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lunes, 11 de julio de 2016

Miguel Hernández: El labrador de más aire

El último libro del club de lectura en el cual participo ha sido El labrador de más aire, de Miguel Hernández, obra escrita en 1936 y publicada en 1937. Miguel Hernández es, sobre todo, poeta, y su producción dramática, de valor desigual, no alcanza el nivel de sus poemas, aunque de ningún modo puede negársele valor literario, que lo posee, sin duda.

El labrador de más aire ha sido considerada teatro social. Podemos situar esta obra en el contexto del teatro poético renovador anterior a 1939. Se trata de un drama rural en verso, con tintes de tragedia, en el cual destacan inmediatamente la influencia de dos obras de Lope de Vega, Fuenteovejuna y El comendador de Ocaña, y la de la lírica primitiva española en lo referente al simbolismo de las flores y frutos,  del mes de mayo y del toro en relación con el amor. Otros elementos simbólicos, como los cuchillos, las tareas de labranza o el arado dotan el texto dramático de significado y descartan cualquier sospecha de costumbrismo en la representación dramática de la vida de los labradores.

El argumento se nutre de dos conflictos. El primero, el amor que siente Encarnación por Juan, enamoradizo y deseado por todas,  es problemático a nivel personal y familiar, pues son primos.  Además, a lo largo de la obra vemos que todos aman a quien no les ama. El segundo conflicto se da con la llegada al pueblo de don Augusto, el dueño y señor de todo, acompañado de su hija Isabel, de la cual Juan se enamora. Don Augusto se comporta como un déspota y un tirano que rompe la armonía de la vida pura y natural de los labradores del lugar, introduciendo en ella la violencia y las bajas pasiones que la quebrarán trágicamente.

Cuando llegan don Augusto e Isabel, se instalan en casa de Blasa, madre de Juan y tía de Encarnación. Estos dos personajes son gente de ciudad que ignora y desprecia la vida y los ritmos de la gente del campo. La propiedad rural es solo un recurso económico que debe proporcionar riqueza y estar siempre al servicio del señor, que además pretende someter a su capricho las vidas de los hombres y mujeres que trabajan en sus tierras. Blasa, por su parte, se identifica totalmente con la vida de aldea y con Castilla.

 Tenemos, por tanto, dos visiones y dos modos de conducta opuestos y enfrentados. Lo mismo que en la lírica primitiva castellana, el ser humano y sus sentimientos e historias de amor aparecen integrados en los ciclos de la naturaleza y marcados por las tradiciones que de estos se derivan. Los labradores y sus mujeres son presentados como “seres naturales”, unidos a la tierra a la cual pertenecen, como los otros seres vivos. Don Augusto y su hija son los “poderosos”, similares a los de las obras de Lope, que rompen la armonía, introducen el caos y la injusticia. Es precisamente la conducta de don Augusto, que representa claramente al explotador del trabajador del campo, del que no duda en abusar y aprovecharse para sus malas intenciones, la que despierta en Juan la reivindicación de justicia social y de respeto por el trabajo del campesino.

Hay, no obstante, un desequilibrio en la obra que, en mi opinión, impide que la podamos considerar plenamente una obra de contenido social. Ello se debe a que toda la parte argumental referida a las historias de amor de los personajes, principalmente de Juan y de Encarnación, y de los conflictos que de ellas se derivan tenga muchísimo más peso y más desarrollo en el drama que los hechos que se producen a consecuencia de la actuación de don Augusto, de Isabel y de Alonso, peligroso rival de Juan. Además, el final de la obra, en el que don Augusto y Alonso sacan mutuo provecho para vengarse de Juan, está marcado por las pasiones y los sentimientos de los personajes, más que por cuestiones de tipo social, que tienen escaso despliegue.

Se trata, en mi opinión, de un drama con final trágico que no alcanza el nivel de tragedia. Es cierto que aparece el coro en la figura colectiva de labradores o labradoras, pero sus intervenciones no aluden principalmente a cuestiones de amor. Juan, por su parte, es el perfecto labrador que se halla más implicado y actúa más en los asuntos amorosos que en los sociales. Aunque en algunos momentos, sus afirmaciones y su autodefinición como hombre libre frente al poder pueden hacernos pensar otra cosa. En su final,  rápido y repentino, por lo demás, su insumisión queda diluida por la alianza entre el poderoso y Alonso, que toda la vida ha envidiado a Juan y le odia a muerte.

A diferencia de las obras de Lope, no hay en El labrador de más aire un personaje con poder reconocido y aceptado por todos que restaure el orden alterado por el poderoso injusto y tiránico. Este es un aspecto temático de la obra que también carece de desarrollo. El hombre puro y natural está indefenso ante la injusticia, la prepotencia y la crueldad del poderoso: el hombre está solo frente al mal. Juan, como personaje, carece de esa conciencia, lo cual le resta protagonismo trágico.

Encarnación, en suma, aunque la obra lleve por título El labrador de más aire, es el personaje más coherente de principio a fin, más completo y más real de entre cuantos aparecen. Las palabras finales de Encarnación constituyen un bello texto que recuerda las de Melibea. Mi opinión es que pesa más el oficio de poeta que el de dramaturgo, y que probablemente las circunstancias de la vida de Miguel Hernández y de su compromiso político y social propiciaron la creación de una obra marcada por la inmediatez, que aunque no se sitúa en lo mejor de su producción, se lee disfrutando de la palabra de un gran poeta.

Si alguien está interesado en ver un documental interesante y bonito sobre la vida de Miguel Hernández, que se rodó para conmemorar el centenario de su nacimiento, aquí incluyo el enlace siguiente de RTVE:


Este comentario que acabáis de leer, si habéis tenido la paciencia de seguirme, es fruto de una lectura placentera e interesada de verdad por la obra de un poeta genial a quien admiro profundamente. No me extiendo más en temas que podría comentar para completar esta opinión, pues si quieres que te lean en el blog, no canses al personal. ¡Hasta pronto!


domingo, 3 de julio de 2016

La resurrección de Lázaro en la poesía. Luis Cernuda y Ponç Pons


He leído el último libro del poeta menorquín Ponç Pons, Camp de bard. Obra magnífica, como era esperable, en la que encontramos un capítulo titulado "Versions  d’Història Sagrada". El poema XIV-"Llàtzer" pertenece a este apartado. Un texto de otro gran poeta, Luis Cernuda, lleva el mismo título, "Lázaro", incluido en Las nubes (1937-1940). La lectura del primero me hizo sentir el eco del segundo y me invitó a releerlo y a compararlos.

En ambos textos  la voz del yo poético es la de Lázaro. El milagro de la resurrección es relatado desde la percepción del propio Lázaro. ¿Cómo se enfoca el tema de la resurrección? ¿Cómo se siente Lázaro en la muerte? ¿Qué supone para él el retorno a la vida?

"Lázaro" de Cernuda es un poema largo, de 12 estrofas, en el que el personaje comienza refiriéndose a lo que le explicaron de su propia resurrección: “Así lo cuentan ellos que lo vieron”.

A partir de la segunda estrofa Lázaro se demora en la evocación de sus recuerdos de la resurrección, en las sensaciones de su cuerpo y de su alma. La muerte es un suelo en el que está depositado y el milagro es el despertar forzado que le arranca de la tierra fría devolviéndole la tibieza en la sangre: “Era otra vez la vida”. Una vida que Lázaro ya no desea. Sumido aún en el sueño de la muerte entreoye algo de “nuevo nacimiento”, que para él no es tal. Siente cómo le desamortajan y el golpe duro de la luz del sol. Le inunda el deseo de quedarse dónde estaba, de regresar a la muerte.

“La luz me remordía
y hundí la frente sobre el polvo
al sentir la pereza de la muerte "(v 47-49)

Entre los testigos del milagro de la resurrección, al comenzar el día y apagarse la llama que ilumina la escena, se hace patente la presencia de Jesús, a quien no se nombra:

Entonces, hondos bajo una frente, vi unos ojos
llenos de compasión, y hallé temblando un alma
donde mi alma se copiaba inmensa,
por el amor dueña del mundo.” (v 65-68)

Lázaro no puede resistirse a su llamada: “Y en mí no estaba ya sino seguirle”( v 78). Sin embargo, vivir es ahora un esfuerzo. La vida carece de aliciente y estando otra vez vivo, se siente muerto. Vivir es una carga pesada para la que Lázaro no se siente con fuerzas y por eso reza pidiendo ayuda para soportarla y cumplir la función para la que es requerido.

Trabajando, no por mi vida ni mi espíritu,
mas por una verdad en aquellos ojos entrevista

La confianza en esa verdad entrevista en la mirada de Jesús le lleva a compararse con el lirio del campo que germinando bajo tierra un día estalla en la gloria de la luz. Digamos, en suma, que Lázaro de Cernuda acepta la carga de la vida porque en su corazón ha prendido la llama del mensaje trasmitido por los ojos de Jesús.

"Llàtzer" de Ponç Pons es un poema breve, de dos estrofas de 8 y 7 versos respectivamente. Rezuma rebeldía del hombre que ha hallado un horizonte más amable en la muerte, de la que Dios le ha obligado a salir:

I m’adon que no tenc
més futur que la vida.”

Visión desencantada y nihilista de la vida, consciencia de la nada después de la muerte, percepciones terribles transmitidas con unas breves y punzantes palabras:

i ara sé, descregut,
que després de la mort
tot és fosca i oblit,
no hi ha res més que absència”.

No hay encuentro  con otro ser capaz de lograr que Lázaro realice el esfuerzo de vivir; no hay mensaje ni luz, solo la nada, el no ser, “absència”.

A pesar de las diferencias formales y de enfoque entre los dos poemas, ambos tienen en común la idea de la muerte como un bienestar del que Lázaro es arrancado en contra de su voluntad por la fuerza del milagro. En "Llàtzer" la divinidad actúa como fuerza omnipotente al margen del ser humano, a quien somete a su capricho. No es un dios entre las personas, como el Jesús no nombrado del poema de Cernuda, ni hay una apuesta por el hombre que merezca el sacrificio o la entrega a un ideal.

Entiendo que el tema, el personaje bíblico de Lázaro, es utilizado por ambos poetas a modo de símbolo que encarna, desarrolla y representa de forma muy distinta tres visiones: la de la vida, la de la muerte y la de la divinidad. En el poema de Ponç Pons el hombre está solo en la tierra y en el paisaje. La divinidad es algo ajeno y hostil. Para Cernuda, el ser que obra el milagro de la resurrección es alguien con un proyecto por el que Lázaro realiza el esfuerzo de vivir.

Los textos de Luis Cernuda y de Ponç Pons se insertan en la tradición literaria universal que encuentra inspiración en los libros, temas o personajes de la Biblia. Unas obras nos conducen a otras. ¿Por qué no leer el texto bíblico sobre el milagro de la resurrección de Lázaro en el Evangelio de San Juan? Es interesante adentrarse un poco en el relato evangélico que da pie a la recreación literaria de este personaje y a su transformación en símbolo de algo que trasciende una creencia religiosa  porque alude a la condición humana y sus inquietudes intemporales.


domingo, 14 de febrero de 2016

El anuario poético: una definición

Llevo un montón de entradas con la etiqueta de anuario poético. Creo que debo tratar de definir el concepto y profundizar un poco en él.

En mi opinión, un anuario poético puede ser una antología de poemas que contienen alguna referencia a los meses del año o  a las estaciones. En  estos textos los autores expresan las sensaciones, sentimientos, percepciones, ideas, evocaciones, etc. que los meses del año o las estaciones provocan en ellos. Otra posibilidad es escoger mensualmente un poema para darle un cierto relieve, por razones estrictamente particulares, no porque en el texto se mencione un mes o una estación.

Como toda antología es siempre una selección personal y no puede abarcar nunca la totalidad, el anuario que cada uno elabore contendrá evidentemente un gran abanico de posibilidades. El motivo literario del mes o la estación aparecerán probablemente integrados en otros temas más amplios, pero puede suceder también que lo que en algunos poemas sea un motivo, en otros se convierta en tema.

Creo que puede considerarse el anuario poético desde varias perspectivas. En primer lugar, y desde el punto de vista del poeta, su visión acerca del reflejo del paso del tiempo sobre la naturaleza, como en este poema de Juan R. Jiménez (Segunda antolojía poética):

OCTUBRE
A través de la paz del agua pura,
el sol de dora al río sus verdines;
las hojas secas van, y los jazmines
últimos, sobre el oro a la ventura.
El cielo, verde, en la más libre altura
 de su ancha plenitud, deja los fines
del mundo en un estremo de jardines
 de ilusión. ¡Tarde en toda tu hermosura!
¡Qué paz! Al chopo claro viene y canta
un pájaro. Una nube se desvae
sin color, y una sola mariposa,
luz, se sume en la luz…
                                     Y se levanta
de todo no sé qué hálito, que trae,
 triste de no morir aún más, la rosa.

 La huella que un mes o una estación causa en su ánimo, como por ejemplo en este poema de F. García Lorca, que se refiere a los meses de noviembre y abril (Canciones y primeras canciones):

CANCIÓN DE NOVIEMBRE Y ABRIL
El cielo nublado 
pone mis ojos blancos.

Yo, para darles vida,
les acerco una flor
amarilla.

No consigo turbarlos.
Siguen yertos y blancos.

(Entre mis hombros vuela
mi alma dorada y plena.)

El cielo de Abril
pone mis ojos de añil.

Yo, para darles alma,
les acerco una rosa
blanca.

No consigo infundir
lo blanco en el añil.

(Entre mis hombros vuela
mi alma impasible y ciega.)

O la vinculación entre un momento del año y una anécdota o historia personal, como en el famosísimo "Romance del prisionero", perteneciente al Romancero Viejo.

En segundo lugar, cabe resaltar la perspectiva del lector que escoge un poema. ¿Por qué lo ha elegido? ¿Qué impresión le ha causado? ¿Qué le comunica tal o cual poema? Otra posibilidad es considerar los poemas del anuario como textos vinculados a una tradición poética, bien porque la siguen, bien porque rompen con ella.

Meses del año o estaciones, tanto da, porque en el fondo de estos poemas late la conciencia del paso del tiempo. Otro asunto es cómo se expresa esa vivencia que forma parte de la condición humana. La literatura, no obstante, no es la única de entre las artes que centra su atención en el paso del tiempo: existen numerosas obras pictóricas que abundan en el mismo tema.

domingo, 31 de enero de 2016

Miguel de Cervantes, IV centenario

Al cumplirse el IV centenario de la muerte de Miguel de Cervantes Saavedra, puesto que el gobierno de España no le dedica la atención debida a través de un programa que ponga de relieve su grandeza como escritor y divulgue su obra y sus valores como merece, creo que los devotos de la literatura podemos a nuestro modo dedicarle nuestro homenaje leyéndole y comentando sus textos que nunca se agotan. Es la forma de reafirmar que está siempre vivo, que después de cuatrocientos años nos sigue interesando, porque, como todos los clásicos, nunca acaba de decir lo que tiene que decir. 

Del Quijote seguramente se ha dicho todo ya. Los estudiosos y los críticos llevan siglos estudiándolo y destacando su valor e importancia. Cualquier calificativo para esta novela sería mera repetición de la infinidad de adjetivos con que se ha intentado caracterizarla y definirla. Resultaría gratuito, redundante y pesado, y además es innecesario. Un lector corriente como yo ¿qué puede hacer sino leer y disfrutar con las peripecias de don Quijote y Sancho y con el texto en sí? A lo sumo, escribir un comentario personal de algún fragmento, sin  otro ánimo que el de destacar un aspecto concreto que  interesa o llama la atención y, de paso, pero no asunto de menor importancia, intentar informarse y profundizar un poco sobre los temas y valores literarios de esta obra que situó a Miguel de Cervantes en la posición que ocupa en las letras universales.

Uno de los fragmentos que me llamaron la atención cuando leí el Quijote por primera vez es aquél en que el personaje, en su primera salida, en el capítulo II, imagina qué dirá sobre él el sabio que en un futuro ponga por escrito sus hazañas. Don Quijote es pura pasión por la literatura. Todo lo vive en clave literaria, de tal modo que no solo se lanza a vivir una vida literaria imitando a sus admirados caballeros andantes, sino que además se ve a sí mismo convertido en héroe literario, en protagonista de una novela como las que le han sorbido el seso.

“Yendo, pues, caminando nuestro flamante aventurero, iba hablando consigo mesmo y diciendo:
—¿Quién duda sino que en los venideros tiempos, cuando salga a luz la verdadera historia de mis famosos hechos, que el sabio que los escribiere no ponga, cuando llegue a contar esta mi primera salida tan de mañana, desta manera?: «Apenas había el rubicundo Apolo tendido por la faz de la ancha y espaciosa tierra las doradas hebras de sus hermosos cabellos y apenas los pequeños y pintados pajarillos con sus harpadas lenguas habían saludado con dulce y meliflua armonía la venida de la rosada aurora, que, dejando la blanda cama del celoso marido, por las puertas y balcones del manchego horizonte a los mortales se mostraba, cuando el famoso caballero don Quijote de la Mancha, dejando las ociosas plumas subió sobre su famoso caballo Rocinante y comenzó a caminar por el antiguo y conocido campo de Montiel».
Y era la verdad que por él caminaba. Y añadió diciendo:
—Dichosa edad y siglo dichoso aquel adonde saldrán a luz las famosas hazañas mías, dignas de entallarse en bronces, esculpirse en mármoles y pintarse en tablas, para memoria en lo futuro. ¡Oh tú, sabio encantador, quienquiera que seas, a quien ha de tocar el ser coronista desta peregrina historia! Ruégote que no te olvides de mi buen Rocinante, compañero eterno mío en todos mis caminos y carreras.”

La imitación de los modelos caballerescos por parte de don Quijote no se limita solo a la indumentaria y al deseo de vivir aventuras como las de sus personajes preferidos, sino que él mismo, en su imaginación,  se sitúa en el punto de vista narrativo de un hipotético relator de sus futuras hazañas y en el lenguaje y estilo literario que supuestamente empleará, que no es sino el de los libros de caballerías. Un estilo que es el que el propio don Quijote utilizará para expresarse en la primera parte de la novela siempre que se halle ante alguna aventura o posible hazaña y que contrastará con el registro lingüístico empleado fuera de estas heroicas vivencias.

Madame Bovary padece la misma dolencia: la ilusión por vivir una vida literaria, romántica en su caso. Ella misma, como don Quijote, se erige en artífice de una biografía que sigue un modelo literario, aunque sean otros los valores que la impulsan. En el fondo de ambos late el deseo de una vida distinta, ideal y más satisfactoria y elevada que la que les ha tocado vivir.

Estoy tan marcada por la novela, por el cine, por las canciones, por la poesía, que no puedo dejar de comprender a don Quijote y de sentirme un tanto identificada con él. Quienes vivimos empapados de libros, poemas, letras de canciones e historias de películas, no somos ajenos a este afán. Quiero decir con ello que la pasión por la lectura o por el cine imprime una cierta perspectiva en el enfoque de la propia vida. A veces me pregunto qué tendrán en la mente las personas a quienes no les gusta leer o que no ven películas. Pregunta tonta, ya lo sé, pero me parece  indudable que la afición a la lectura, queramos o no, marca nuestras vidas, llena nuestras mentes en muchos momentos y existen historias que nos gustaría vivir. Incluso podemos plantearnos alguna vez cómo sería nuestra vida narrada, qué se diría de nosotros convertidos en personajes de novela. Como don Quijote.  

domingo, 17 de enero de 2016

Haruki Murakami: Al sur de la frontera, al oeste del sol

He releído esta preciosa novela de Haruki Murakami en su edición catalana, L’amant perillosa. Al sud de la frontera, a l’oest del sol. La leí por primera vez hace poco más de diez años y me encantó, pero fue una lectura rápida, durante un viaje. Al volver sobre ella, la he leído de otra forma, con intención de fijarme más en los personajes, en el argumento y ver dónde reside la poesía que desprende esta obra literaria. No me ha defraudado.

La novela es de 1992. Se trata de un relato autobiográfico en el cual Hajime, el protagonista, evoca su pasado en relación con la historia de amor vivida con una misteriosa mujer que dejó en él una profunda huella. Adopta la forma  de bildungsroman, o novela de formación o de aprendizaje, en la que se narra el desarrollo y la evolución de un personaje. En Al sur de la frontera… las fechas son muy importantes, así como la edad del narrador y de los personajes principales en cada uno de los momentos clave de la historia. Hajime comienza con la fecha de su nacimiento y da una detallada descripción de sus orígenes familiares, de la clase social a la que pertenece por nacimiento, la clase media acomodada japonesa posterior a la Segunda Guerra Mundial.

Al sur de la frontera… es a la vez el relato de la educación sentimental de Hajime, siempre insatisfecho, marcada por dos hechos fundamentales: ser hijo único y compartir esta característica con Shimamoto, su mejor amiga del colegio de primaria, que cojea de la pierna izquierda como secuela de la poliomielitis.

Ya desde el principio, Shimamoto se nos aparece como “la mujer misteriosa”, rasgo que conservará a lo largo de la novela  y que dará tantos quebraderos de cabeza al narrador protagonista:  “Però jo veía en ella alguna cosa càlida i frágil amagada sota la superficie. Una cosa molt semblant a un unen jugant a fet i amagar: oculta en el seu interior però esperant que la trobessin. Era com una ombra que jo entreveía en les seves paraules i en la seva expressió.” Al comenzar la secundaria, Hajime y Shimamoto dejan de relacionarse y cada uno emprende un camino distinto. Este alejamiento será vivido por ellos de forma dolorosa, pues no es una relación cortada voluntariamente, sino fruto de las circunstancias y de los temores de ambos. Muchos años después volverán a encontrarse.

Hajime comparte con Shimamoto su afición por la música, elemento clave y recurrente en la obra. El título de la novela se basa en una canción de Nat King Cole: “En la distancia, Nat King Cole cantava “South of the border”. La cançó parlava de Mèxic, però en aquella época no en tenia ni idea. Les paraules “al sud de la frontera” feien un ressò misterios que em subjugava. Cada vegada que sentia aquella cançò empreguntava què hi devia haver al sud de la frontera.” Toda la música que se menciona, todo lo que escuchan los protagonistas, la que se toca en los bares de Hajime, es occidental, no japonesa. El jazz es su pasión musical. Al sur de la frontera… revela la admiración y la identificación con la cultura occidental en sus formas de vida y del arte.


La novela es un recuerdo y una valoración del pasado hecha desde el presente de Hajime adulto. Es un intento de explicación y de justificación de su situación actual. En el fondo late la búsqueda incesante de un amor que le satisfaga plenamente, del encuentro con la persona especial, búsqueda que le acompaña de forma permanente en las diversas etapas de su vida llevándole hacia relaciones que nunca llegan a cuajar, porque no le satisfacen completamente. Hajime busca siempre algo más en las chicas que conoce, busca en las otras algo de Shimamoto, que es su ideal.

Hajime es un soñador de factura romántica:  “Per a mi, la frontera que separa el món real i el dels somnis sempre ha estat vaga”. La forma en que se siente atraído por cierta clase de mujeres nace de la creencia en el amor como destino ineluctable: “El que m’atreu no é spas una bellesa externa i quantificable, sinó alguna cosa molt més profunda, absoluta. Igual com algunes persones tenen una passió secreta per les tempestes, els terratrèmols o les apagades de llum, a mi m’agrada aquesta cosa indefinible que algunes dones em dirigeixen secretament. A falta d’una paraula millor, diguem-ne “magnetisme”.És una força que estira la gent, que la xucla tant sí com no.”

Es algo que va más allá de lo cotidiano y convencional, una inclinación secreta a la búsqueda de lo absoluto y de lo imposible en la relación amorosa y en el ser de la mujer amada. No puedo evitar sentir el eco de una rima de Bécquer en la que el yo poético descarta a dos mujeres “reales” y se inclina por la amada imposible, por la mujer soñada. Hajime persigue este sueño, el fulgor de esa llama que encendió Shimamoto en su corazón a los doce años.

Relato de una educación sentimental y sexual, novela de reflexión y de toma de conciencia de sí mismo, sobre su carácter, su personalidad, su forma de encarar las circunstancias de la vida y las relaciones humanas, el trabajo y el ocio, Al sur de la frontera… es también un retrato de la vida cotidiana de la clase media acomodada del Japón, que ha asimilado e integrado mucho de la cultura occidental desde el final de la Segunda Guerra Mundial. De refilón, a través de un personaje secundario, el padre de su esposa Yukiko, se introduce una clara imagen de la conducta corrupta de algunos hombres de negocios japoneses que en connivencia con políticos también corruptos no resulta para nada extraña ni sorprendente, pues aquí en España ya la conocemos sobradamente, así como sus desastrosas consecuencias.

A la edad de treinta años Hajime se casa con Yukiko y su vida toma una senda segura y tranquila: una familia, la propiedad de dos bares elegantes donde se sirven cócteles y se toca diariamente música de jazz, seguridad económica… Esa vida que muchos envidiarían porque es la del que en apariencia lo tiene todo. Y sin embargo Hajime se siente insatifecho. Entonces aparece de nuevo la mujer misteriosa y todo toma un rumbo inesperado.

Aunque Al sur de la frontera... es novela contemporánea al cien por cien, hallamos en ella imágenes y temas literarios clásicos. Uno de ellos es la relación entre el amor y la muerte escondida tras el simbolismo de la segunda frase del título “al oeste del sol”. La amante misteriosa, la mujer  imposible en tanto que ideal, la naturaleza como lugar donde los amantes viven experiencias emocionales fuera de lo ordinario (representado por la ciudad), la pequeña urna funeraria que contiene las cenizas lanzadas al río con la esperanza de que lleguen al mar son otros de estos temas. Es inevitable la relación con el poema de Jorge Manrique que recoge el tópico literario de la vidas humanas como ríos “que van a dar en la mar, que es el morir”. Y no obstante, el simbolismo del mar contiene también la idea de lugar donde nace la vida o donde la vida permanece.

La novela de Murakami es una construcción literaria en la que no falta tampoco el ingrediente de la mujer que hiere al hombre que ama o que la ama, para completar esa imagen del amor de corte romántico.  En este caso, es preciso añadir que la propia Shimamoto cultiva a fondo su misterio. A punto está Hajime de ser devorado por la pasión y el deseo al entregarse a la vivencia de un amor que no puede alcanzar su culminación porque no tiene encaje en la vida real y cotidiana. La pasión amorosa que da vida a Hajime, al tiempo que le consume, no tiene cabida en la vida cómoda, familiar y tranquila. Pertenece al mundo de los sueños.


Al sur de la frontera, al oeste del sol es una novela que invita a la relectura y también al comentario. Su simplicidad, enmascarada bajo un lenguaje claro y directo, no exento de lirismo y emoción, esconde mucho tema y mucho arte. Murakami es un maestro de la narrativa contemporánea japonesa.

sábado, 26 de diciembre de 2015

"Flores de buganvilia", un poema de Eloy Sánchez Rosillo

 Estoy releyendo los libros de poemas de Eloy Sánchez Rosillo, el poeta con el que me siento más identificada en esta época de mi vida. Siempre me ha gustado. Desde que hace ya algunos años compré la antología poética Confidencias, no he dejado de leerle. En él hallo siempre un poema para cada momento, para cada estado de ánimo y, en cualquier caso, un bello y trabajado lenguaje poético.

No diré ahora nada de los temas que aparecen de forma recurrente, y que constituyen el eje de su poesía. Citaré tan solo el poema “Flores de buganvilia”, que figura en el libro Oír la luz (2008). Me he topado con él y he cortado un ramito de mi enorme trepadora que este invierno que acaba de empezar, después de un otoño con unas temperaturas inusualmente altas, conserva muchas de sus esplendorosas y abundantes flores.

No tienen ya el tamaño propio de la época de mayor floración, pero aún alegran y colorean el jardín. Las flores son pequeñas, como más debilitadas y con la textura propia del delicado papel de seda. La foto de estas flores tardías sobre la portada de los libros de poemas de Eloy Sánchez Rosillo ilustra este bonito poema que expresa el afán por captar la belleza de algo efímero antes de que pase el momento y ya no sea posible recobrarla.


FLORES DE BUGANVILIA

En el jarrón que hay sobre esta mesa
he puesto hace un momento unas ramas con flores
de buganvilia. No me fue posible
resistir el impulso de traerlas conmigo:
colgaban de la tapia de una casa
y al doblar una esquina me asaltaron los ojos.
No son apenas nada, poca cosa,
Pero cuánto acompañan.
                                                El  color
que las flores ostentan es un púrpura vivo,
y aún estando tan frescas, al tocarlas,
tienen un tacto quebradizo y seco.
Parecen mariposas de papel
que se hubieran posado en esas ramas
a descansar un poco.
                                    Por si alzaran
súbitamente el vuelo y luego se marchasen
de mi casa y mi vida para siempre,
las anoto deprisa en mi cuaderno.

El último verso remite a otro del mismo autor  ”y apunto emocionado en mi cuaderno” , del poema “Acerca del jilguero” y, cómo no, a otro verso célebre de Antonio Machado en el poema “A un olmo seco”: “olmo, quiero anotar en mi cartera/ la gracia de tu rama verdecida”. Es el motivo literario del poeta siempre atento a tomar nota de las cosas tocadas instantáneamente por la belleza y la magia, para que la palabra escrita y el verso les permitan perdurar. El poeta se convierte entonces en creador de imágenes que logran detener el tiempo.

martes, 15 de diciembre de 2015

Simbolismo de la granada

Planté un granado en mi jardín hace ya un par de años. Es pequeño aún. Este año ha echado hermosas flores que se han convertido en granadas con una buena apariencia, pero que no han resultado buenos frutos, porque no han madurado bien, o porque yo no lo he sabido cuidar debidamente, que muy bien podría ser.

 Lo cierto es que ahora, en el momento de empezar este invierno que ya veremos si lo será, por las temperaturas tan inusualmente altas que tenemos, sus hojas se han vuelto de un amarillo luminoso. Durante unos días el arbolito desprendía luz al mirarlo y ahora esas hojas van cayendo, dejando sus ramas desnudas y un tapiz entre amarillo y ocre en el suelo. Cuando estaba en plena floración saqué unas fotos de aquellas flores divinas, de un rojo anaranjado intenso que brillaban entre el verdor de las ramas.

Siempre me ilusionó tener un granado, más que para comerme sus deliciosos frutos, para tener este árbol que me recuerda siempre a otro: el granado de mi abuela, que era enorme y producía unas granadas que eran una delicia. ¡Esas sí que maduraban bien! Mi abuela vivía en el campo y, como eran otros tiempos, no tenía electricidad. Lavaba la ropa a mano bajo el granado. Era otra vida, otro mundo muy distinto del de ahora. Todos los granados y todas las granadas llevan en sí la imagen y el recuerdo querido de mi abuela.



Pero, aparte de los recuerdos personales, el granado es importante por el simbolismo atribuido a su fruto,  tan bello en su forma y en su colorido.

"Granada" procede del latín, malum granatum o manzana o fruta con granos. Según el Diccionario de los símbolos, de Jean Chevalier y  Alain Gheerbrant, la granada es un símbolo de la fecundidad que tiene diversas y amplias manifestaciones en distintas culturas. En la Grecia antigua es un atributo de Hera y de Afrodita. Tiene, además, un importante protagonismo en el mito de Perséfone, quien por haberlo comido fue condenada a pasar un tercio del año en los infiernos y los otros dos en el mundo de los vivos por un favor de Zeus. Representa claramente el proceso de la semilla que germina en el seno de la tierra y florece y da su fruto en la superficie.

En Roma el tocado de las novias está hecho con ramas de granado. En Asia y en África encontramos también este mismo simbolismo en diversas leyendas y creencias populares.

En la literatura mística cristiana del siglo XVI, San Juan de la Cruz en el Cántico espiritual (Canciones entre el alma y el Esposo) pone en boca de la Esposa:

Gocémonos, amado,
y vámonos a ver en tu hermosura
al monte o al collado
do mana el agua pura;
entremos más adentro en la espesura.          175

  Y luego a las subidas
cavernas de la piedra nos iremos,
que están bien escondidas,
y allí nos entraremos,
y el mosto de granadas gustaremos.            180

En el comentario dice el propio San Juan de la Cruz acerca del significado del mosto de granada que “Las granadas significa aquí los misterios de Cristo y los juicios de la sabiduría de Dios y las virtudes  y atributos de Dios, que del conocimiento de estos misterios y juicios se  conocen en Dios, que son innumerables” basándose en la forma de la fruta y en la cantidad y disposición de los granos en su interior.

Así tenemos, pues, uno de los innumerables ejemplos de cómo el ser humano atribuye significados simbólicos y metafóricos a los elementos de la naturaleza. Para mí es simplemente la manifestación clara de que en el fondo nos sentimos parte de esta naturaleza y por esta razón la dotamos de significado como hacemos con todo lo que nos rodea y con todo cuanto creamos.

Y volviendo al principio: a ver si el próximo año tengo más suerte o más habilidad en el cuidado de mi granado y la fruta está más rica.