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sábado, 22 de diciembre de 2012

Isak Dinesen: Cuentos de invierno


 Isak Dinesen, pseudónimo de Karen Blixen, es una autora mundialmente conocida y su libro de relatos Cuentos de invierno, un clásico de la literatura universal contemporánea. Después de muchos años, en los que mi admiración por esta escritora no ha hecho sino crecer, he releído los bellos relatos que componen el libro. Me han emocionado como la primera vez y me han interesado doblemente. Ante una obra tan conocida, y sin la pretensión de aportar nada sustancialmente nuevo, me centraré en el comentario de algunos puntos que, personalmente, me parecen significativos y me han interesado a lo largo de la lectura.

Isak Dinesen escribió Cuentos de invierno durante la ocupación alemana de Dinamarca. La obra fue publicada en 1942. A diferencia de Siete cuentos góticos, la mayoría de historias transcurren en Dinamarca total o parcialmente. Once cuentos componen el libro: El joven del clavel, El acre del dolor, La heroína, Cuento del joven marinero, Las perlas, Los invencibles dueños de esclavos, El niño soñador, Alkmene, El pez, Peter y Rosa y Un cuento consolador.

Las historias narradas se sitúan siempre en el pasado, nunca en la época de la autora: de algunas nos dice la narradora que ocurrieron en el siglo XIX; de otras,  en un pasado lejano sin precisar. No hay argumentos o personajes contemporáneos. Probablemente, esta característica los sitúa en una dimensión intemporal, donde lo que realmente cuenta es el conflicto ante el que se encuentran los personajes y la forma en que lo experimentan.

Varios temas destacan en la colección de cuentos: el destino, el niño de origen incierto que es adoptado y se desarrolla en una nueva familia, el artista y su esencia, los sueños, la antítesis entre la tierra y el mar y el anhelo por seguir el propio camino.

El tema del destino, el de cada ser humano, es uno de los más poderosos y recurrentes en la obra de Isak Dinesen. Destino no significa fatalidad, algo que marca y condiciona previamente a los personajes, sino algo con lo que uno se encuentra en un momento decisivo de la vida. Algo que sin duda es la propia verdad, aquello ante lo que hay que responder si uno no quiere traicionarse. Así, en El acre del dolor, el joven  a través del cual conocemos el sacrificio que realiza una madre para salvar a su hijo se siente partícipe de una circunstancia que le impresiona profundamente:

 “Si las cosas hubiesen sucedido de manera diferente, si su primo no hubiese muerto, y los acontecimientos consiguientes a su muerte no le hubiesen traído a él a Dinamarca, su búsqueda de la comprensión y la armonía podía haberle empujado hacia América, y haber encontrado ambas cosas allí, en las selvas vírgenes de un mundo nuevo. En cambio, se le habían revelado hoy en el lugar donde había jugado de pequeño. Del mismo modo que la canción se aúna con la meta, el mismo modo que los amantes se funden en un abrazo, así el hombre se aúna con su destino, y lo amará como a sí mismo.”

En el momento en que los personajes conocen el rostro de su destino y lo aceptan, se someten a algo más grande que ellos mismos. Es el caso, por ejemplo, de Peter y Rosa, los protagonistas de uno de los cuentos más bonitos.

En Peter y Rosa, en El niño soñador y en Alkmene nos encontramos con el tema del niño abandonado o perdido que encuentra un hogar en el que crece y es educado, pero que no es su verdadero lugar en el mundo. El niño soñador es un cuento que compendia varios temas: el del niño perdido que intuye sus orígenes y la vida le hace el regalo de devolverle supuestamente a su sitio y a su familia; el del amor apasionado oculto bajo la apariencia de serenidad y contención; y el tema de la muerte,  una vez que se logra aquello  tan ansiado. El protagonista del cuento es un poeta, nos dice la narradora. Tiene una sensibilidad especial. ¿Quién es el poeta, desde la perspectiva de este cuento? Es el niño, que sabe comunicar la verdad, la belleza, el encanto, y todos en su casa se han encariñado con él, y él les ha cambiado la vida. El niño soñador, el poeta,  pues, posee un don: comunica  la belleza total.

Cuento del joven marinero, por su parte, contiene todos los ingredientes del cuento maravilloso. Probablemente se halle inspirado en algún cuento popular danés. Es un relato absorbente, que desde el primer momento sumerge al lector en un ambiente y en una atmósfera intensos y de gran plasticidad y belleza.

Peter, de Peter y Rosa,  y el protagonista de Cuento del joven marinero sienten una poderosa atracción por el mar. Para ellos representa su verdad y su libertad. Es lo que les vincula con la esencia de  la verdadera vida, opuesta a la vida en tierra, entre los campesinos. Incluso las pescaderas son la antítesis de las campesinas:

Estas pescaderas pertenecían a una raza vigorosa y activa: recorrían veinte millas, cargadas como mulas, hiciera el tiempo que hiciese, y regresaban a casa a guisar para el marido y una docena de críos. Eran listas y chismosas, se sentían a sus anchas en todas las casas, y preferían  su profesión ambulante a la de la campesina, atada al establo o a la mantequera, y a la de la mujer del párroco.

Otra particularidad de estos Cuentos de invierno es que los protagonistas de los relatos o bien son niños, o son jóvenes. Sin embargo, hay en ellos algo que les hace sentirse extraños en el ambiente en el que se mueven o en el que están creciendo. Ni la joven de Las perlas, ni Alkmene, ni el príncipe de Un cuento consolador, por ejemplo, se sienten en el lugar que les corresponde. Buscan algo más, o buscan algo de acuerdo con sus sueños.

Los relatos de Cuentos de invierno son cuentos morales y ejemplares en el sentido cervantino, con una dimensión ética respecto al propio individuo, en los que hallamos personajes que reflexionan sobre los misterios de la vida y del destino humano, que se plantean y se cuestionan su manera de actuar y de estar en la vida. Algunos se encuentran cara a cara con situaciones en las que se les revela su destino y poseen la limpieza de alma necesaria para aceptarlo y disolverse en su verdad. 

Karen Blixen fue una narradora nata. Con sus historias disfrutamos del placer de que nos cuenten y de conocer personajes que a su vez cuentan otras historias y con ellos nos adentramos en relatos llenos de meandros y sinuosidades, donde lo principal es el gusto por la historia y por el disfrute de una  prosa bella y sugerente. Como muestra del estilo de la escritora, valga este texto  de una hermosa descripción en El niño soñador:

Habían llegado al final del bosque. Desde la entrada dominaban una gran perspectiva de paisaje despejado. Después de la oscuridad verdosa de la floresta, el mundo exterior  parecía increíblemente claro, y como blanqueado por la luminosa borrosidad del mediodía. Pero al cabo de un rato, los colores del campo, de los prados y de los grupos dispersos de árboles se definieron a sus ojos uno tras otro. Había un azul desvaído en el firmamento, con débiles cúmulos blancos y nubes sonrosadas a lo largo del horizonte. El centeno verde estaba a punto de espigar; donde el dedo de la brisa lo tocaba, corrían largas, suaves olas a lo largo del suelo. Las casitas con techumbre de paja de los campesinos emergían de la tierra ondulante como pequeños islotes cuadrados y encalados; alrededor de ellas, los setos de lias sostenían su follaje claro y, en lo alto, racimos de flores pálidas. Oyeron el rodar de un carruaje a lo lejos, y por encima de sus cabezas, el canto incesante de innumerables alondras.

Karen Blixen es una autora que merece la pena conocer. Quedarse solamente con la anécdota que proprociona la película Memorias de África, aunque sea bonita, resulta algo pobre, pues supone conformarse con la imagen tópica que el cine nos ha dejado de ella. Es preciso leerla. Solo así podemos conocer algo de esa magnífica escritora y mujer excepcional.

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