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miércoles, 9 de mayo de 2012

Poema del mes. Mayo: Josefina de la Torre

Buscando entre mis libros de poesía algún texto que me motivara para presentarlo en el blog como poema del mes, he dado con este triste y precioso poema de Josefina de la Torre. Ciertamente, hay muchísimos poemas hermosos e interesantes, no bastaría una vida para descubrirlos y saborearlos todos. Creo que aunque se busque a veces un autor o un texto concreto, uno se tropieza con los poemas. Repentinamente, un poema sobresale, destaca sobre la página nada más empezar a leer y nos absorbe como si un hilo mágico tirara de nosotros y nos tiene en tensión hasta el final. Este es, entonces, un poema significativo. Se trata, pues, de releerlo e intentar desentrañar por qué nos atrae, qué nos comunica, qué tiene de especial que nos ha gustado tanto.

Todos los días” es un poema de desarraigo, de pérdida, de dolorosa nostalgia por la persona amada que ya no está. El gran vacío causado por la ausencia aboca al sinsentido. Parece como si el mundo hubiera perdido su color y las cosas y los seres de la vida cotidiana su significado. Los nombres ya no significan lo mismo porque se han quedado vacíos, detrás de ellos ya no hay nada. La vida pierde su sentido. Es un poema que expresa una profunda tristeza y una gran desolación. A la falta de sentido de todo se le une el vacío, que lleva la marca, la huella que ha dejado la persona que se fue.
  
TODOS LOS DÍAS

Todos los días
llama a mi puerta el desconsuelo…
Estoy vacía y su eco resuena
por todos los rincones de mi vida.
Se estremece mi sangre
que es un hilo de hielo
al faltarme el calor de tu presencia.
No comprendo el idioma del paisaje;
qué quiere decir “sol”,
“cielo azul”
“aire”.
No comprendo mi ritmo,
ni mi esencia,
ni por qué sigo andando,
respirando,
contemplando a la gente,
a los perros que pasan,
a los pájaros
que mi balcón visitan diariamente.
Ni por qué la mirada,
mis ojos,
abarcan el entorno que me envuelve.
Ya no comprendo nada.
El mundo se me ha vuelto
un compañero extraño
que camina a mi lado
y no conozco.
¿Qué quiere decir “vida”?
Ya no encuentro
aquel sabor que un tiempo me dejara.
Las palmas de mis manos
se cierran sin calor,
desconsoladas.
Que eran tuyos tu casa y tu paisaje;
que está en ellos la huella de tus pasos,
el hueco de tu cuerpo…
Y está la casa llena
de tu recuerdo…


El amor es una experiencia personal que da un nuevo sentido a la existencia. En la tradición literaria encontramos textos en los que enamorarse es recrear el mundo, comenzar una nueva vida en la que todo ha cambiado y los nombres de las cosas han adquirido un nuevo significado. Algunos poetas, además de Josefina de la Torre, han tratado el tema del significado de las palabras y del poder de los nombres en el marco del sentimiento amoroso. Existen variantes o subtemas, como el del nombre propio. Así, en la tragedia de Shakespeare Romeo y Julieta, Julieta le dice a Romeo:

“JULIETA: ¡Sólo tu nombre es mi enemigo! ¡Porque tú eres tú mismo, seas o no Montesco! ¿Qué es Montesco? No es ni mano, ni pie, ni brazo, ni rostro, ni parte alguna que pertenezca a un hombre! ¡Oh, sea otro tu nombre! ¿Qué hay en un nombre? ¡Lo que llamamos rosa exhalaría el mismo grato perfume con cualquiera otra denominación! De igual modo, Romeo, aunque Romeo no se llamara, conservaría sin este título las raras perfecciones que atesora. ¡Romeo, rechaza tu nombre; y a cambio de ese nombre, que no forma parte de ti, tómame a mí toda entera!
ROMEO: Te cojo tu palabra. Llámame sólo “amor mío”, y seré nuevamente bautizado. ¡Desde ahora mismo dejaré de ser Romeo!” (Acto II, escena II)

Se concibe el nombre como algo no inherente a la persona, como una etiqueta que le representa, pero que no contiene su esencia, pues en caso de que Romeo prescindiera del apellido Montesco, su ser sería el mismo. Para estos jóvenes amantes sus nombres suponen un amargo contratiempo, un serio obstáculo para su amor. Así, Romeo propone que ella le llame “amor mío” y al quedar nuevamente bautizado se desvanecerá el obstáculo, que no es sino un obstáculo social, pues el conflicto vivido por esta pareja  procede de la sociedad en que viven, no de sí mismos.

Para Pedro Salinas, el gran poeta del amor de la literatura española del siglo XX,  en La voz a ti debida el amor es una recreación:

“!Qué gran víspera el mundo!
No había nada hecho.
[…]
No, el pasado era nuestro:
no tenía ni nombre.
Podíamos llamarlo
a nuestro gusto: estrella,
colibrí, teorema,
en vez de así, “pasado”;                                                      
quitarle su veneno.
[…]
Los verbos, indecisos,
te miraban los ojos
como los perros fieles,
trémulos. Tu mandato
iba a marcarles ya
sus rumbos, sus acciones.”

 Al enamorarse, el mundo es nuevamente creado, las cosas son totalmente distintas a como fueron antes para quienes descubren que se aman. Crear supone también nombrar cada cosa nueva y recrear implica nuevos nombres. Los amantes hallan nuevos sentidos en lo que les rodea, porque sienten que la vida es algo nuevo al  contemplarla desde otra perspectiva. Para el amante de La voz a ti debida, la mujer amada es la depositaria del poder creador y de la facultad de nombrar de nuevo.

Seguro que existen otros enfoques posibles del tema de los nombres a partir del poema de Josefina de la Torre. Apunto estos, pues se trata de un comentario surgido al azar de esta lectura. Lo bonito de leer, entre otras cosas, es que continuamente te hace descubrir nuevas relaciones y contenidos y te despierta la curiosidad y el deseo de indagar y de profundizar un poco más en los significados de los textos.

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