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jueves, 17 de enero de 2013

Jack Kerouac: Els pòtols místics (Los vagabundos del Dharma)


No había leído nada de Jack Kerouac, aun conociendo la importancia de su obra En la carretera. Un amigo me prestó Els pòtols místics, traducida por Manuel de Pedrolo (en traducción castellana Los vagabundos del Dharma). En cuanto la hojeé un poco, supe que debía leer esta novela. De entrada, me sentí cautivada hasta la emoción  por los dos o tres fragmentos descriptivos con los que me topé al azar. Ahora que la he terminado, puedo deciros que es una de las novelas más bonitas que he leído. 


Jack Kerouac  (1922-1969), miembro de la Beat Generation y autor de la emblemática novela  En la carretera, recogió en  
The Dharma Bums, título original,  las inquietudes de todo un sector de jóvenes norteamericanos de la década de los años 50. Tuvo el mérito de plasmar en un relato de ficción un ideal y un modelo de vida que respondía a una nueva sensibilidad  que no tardaría en difundirse en Europa.

En mi opinión, el autor de  Els pòtols místics (1958) trata un tema clásico, de antigua raigambre, que gracias a su originalidad como escritor resultó novedoso y de gran influencia en su momento:   la relación entre el bucolismo y el deseo de regeneración espiritual, materializada en el interés por el budismo Zen y la vida libre y vagabunda de los personajes, que buscan constantemente la inmersión en una naturaleza grandiosa y salvaje.

Ya en autores clásicos como Teócrito  y Virgilio aparece este tema, que experimenta un poderoso auge durante el Renacimiento. Así, por ejemplo, los jóvenes narradores del Decamerón, agobiados por el sufrimiento ocasionado por la peste que ha asolado Florencia, abandonan la población y se retiran a una villa en el campo. El contacto con la naturaleza les hace revivir y les permite crear un nuevo marco de vida propio y más auténtico, en cuyo seno darán rienda suelta a unos relatos que reflejan un nuevo espíritu, alejado ya de lo medieval. La novela pastoril, por su parte, recrea un entorno bucólico idealizado y pone en boca de pastores refinados y cultos un discurso en el que se pinta un mundo mejor que el real, todo ello bajo la poderosa influencia del neoplatonismo.

Avanzando un poco más en el tiempo, encontramos en el Romanticismo una nueva visión de lo bucólico. Este movimiento rompe con las formas literarias tradicionales a través de las que se había cultivado este tema, pero mantiene, no obstante, la esencia del culto bucólico, que es la comunión con la Naturaleza. Con el Romanticismo la búsqueda de lo sagrado y trascendente se desplaza hacia la Naturaleza, convirtiéndose el amor hacia esta en una nueva religión. El hombre romántico busca la unión con la divinidad a través de la Naturaleza, pues en ella satisface el anhelo de  la fusión con algo más grande y cósmico que él mismo.

En relación con este tema aparece otro que también forma parte de la tradición clásica: el contraste entre las bondades de la vida natural y los inconvenientes de la vida urbana. Este contraste recorre constantemente el relato de Kerouac, como veremos.

En cuanto al modelo humano que nos brinda Els pòtols místics (Los vagabundos del Dharma), que es el que lleva a la práctica este ideal de vida, el pastor clásico y el aventurero romántico quedan ya lejos y les sustituye el joven e idealista vagabundo, hombre autosuficiente, austero, práctico, amante de la vida libre y sin ataduras, representado por el personaje Japhy Ryder, joven a quien el protagonista de la novela admira sin reservas.  En este hombre nuevo se aúnan el ideal bucólico y las inquietudes espirituales que, en el caso de la novela que nos ocupa, se apartan de lo común en la cultura occidental para centrarse en un poderoso interés por el pensamiento budista y el modelo de vida que este propone.

Aquí radica, en mi opinión, uno de los elementos más innovadores que debió suponer Els pòtols místics en los años 50 en EEUU: la conversión en materia de ficción literaria del interés por la espiritualidad oriental que comenzaba a desarrollarse en Norteamérica y que tendría su mayor florecimiento a lo largo de los años 60 y 70. Hubo, sin duda, tal como destaca Vicente Merlo en su ensayo  La llamada (de la) Nueva Era, una idealización de Oriente tan centrada en lo espiritual que olvidó el Oriente real. El caso es que, según este autor, el orientalismo canalizaba la rebelión y el rechazo de la propia cultura y la propia sociedad y cumplía la función de proyectar los propios ideales en una cultura, un movimiento o unas figuras muy alejados en el tiempo y en el espacio.  En este sentido, los personajes de Els pòtols místics son precursores, avanzadilla de cuanto llegará a desarrollarse y difundirse a través del movimiento hippie en los años 60. Pero veamos ya cómo aparecen estos temas en la novela.

Ray Smith, el narrador protagonista, y sus amigos son jóvenes con inquietudes,  que se sienten diferentes. Buscan algo distinto de la vida convencional que lleva la gente de la clase media americana. Se sienten atraídos por la vida natural, más auténtica y más libre. 

“Amb els nostres vestits vells, en Japhy i jo féiem un efecte tot estrany en el terreny de la Universitat, i de fet,en Japhy hi era considerat un excèntric, cosa corrent en aquesta mena d’indrets i entre les persones que els freqüenten, quan hi fa cap un home veritable, ja que les facultats no són sinó centres d’ensenyança que s’ocupen d’una clase mitja sense personalitat que té la seva expressió perfecta ala perifèria de la universitat, en aquestes rengleres de cases de gent benestant, am els seus jardinets i un televisor a cada sala d’estar, tothom mirant el mateix i pensant en el mateix alhora, mentre els Japhys del món vaguen pels erms per tal d’escoltar la veu que clama en el desert, descubrir l’èxtasi de les estrelles i esbrinar el secret misterios i obscur de l’origen de la crapulosa civilització sense rostre ni fantasia”.

 El interés por el budismo Zen lo llevan consigo los personajes desde el primer capítulo de la novela. No harán otra cosa que servirse de esta guía espiritual y moral para conducirse en las circunstancias que se les irán presentando a lo largo del argumento. Hallan en el budismo Zen una vía, no de escape, sino un camino para alcanzar la satisfacción de un anhelo interior que la vida de su entorno cotidiano, familiar y conocido no les proporciona. Hay que destacar especialmente que en estos jóvenes se aúna el espíritu contemplativo con la vida del hombre de acción en medio de la naturaleza salvaje y pura. Su acción no se encamina, evidentemente, a conseguir un lugar en el sistema de la sociedad capitalista, sino todo lo contrario: buscan la pureza y la elementalidad.

Ray Smith y sus amigos Japhy Ryder  y Morley  proyectan escalar el Matterhorn. Durante la preparación y el inicio de esta expedición vamos conociendo a través de los diálogos cuáles son los ideales y los intereses que inspiran la conducta de estos jóvenes: el pensamiento budista, la naturaleza como huida de la civilización, la poesía…

De camino hacia la montaña, la naturaleza se les ofrece bella, fresca y acogedora, como el lugar natural donde los caminantes hallan acomodo y cobijo en todo momento. Las breves descripciones del narrador nos dan una imagen viva y dinámica de cada rincón de la montaña por donde pasan: 

“Jo em sentia  inmensament complagut amb aquella mena d’aspecte inmortal que tenia el sender al començament de la tarda, amb els vessants herbosos d’un costat que semblaven plens de pols d’or, amb els insectes que saltaven sobre les roques i amb el vent que sospirava una dansa tremolosa entre les pedres calentes. Ara i adés el sender s’endinsava per algún indret fresc i ombrejat, atapeït de grans arbres alts entre els quals la llum es feia més profunda.”

El sentimiento de profunda comunión con la naturaleza hace que Ray experimente la sensación de algo vivido con anterioridad en medio del bello paisaje:

 “Però jo tenia la impressió que ja havia vist –una altra tarda, feia molt de temps- aquell sender, els Prats, les roques, els tramussos i les roselles; que havia vist el tumultuós rierol amb el tronc caigut que li feia de pont i la verdor del fons. En el meu cor hi havia quelcom d’indescriptiblement partit, com si amb anterioritat ja hagués viscut i caminat per aquell sender amb un companu bodhisattva, però en el curs d’un viatge potser més important; em venien ganes de deixar-me caure en un marge i de reocrdar-ho tot”.

El hombre natural, que encuentra su sitio en el seno de la naturaleza, siente que pertenece a este mundo, no al opuesto, que es el de la civilización y el de la ciudad. Esa conciencia se mantiene a lo largo de la novela como un hilo conductor que le proporciona unidad temática. Los jóvenes disfrutan de la escalada y de las sorpresas que les va deparando el trayecto por los imponentes paisajes. La prosa de Jack Kerouac, a través de la visión de Ray,  nos transmite una mirada inocente y pura sobre la naturaleza solitaria y agreste, alejada de la civilización, tal como la buscan los jóvenes protagonistas. La naturaleza es percibida como algo sagrado y trascendente:

“- Quin silenci!- vaig exclamar.
-Sí señor. Saps? Per a mi, una muntanya és un Buda. Pensa en la seva paciencia. Centenars de milers d’anys immòbil al seu lloc, en un silenci perfecte i com si en aquest silenci pregués per tots els éssers vius, tot espeerant que posem terme a les nostres agitacions i ximpleries.

Continuamente aparece el contraste entre civilización y naturaleza. Los personajes se encargan de ello. La naturaleza se convierte así en un valor supremo, conscientemente buscado y exaltado. La belleza sobrecoge el corazón de Smith y lo llena de felicidad. Su mirada sobre el paisaje y sobre las experiencias vividas en él es inocente y limpia, receptiva y positiva:

 “En tota la meva vida no havia conegut un moment tan feliç com el que vaig pasar seguint el sender dels cérvols tot sol, […] Em sentia profundament agraït per tot.

Con el relato de la visita a casa de Sean Monahan y su esposa, Ray nos presenta el ideal de vida natural, autosuficiente  y austera en medio del entorno natural. El contraste entre la vida libre del vagabundo en medio de la naturaleza y la vida de quienes viven atados a un trabajo reglado en el medio urbano y se dedican a ganar dinero se refleja de nuevo en el encuentro de Ray con Beaudry, un camionero que le lleva durante una parte de su trayecto. Gentes como Beaudry  tienen bienes materiales, pero carecen de libertad.

Cuando Ray se va de casa de Sean, después de pasar dos días con Japhy, que se marcha a Japón, se encamina hacia las montañas de la zona de Seatle para trabajar como guardabosque en el monte Desolación.  Durante el trayecto, Ray no tiene ojos más que para la belleza de cuanto se ofrece a su paso:

 “Aquell torrent de puresa que tenia als peus era obra de les muntanyes serenes. El sol brillaba en els remolins, on alguns troncs s’encaraven amb el corrent. Els ocells volaven a tocar de l’aigua, buscant peixos somrients i amagats que tan sols ocasionalment i de sobte saltaven de llur element, arquejant l’esquena i tornant a caure en el corrent. […] Era un riu de meravella, el buit de l’eternitat daurada que s’omplia d’olors de molsa, escorces, branques i fang; davant  els meus ulls feia desfilar visions ululants i misterioses, tot i tractar-se d’un indret tranquil i perenne, cobert d’arbres que s’enfilavan pels vessants i de clapes de sol dansaires.”

La vida en la montaña solitaria, en el ambiente duro y helado del entorno donde se halla su cabaña, es para Ray una prueba y a la vez la comprobación de que puede vivir por sí mismo en tales condiciones. Es una experiencia que le hace feliz, y, por ello, siente una enorme gratitud. Cuando finaliza su estancia en la cabaña, es consciente de que ha vivido en la Arcadia soñada y de que gracias a esta experiencia ha vivido fuera de “este” mundo:

Vaig tombar-me un altre cop i vaig prosseguir la meva davallada pel sender, de nou cap a aquest món.”

En cuanto al estilo, la prosa de Jack Kerouac es fresca, concisa, esencial, despojada de todo lo superfluo. El autor posee un magistral dominio del ritmo narrativo, que logra mantener la atención del lector en todo momento, a pesar de los abundantes fragmentos narrativos. Las descripciones adquieren pleno sentido en medio de la narración y participan también del ritmo ágil y de la misma tensión narrativa, nunca se hacen pesadas. Constituyen un elemento esencial de la novela, pues en ellas se concreta y se materializa buena parte del tema principal  de la obra.

Como os decía al principio, la novela es preciosa, y mi recomendación es que la leáis sin prejuicios, sin hacer caso de sinopsis superficiales y llenas de estereotipos. Lo esencial es el encuentro entre el lector y la obra y las ideas y sensaciones que surgen de esa comunicación. La literatura ofrece siempre una radiografía ideológica de cada momento y nos permite un acercamiento y una comprensión de la sensibilidad de las personas que viven en un período histórico determinado.

sábado, 5 de enero de 2013

Poema del mes. Enero: Pablo Neruda


El mes de enero es la puerta del año. Nos invita a la esperanza de algo mejor.  En el paso de un año a otro hay siempre algo que muere para que lo nuevo pueda nacer. Es el poder de los ciclos de la naturaleza que el ser humano lleva incorporados en sus esquemas mentales, aunque a veces nos cueste reconocerlo, tan distintos llegamos a sentirnos del mundo natural,  como si fuéramos algo aparte de la naturaleza.

Creo que este bonito poema de Pablo Neruda, perteneciente al libro Estravagario (1958), está en perfecta sintonía con esa relación profunda entre el ser humano y la naturaleza. Me gusta especialmente la  breve evocación del invierno y la imagen quede sí mismo nos ofrece, sumido en  el recogimiento y el silencio que incuban una explosión de vida.


PIDO SILENCIO

AHORA me dejen tranquilo.
Ahora se acostumbren sin mí.

Yo voy a cerrar los ojos.

Y sólo quiero cinco cosas,
cinco raíces preferidas.

Una es el amor sin fin.

Lo segundo es ver el otoño.
No puedo ser sin que las hojas
vuelen y vuelvan a la tierra.

Lo tercero es el grave invierno,
la lluvia que amé, la caricia
del fuego en el frío silvestre.

En cuarto lugar el verano
redondo como una sandía.

La quinta cosa son tus ojos,
Matilde mía, bienamada,
no quiero dormir sin tus ojos,
no quiero ser sin que me mires:
yo cambio la primavera
por que tú me sigas mirando.

Amigos, eso es cuanto quiero.
Es casi nada y casi todo.

Ahora si quieren se vayan.

He vivido tanto que un día
tendrán que olvidarme por fuerza,
borrándome de la pizarra:
mi corazón fue interminable.

Pero porque pido silencio
no crean que voy a morirme:
me pasa todo lo contrario:
sucede que voy a vivirme.

Sucede que soy y que sigo.

No será, pues, sino que adentro
de mí crecerán cereales,
primero los granos que rompen
la tierra para ver la luz,
pero la madre tierra es oscura:
y dentro de mí soy oscuro:
soy como un pozo en cuyas aguas
la noche deja sus estrellas
y sigue sola por el campo.

Se trata de que tanto he vivido
que quiero vivir otro tanto.

Nunca me sentí tan sonoro,
nunca he tenido tantos besos.

Ahora, como siempre, es temprano.
Vuela la luz con sus abejas.

Déjenme solo con el día.
Pido permiso para nacer.