caerá en saco roto. Será como un revulsivo en perfecta consonancia con la efervescencia social en favor de los derechos de los negros que se está viviendo en otros estados de la unión.
El racismo y la segregación se van mostrando en la novela a través de las relaciones entre criadas y señoras. Una corriente de profunda humanidad teñida de humor e ironía circula con fuerza por todo el relato. El personaje de Hilly , tan hipócrita, manipuladora y cruel, es el contrapunto de Skeeter entre las señoras blancas. El conformismo y la estrechez de miras, la mentalidad terriblemente provinciana y limitada de la gente de Jackson, población pequeña que vive al margen de los cambios que están teniendo lugar en el país en los años 60, es el trasfondo y la causa de la pervivencia del racismo. En este sentido, Skeeter representa la mirada desde fuera, la distancia, el sentido crítico. Para las criadas negras, supondrá la oportunidad de hacer oír su voz y el estímulo que impulsará la convicción entre ellas de que las cosas pueden cambiar.
Criadas y señoras es una novela que, una vez empezada, no se puede dejar. Al acabarla, no se olvidan fácilmente sus personajes ni la lección que nos transmiten. Tiene el mérito de tratar temas fundamentales sin caer nunca en el melodrama. Su estilo claro, directo, conciso, ágil y ameno, la fuerza de los personajes, el interés y el tratamiento de los temas la convierten en una obra de fácil y agradable lectura. No se trata de un texto literario de alto nivel, sino de una obra correcta, equilibrada, con una buena adecuación de los recursos narrativos al hilo argumental y al tema tratado. Al final del libro, uno se queda con la magnífica sensación de que siempre merece la pena luchar por lo que uno cree de forma solidaria con otros y de que existe una divisoria perfectamente clara entre las actitudes éticas y los prejuicios.


1 comentario:

  1. Desde el principio te engancha y no puedes dejarlo. A mi me encantó. Sencillamente, genial.

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