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lunes, 11 de julio de 2016

Miguel Hernández: El labrador de más aire

El último libro del club de lectura en el cual participo ha sido El labrador de más aire, de Miguel Hernández, obra escrita en 1936 y publicada en 1937. Miguel Hernández es, sobre todo, poeta, y su producción dramática, de valor desigual, no alcanza el nivel de sus poemas, aunque de ningún modo puede negársele valor literario, que lo posee, sin duda.

El labrador de más aire ha sido considerada teatro social. Podemos situar esta obra en el contexto del teatro poético renovador anterior a 1939. Se trata de un drama rural en verso, con tintes de tragedia, en el cual destacan inmediatamente la influencia de dos obras de Lope de Vega, Fuenteovejuna y El comendador de Ocaña, y la de la lírica primitiva española en lo referente al simbolismo de las flores y frutos,  del mes de mayo y del toro en relación con el amor. Otros elementos simbólicos, como los cuchillos, las tareas de labranza o el arado dotan el texto dramático de significado y descartan cualquier sospecha de costumbrismo en la representación dramática de la vida de los labradores.

El argumento se nutre de dos conflictos. El primero, el amor que siente Encarnación por Juan, enamoradizo y deseado por todas,  es problemático a nivel personal y familiar, pues son primos.  Además, a lo largo de la obra vemos que todos aman a quien no les ama. El segundo conflicto se da con la llegada al pueblo de don Augusto, el dueño y señor de todo, acompañado de su hija Isabel, de la cual Juan se enamora. Don Augusto se comporta como un déspota y un tirano que rompe la armonía de la vida pura y natural de los labradores del lugar, introduciendo en ella la violencia y las bajas pasiones que la quebrarán trágicamente.

Cuando llegan don Augusto e Isabel, se instalan en casa de Blasa, madre de Juan y tía de Encarnación. Estos dos personajes son gente de ciudad que ignora y desprecia la vida y los ritmos de la gente del campo. La propiedad rural es solo un recurso económico que debe proporcionar riqueza y estar siempre al servicio del señor, que además pretende someter a su capricho las vidas de los hombres y mujeres que trabajan en sus tierras. Blasa, por su parte, se identifica totalmente con la vida de aldea y con Castilla.

 Tenemos, por tanto, dos visiones y dos modos de conducta opuestos y enfrentados. Lo mismo que en la lírica primitiva castellana, el ser humano y sus sentimientos e historias de amor aparecen integrados en los ciclos de la naturaleza y marcados por las tradiciones que de estos se derivan. Los labradores y sus mujeres son presentados como “seres naturales”, unidos a la tierra a la cual pertenecen, como los otros seres vivos. Don Augusto y su hija son los “poderosos”, similares a los de las obras de Lope, que rompen la armonía, introducen el caos y la injusticia. Es precisamente la conducta de don Augusto, que representa claramente al explotador del trabajador del campo, del que no duda en abusar y aprovecharse para sus malas intenciones, la que despierta en Juan la reivindicación de justicia social y de respeto por el trabajo del campesino.

Hay, no obstante, un desequilibrio en la obra que, en mi opinión, impide que la podamos considerar plenamente una obra de contenido social. Ello se debe a que toda la parte argumental referida a las historias de amor de los personajes, principalmente de Juan y de Encarnación, y de los conflictos que de ellas se derivan tenga muchísimo más peso y más desarrollo en el drama que los hechos que se producen a consecuencia de la actuación de don Augusto, de Isabel y de Alonso, peligroso rival de Juan. Además, el final de la obra, en el que don Augusto y Alonso sacan mutuo provecho para vengarse de Juan, está marcado por las pasiones y los sentimientos de los personajes, más que por cuestiones de tipo social, que tienen escaso despliegue.

Se trata, en mi opinión, de un drama con final trágico que no alcanza el nivel de tragedia. Es cierto que aparece el coro en la figura colectiva de labradores o labradoras, pero sus intervenciones no aluden principalmente a cuestiones de amor. Juan, por su parte, es el perfecto labrador que se halla más implicado y actúa más en los asuntos amorosos que en los sociales. Aunque en algunos momentos, sus afirmaciones y su autodefinición como hombre libre frente al poder pueden hacernos pensar otra cosa. En su final,  rápido y repentino, por lo demás, su insumisión queda diluida por la alianza entre el poderoso y Alonso, que toda la vida ha envidiado a Juan y le odia a muerte.

A diferencia de las obras de Lope, no hay en El labrador de más aire un personaje con poder reconocido y aceptado por todos que restaure el orden alterado por el poderoso injusto y tiránico. Este es un aspecto temático de la obra que también carece de desarrollo. El hombre puro y natural está indefenso ante la injusticia, la prepotencia y la crueldad del poderoso: el hombre está solo frente al mal. Juan, como personaje, carece de esa conciencia, lo cual le resta protagonismo trágico.

Encarnación, en suma, aunque la obra lleve por título El labrador de más aire, es el personaje más coherente de principio a fin, más completo y más real de entre cuantos aparecen. Las palabras finales de Encarnación constituyen un bello texto que recuerda las de Melibea. Mi opinión es que pesa más el oficio de poeta que el de dramaturgo, y que probablemente las circunstancias de la vida de Miguel Hernández y de su compromiso político y social propiciaron la creación de una obra marcada por la inmediatez, que aunque no se sitúa en lo mejor de su producción, se lee disfrutando de la palabra de un gran poeta.

Si alguien está interesado en ver un documental interesante y bonito sobre la vida de Miguel Hernández, que se rodó para conmemorar el centenario de su nacimiento, aquí incluyo el enlace siguiente de RTVE:


Este comentario que acabáis de leer, si habéis tenido la paciencia de seguirme, es fruto de una lectura placentera e interesada de verdad por la obra de un poeta genial a quien admiro profundamente. No me extiendo más en temas que podría comentar para completar esta opinión, pues si quieres que te lean en el blog, no canses al personal. ¡Hasta pronto!


domingo, 3 de julio de 2016

La resurrección de Lázaro en la poesía. Luis Cernuda y Ponç Pons


He leído el último libro del poeta menorquín Ponç Pons, Camp de bard. Obra magnífica, como era esperable, en la que encontramos un capítulo titulado "Versions  d’Història Sagrada". El poema XIV-"Llàtzer" pertenece a este apartado. Un texto de otro gran poeta, Luis Cernuda, lleva el mismo título, "Lázaro", incluido en Las nubes (1937-1940). La lectura del primero me hizo sentir el eco del segundo y me invitó a releerlo y a compararlos.

En ambos textos  la voz del yo poético es la de Lázaro. El milagro de la resurrección es relatado desde la percepción del propio Lázaro. ¿Cómo se enfoca el tema de la resurrección? ¿Cómo se siente Lázaro en la muerte? ¿Qué supone para él el retorno a la vida?

"Lázaro" de Cernuda es un poema largo, de 12 estrofas, en el que el personaje comienza refiriéndose a lo que le explicaron de su propia resurrección: “Así lo cuentan ellos que lo vieron”.

A partir de la segunda estrofa Lázaro se demora en la evocación de sus recuerdos de la resurrección, en las sensaciones de su cuerpo y de su alma. La muerte es un suelo en el que está depositado y el milagro es el despertar forzado que le arranca de la tierra fría devolviéndole la tibieza en la sangre: “Era otra vez la vida”. Una vida que Lázaro ya no desea. Sumido aún en el sueño de la muerte entreoye algo de “nuevo nacimiento”, que para él no es tal. Siente cómo le desamortajan y el golpe duro de la luz del sol. Le inunda el deseo de quedarse dónde estaba, de regresar a la muerte.

“La luz me remordía
y hundí la frente sobre el polvo
al sentir la pereza de la muerte "(v 47-49)

Entre los testigos del milagro de la resurrección, al comenzar el día y apagarse la llama que ilumina la escena, se hace patente la presencia de Jesús, a quien no se nombra:

Entonces, hondos bajo una frente, vi unos ojos
llenos de compasión, y hallé temblando un alma
donde mi alma se copiaba inmensa,
por el amor dueña del mundo.” (v 65-68)

Lázaro no puede resistirse a su llamada: “Y en mí no estaba ya sino seguirle”( v 78). Sin embargo, vivir es ahora un esfuerzo. La vida carece de aliciente y estando otra vez vivo, se siente muerto. Vivir es una carga pesada para la que Lázaro no se siente con fuerzas y por eso reza pidiendo ayuda para soportarla y cumplir la función para la que es requerido.

Trabajando, no por mi vida ni mi espíritu,
mas por una verdad en aquellos ojos entrevista

La confianza en esa verdad entrevista en la mirada de Jesús le lleva a compararse con el lirio del campo que germinando bajo tierra un día estalla en la gloria de la luz. Digamos, en suma, que Lázaro de Cernuda acepta la carga de la vida porque en su corazón ha prendido la llama del mensaje trasmitido por los ojos de Jesús.

"Llàtzer" de Ponç Pons es un poema breve, de dos estrofas de 8 y 7 versos respectivamente. Rezuma rebeldía del hombre que ha hallado un horizonte más amable en la muerte, de la que Dios le ha obligado a salir:

I m’adon que no tenc
més futur que la vida.”

Visión desencantada y nihilista de la vida, consciencia de la nada después de la muerte, percepciones terribles transmitidas con unas breves y punzantes palabras:

i ara sé, descregut,
que després de la mort
tot és fosca i oblit,
no hi ha res més que absència”.

No hay encuentro  con otro ser capaz de lograr que Lázaro realice el esfuerzo de vivir; no hay mensaje ni luz, solo la nada, el no ser, “absència”.

A pesar de las diferencias formales y de enfoque entre los dos poemas, ambos tienen en común la idea de la muerte como un bienestar del que Lázaro es arrancado en contra de su voluntad por la fuerza del milagro. En "Llàtzer" la divinidad actúa como fuerza omnipotente al margen del ser humano, a quien somete a su capricho. No es un dios entre las personas, como el Jesús no nombrado del poema de Cernuda, ni hay una apuesta por el hombre que merezca el sacrificio o la entrega a un ideal.

Entiendo que el tema, el personaje bíblico de Lázaro, es utilizado por ambos poetas a modo de símbolo que encarna, desarrolla y representa de forma muy distinta tres visiones: la de la vida, la de la muerte y la de la divinidad. En el poema de Ponç Pons el hombre está solo en la tierra y en el paisaje. La divinidad es algo ajeno y hostil. Para Cernuda, el ser que obra el milagro de la resurrección es alguien con un proyecto por el que Lázaro realiza el esfuerzo de vivir.

Los textos de Luis Cernuda y de Ponç Pons se insertan en la tradición literaria universal que encuentra inspiración en los libros, temas o personajes de la Biblia. Unas obras nos conducen a otras. ¿Por qué no leer el texto bíblico sobre el milagro de la resurrección de Lázaro en el Evangelio de San Juan? Es interesante adentrarse un poco en el relato evangélico que da pie a la recreación literaria de este personaje y a su transformación en símbolo de algo que trasciende una creencia religiosa  porque alude a la condición humana y sus inquietudes intemporales.