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lunes, 27 de junio de 2011

Asne Seierstad: El librero de Kabul

El único libro sobre Afganistán que había leído hasta ahora es Caravanas y de eso hace una eternidad. Recuerdo que no podía dejarlo ni un momento y que me causó  una viva impresión. El librero de Kabul, de Asne Seierstad, me lo he leído en dos días y he disfrutado con él. No es una novela, aunque en algunas webs aparece clasificado como tal, sino el relato de las anécdotas, situaciones, escenas, vivencias y testimonios proporcionados por una familia afgana. Cuenta la autora en el prólogo que conoció a un librero de Kabul, Sultán Khan en el libro, quien le invitó a su casa y le presentó a su familia. Se encontró con unas personas y con un  ambiente que despertaron en ella el deseo de escribir un libro sobre Afganistán y su gente. Sultán Khan y su familia accedieron a que Asne Seierstad viviera con ellos una temporada con el objetivo de recabar información para su libro.
Es la historia, y también las historias, de una familia que no es del todo típica, pues no se trata de gente del campo, sino de ciudad, de Kabul. Es gente como de clase media en lo que es la sociedad afgana, pues algunos miembros tienen estudios, inquietudes culturales, algo de dinero y no pasan hambre, aunque la casa donde viven dista mucho de corresponderse con lo que en Occidente se considera la vivienda de una familia de clase media. Sultán Khan, el librero, compra y vende libros, posee piezas de coleccionista, se dedica a trabajos de edición y podría ser calificado de pequeño editor y de suministrador de libros a bibliófilos. Sobre todo es un comerciante muy activo en este negocio.
Su familia es variopinta. A través de las historias y vivencias de los personajes que la componen nos hacemos una idea cabal de la situación social, económica, política, ideológica y religiosa de Afganistán en las últimas décadas. Es un pequeño apunte histórico en el que destaca la época de dominio de los talibanes y lo que éste representó de salto hacia atrás y de hundimiento total en la negra noche de oscurantismo y opresión para las gentes de Afganistán.
En los relatos de las vidas de los hombres y de las mujeres de la familia de Sultán Khan destacan con nitidez dos aspectos: la situación de las mujeres  y la frustración de los hombres jóvenes. La mujer afgana vive anulada, como un objeto propiedad del hombre, sin que se le reconozcan autonomía y derechos de ninguna clase, ni a nivel público y social, ni a nivel privado. Es víctima del peso opresivo de una sociedad arcaica que concede todo el poder al hombre. Las mujeres no son libres para ganarse la vida, ni para casarse, ni para tener amistades de ambos sexos, ni para salir a la calle.  Bibi Gul, madre de Sultán, Sharifa y Sonya, esposas de Sultán, Leila y Shakila, sus hermanas, son ejemplos concretos de esta situación. Los jóvenes viven supeditados a las relaciones de poder que se establecen en las familias.  El cabeza de familia es como el jefe de un clan que  influye poderosamente sobre las vidas de los hombres más jóvenes. Sultán Khan no tiene ningún escrúpulo en utilizar a sus hijos para sus propios fines económicos, sin respeto por sus deseos de estudiar o de independizarse.
Sultán Khan, el librero de Kabul, contrario a los talibanes, amante del saber y del progreso,  no es en absoluto lo que consideraríamos un hombre de mentalidad abierta: es autoritario, despiadado, egoísta. Es el patriarca en una familia de una sociedad  arcaica, muy jerarquizada y desigual, en cuyo peldaño inferior se hallan las mujeres.
Entre las figuras femeninas destaca Leila. Hermana menor de Sultán, vive sometida a su madre, a su hermano y al resto de la familia, como una sirvienta sobre la que todos parecen creer que tienen derecho. Su corazón está oprimido, sus deseos asfixiados, su empeño en trabajar y aprender se ve frustrado una y otra vez. Nadie la valora, su vida es triste, más triste que la de las otras mujeres de la familia y, sin embargo, tiene un corazón de oro.
Leyendo El librero de Kabul se hace patente el hecho de que una sociedad arcaica, en el sentido histórico y antropológico de la palabra, no cambiará de la noche al día con la intervención de países extranjeros, ya sean rusos o americanos. Sus estructuras sociales, sus creencias y sus formas de vida no tienen nada que ver con Occidente: la democracia no puede exportarse a otro país como si fuera una canasta de naranjas. La democracia es un sistema de creencias políticas y sociales que o es compartida por los miembros de una sociedad o no puede desarrollarse.
Por debajo de estas consideraciones, en todos los capítulos del libro late un aliento especial: la humanidad de los personajes, en lo bueno y en lo malo. Es un libro que puede interesar a cualquier lector con curiosidad por saber cómo es la vida de algunas gentes de Afganistán, cómo piensan y cómo sienten.

Oscar Wilde

Wilde, a quien el prestigioso crítico norteamericano Harold Bloom se refiere como “el sublime Oscar Wilde, que tenía razón en todo”, es una de las figuras más interesantes, atractivas y polémicas de la cultura europea de los últimos veinticinco años del siglo XIX. Creo que siempre hallaremos en él algo interesante. Su inteligencia superior y su sensibilidad nos llegan frescas y actuales.

De Oscar Wilde podríamos afirmar que intenta ser el artista total: es el creador que entrega su vida al arte, al arte puro, a ése que según él mismo es absolutamente inútil, y es el hombre que pretende hacer de su vida una obra de arte. El valor artístico que encierra su amplia y variadísima obra literaria, que abarca prácticamente todos los géneros, la belleza de sus textos, el agudo ingenio de sus epigramas y de sus diálogos teatrales, la brillantez que los envuelve y que nunca deja de sorprendernos, coexisten con las luces y sombras que presenta su biografía.

Conocer su trayectoria vital nos acerca un poco más al escritor, pero, en su caso, su obra literaria nos conduce sin lugar a dudas al hombre, y nos permite descubrir en Wilde no sólo sus ideas sobre el arte, la vida y el placer, sobre la sociedad de su época, la misma sociedad victoriana que le encumbró y que después le hundiría en la humillación y el desprecio, sino también una cierta idea del hombre y un determinado pensamiento social que nacen de la convicción de que el amor, la bondad y la compasión no son sino formas que adopta la belleza.

El escándalo que en su época suscitó la relación sentimental de Oscar Wilde con su joven amigo lord Alfred Douglas, a raíz de la cual fue acusado de practicar e inducir a la homosexualidad, juzgado y condenado por ello a dos años de trabajos forzados, fue para él una herida mortal que le cambió la vida. Pero la dimensión de su drama humano no desplazó la del genio creador, sino que constituyó el germen de obras como Balada de la cárcel de Reading o De profundis, que no han hecho sino acercarle aún más al lector actual. Frank Harris, íntimo amigo suyo, escribió una excelente  biografía que merece la pena comentar, pero esto será otro día.

sábado, 18 de junio de 2011

Marguerite Yourcenar: Alexis o el tratado del inútil combate

Marguerite Yourcenar (1903-1987) escribió Alexis o el tratado del inútil combate a la edad de veinticuatro años. La obra se publicó por primera vez en 1929 y con ella la autora ganó su primer dinero como escritora. La revisó en 1963, creyendo que el paso del tiempo habría hecho envejecer esta obrita que lleva el sello de una época, pero, excepto algunas correcciones de estilo –según afirma en el prólogo de la edición de Alfaguara- la dejó tal cual por dos razones: porque la confidencia hecha por el protagonista tiene su razón de ser en una determinada época y en un ambiente social determinado, cuya atmósfera se respira a lo largo de todo el relato, y porque el tema, la homosexualidad masculina, continuaba siendo actual.

Alexis es un joven músico, hijo menor de una familia noble venida a menos, que escribe una carta a su esposa confesándole la tremenda lucha que ha sostenido consigo mismo desde que tomó consciencia de su inclinación sexual. Al final, reconocer y aceptar sus deseos es aceptarse a sí mismo y aceptar también la imposibilidad de amarla como ella desearía. Por tanto, por su propio bien y por el de su esposa, acaba por dejarla. La carta que Alexis dirige a Mónica es una justificación y un reconocimiento. Ante una situación personal insostenible por cuanto tiene de negación de sí mismo, Alexis toma la decisión de escribir una larga misiva en la que repasa detenidamente lo que ha sido su vida, el entorno social y familiar en el que nació y se educó y como ha llegado a tomar la decisión de abandonar a su esposa.
Nacido en una familia noble empobrecida de la región de Bohemia del Norte, creció bajo la influencia de su madre y sus hermanas, mujeres buenas, tímidas y tristes. Con un carácter serio e introvertido, Alexis vivió su infancia inmerso en el ambiente triste que se respiraba en su casa y en su familia. Al referirse a su hogar dice: “Y no es que allí fuéramos muy felices; al menos, la alegría no habitaba en nuestra casa. No creo recordar ninguna risa, ni siquiera una risa de jovencita que no fuera una risa apagada. No se acostumbra a reír mucho en las viejas familias. Terminamos incluso por acostumbrarnos a hablar sólo en voz baja, como si temiéramos despertar recuerdos que deben dormir en paz. Pero tampoco éramos desgraciados y debo decir también que nunca oí llorar; sólo que éramos un poco tristes.” A la tristeza cabe añadir el alejamiento de su familia por motivos de estudios, la añoranza, la enfermedad ante la imposibilidad de adaptarse a la vida del colegio y el posterior regreso a casa y su dedicación a la música.
En su relato se pone de relieve un carácter ingenuo, bondadoso y sensible, con poca experiencia de la vida. Su criterio aparece marcado por los límites de su pequeño mundo, de manera que a medida que va descubriendo su inclinación sexual, aparece el tormento de la culpa: “Sólo podía juzgarme según las ideas admitidas a mi alrededor: me hubiera parecido más abominable aún no horrorizarme de mi culpa que haberla cometido, por lo tanto, me condené severamente.” La soledad, la falta de consejo y de apoyo le acongojan y le hacen sentirse temeroso e infeliz. Los años pasados en Viena constituyen para Alexis una época de durísimo combate interior, tanto que le hace desear la muerte. Los príncipes de Mainau le invitan en multitud de ocasiones y le presentan a la que será su esposa y serán los artífices del compromiso matrimonial entre Alexis y Mónica. El matrimonio será una dura prueba para Alexis, quien debe cumplir con lo que se espera de un joven recién casado. El nacimiento de un hijo no hará otra cosa que acelerar el proceso de toma de conciencia de su infelicidad y de la perentoria necesidad de elegir entre reconocer y aceptar su verdad y vivir de acuerdo con ella o seguir en un matrimonio sin amor, rota cualquier posibilidad de alcanzar una vida feliz con su familia. No amaba a su esposa ni podría llegar a amarla nunca.
Al final de esta carta de confesión personal, Alexis encuentra el valor necesario para ser sincero  y contundente en la expresión de su verdad, agotado ya por el inútil combate contra sí mismo: “Mi alma se había hundido más profundamente en mi carne y lo que yo sentía, remontando de pensamiento en pensamiento y de acorde en acorde, hacia mi pasado más íntimo y menos confesable era, no el haber cometido la culpa, sino el haber rechazado las posibilidades de ser feliz. No era el haber cedido demasiadas veces, sino el haber luchado demasiado tiempo y demasiado duramente.”
¿De qué nos habla hoy esta novela epistolar que podemos clasificar como psicológica, pues se articula en torno a la interioridad de un ser humano, que trata el tema de la homosexualidad masculina sin decir claramente la palabra? Actualmente, en el contexto de las sociedades europeas avanzadas el tema de la homosexualidad ha dejado de ser tabú y es algo aceptado y reconocido. Podría parecer que por la forma de expresión del personaje, tan indirecta, que más  que decir sugiere o insinúa, por su lenguaje, por la omisión de la palabra que se tiene en mente a medida que se lee, es una novela que carece de actualidad. Y en cambio no es así. Por dos razones: la primera, el lenguaje, el estilo literario tan bello, tan elaborado y a la vez tan sencillo: la palabra precisa para cada cosa; la segunda, la expresión de lo humano intemporal, fuera de costumbres, moralidades o creencias. El inútil combate es el combate a muerte que cada ser humano sostiene si no vive de acuerdo consigo mismo. La tendencia sexual, como en el caso que nos ocupa, es parte integrante de la persona, y negarla o reprimirla es negarse algo vitalmente auténtico.
Marguerite Yourcenar a la edad de 29 años

Añado aquí el enlace al Centre International de Documentation Marguerite Yourcenar, vale la pena visitarlo.

miércoles, 15 de junio de 2011

Poema del mes. Junio: Alberto Caeiro

Igual que en mi otro blog, voy a ir creando cada mes una entrada con un poema destacado. Un poema que me gusta y que quiero compartir con vosotros, amigos. Los poemas no van a ser los mismos, así es más divertido y más variado. Aquí, como me lo planteo de una forma mucho más abierta que en el blog didáctico, no voy a restringirme a poetas en lengua castellana. Hoy empezaré con Fernando Pessoa, aunque bien mirado, no sé si será mejor Fernando Pessoa él mismo, Alberto Caeiro, Ricardo Reis o Álvaro de Campos. Sí, empiezo con Alberto Caeiro, el guardador de rebaños, a quien Pessoa consideraba su maestro:


Poema XXV

Las pompas de jabón que este niño
se entretiene en soltar de una pajita
son, translúcidamente, toda una filosofía.
Claras, inútiles y pasajeras como la naturaleza,
amigas de los ojos como las cosas,
son lo que son
con una precisión redondita y aérea,
y nadie, ni el niño que las suelta,
pretende que son más que lo que parecen ser

Algunas, apenas se ven en el aire claro.
Son como la brisa que pasa y casi no toca las flores
y que sólo sabemos que pasa porque algo se aligera en nosotros
y lo acepta todo más nítidamente.

domingo, 12 de junio de 2011

Javier Marías: Los enamoramientos



La trama argumental de Los enamoramientos es simple a más no poder. La narradora, María Dolz, cuyo nombre no conoceremos hasta bien avanzada la primera parte de la novela, relata la muerte por asesinato de Miguel Desvern o Devern, a quien conocía de vista, al igual que a su esposa, Luisa Alday, del café donde tomaban el desayuno todas las mañanas. De pronto, dejan de ir, y María se entera de que él ha sido asesinado de forma brutal. Más adelante, Luisa regresa a la cafetería. María se acerca a saludarla y a presentarle sus condolencias. Desde este momento se establece una relación de amistad entre ellas. En una visita a casa de Luisa María conoce a Díaz-Varela, un íntimo amigo del fallecido. Después de un encuentro casual, María Dolz y Díaz-Varela inician una relación y  comienzan a verse con frecuencia y a mantener largas conversaciones sobre Miguel Desvern y Luisa y sobre las circunstancias y las causas de su asesinato. María se enamora de Díaz-Varela, aunque es consciente de que él está, al parecer, esperando su momento con Luisa Alday.

La novela se divide en cuatro partes. La primera se centra en torno a la muerte de Desvern; la segunda tiene como tema de fondo la muerte y el regreso de los muertos o de quienes se suponía que habían muerto; en la tercera aparece un nuevo personaje y el misterio y la intriga se convierten en un ingrediente que dotará de tensión a la novela hasta el final; la última parte de la novela, transcurridos unos años desde el asesinato de Desvern, nos muestra a los personajes en una nueva situación.

El argumento en sí es aparentemente simple y, no obstante, a mí me ha parecido una novela rica, densa, maravillosa, que me enganchó desde el principio. Sobre este hilo argumental tan sencillo Marías despliega los temas centrales de la novela. El argumento es un pretexto para construir unos personajes que nos muestran a través de diálogos y de reflexiones en los que la digresión es constante. Todo lo sucedido y las consiguientes interpretaciones se relata desde el punto de vista de María, que adopta la perspectiva del narrador omnisciente, aunque con una particularidad: en todo lo concerniente a los demás personajes,  cuando no reproduce sus palabras textuales, parte siempre de la hipótesis de lo que tal o cual personaje pensaría o diría, que es en definitiva el punto de vista que solemos adoptar muchas veces en la vida real.  
Díaz-Varela es el otro narrador - introducido siempre por María-que relata también en muchas ocasiones desde un punto de vista hipotético. Recrea, desarrolla, amplifica y detalla lo que él supone que sentiría o pensaría su amigo Desvern. Tiende, cómo no, a la digresión, y a través de sus palabras se introduce en la novela el tema de los muertos que regresan. A través de la historia del coronel Chabert, Díaz –Varela plantea el caso de aquellos que al parecer murieron, pero resulta que no murieron y regresan para recobrar su lugar en el mundo cuando se les daba ya por muertos y la vida de los vivos ha seguido por otros derroteros y el retorno del muerto supone un grave problema para los vivos.
Entre los variados temas que surgen al hilo de las reflexiones y diálogos de los personajes hay uno que me parece fundamental: ¿Qué sabemos de los otros? Buena parte de cuanto sabemos de los demás, aparte de lo que ellos puedan haber dicho, lo sabemos por otras personas que les conocen y que al hablar de ellos nos están dando su versión, sus interpretaciones, construidas muchas veces sobre suposiciones, hipótesis, marcos teóricos sustentados sobre prejuicios o meras ilusiones. ¿Qué es saber de otro? ¿Qué significa conocer a otro? Los demorados análisis que los personajes hacen de cuanto les ha ocurrido, de lo que sienten, piensan o temen, no son sino reflexiones sobre ciertas formas de estar o de pasar por la vida. Percepciones y sensaciones se entremezclan gracias a la prosa magnífica de Javier Marías, se analizan y se describen de tal manera que la visión de los hechos por parte de unos y otros personajes da pie a una panorámica de lo humano, de íntimas vivencias,   de lo que se calla, de lo que no se exterioriza. “Uno nunca sabe si lo que se le dice es verdad, nunca hay certeza de nada que no venga de nosotros mismos, y aun así”, dice María. Frase demoledora a la vez que clave interpretativa de la novela en conjunto. Los hechos son los que son, pero la verdad auténtica de los personajes queda en sombra, sólo tenemos sus interpretaciones.
El título Los enamoramientos hace  pensar que el amor será tema central, y de hecho lo es, a pesar de que tantas digresiones y tantos temas secundarios con bastante peso en la novela inducen a creer al principio que no, que es un tema aparente. Y no, el amor de  Desvern por Luisa, el de María por Díaz-Varela, el de Díaz-Varela por Luisa son los puntales sobre los que se sostiene este relato. Junto al amor, el tema complementario: la muerte, Eros y Thanatos. Los personajes actúan por amor y se ven atrapados por la sombra de la muerte, real o deseada. Las consecuencias de la muerte de Desvern recaen sobre todos ellos. Amor y muerte se convierten en la novela en las dos caras de la misma moneda. Ecos shakespearianos relativos a la muerte impregnan la novela, como en otras de Javier Marías –Corazón tan blanco, Mañana en la batalla piensa en mí-y  la sombra de Macbeth se cuela entre los diálogos que mantienen María y Díaz-Varela.
Novela espléndida, de tan amplio contenido, llena de tantas reflexiones y de tantos temas, que es imposible sintetizarlas, pues su lectura propicia en el lector la tendencia a la reflexión personal de forma casi constante. Quiero acabar este comentario citando un fragmento de la página 166, unas palabras de Díaz-Varela en un diálogo con María sobre el caso de Coronel Chabert:
“- Lo que pasó es lo de menos. Es una novela, y lo que ocurre en ellas da lo mismo y se olvida, una vez terminadas. Lo interesante son las posibilidades e ideas que nos inoculan y traen a través de sus casos imaginarios, se nos quedan con mayor nitidez que los sucesos reales y los tenemos más en cuenta

sábado, 4 de junio de 2011

Jasper Griffin: Homero

¿Por qué será que en la Ilíada y la Odisea encuentro siempre cosas que me gustan? No es que absolutamente todo en estas obras sea igual de interesante, pero en cada una, según el momento, siempre hay algo que me atrae y que luego se convierte para mí en inolvidable. Animada por el deseo de conocer un poco mejor estas dos obras, me leí este breve ensayo, que no me ha decepcionado.

El título, Homero, resulta un poco engañoso, pues de entrada parece que va a tratar sobre el autor de la Ilíada y la Odisea. Lo cierto es que trata de estos dos maravillosos poemas más que de su autor. Se divide en tres partes, la primera dedicada a la épica homérica, la segunda a la Ilíada y la tercera a la Odisea, más un prefacio y una conclusión. El propósito del autor es explicar y justificar la afirmación del pensador Mathew Arnold de que Homero es grande “por la noble y fecunda adecuación de sus ideas a la vida”. El ensayo me ha parecido ameno, didáctico, claro, bien documentado en tanto que apoya los principales puntos que trata en referencias claras a los textos o bien en citas textuales ilustrativas. Para una provechosa lectura de Homero conviene, además de haber leído los poemas, tenerlos a mano e irlos consultando a medida que Griffin va desarrollando su estudio y sus comentarios.

En el primer capítulo, ”La épica homérica”, el autor contextualiza la producción literaria de Homero. Así, la Ilíada y la Odisea cabe entenderlas en el marco común de la guerra de Troya. La Ilíada se centra en último año del asedio a la ciudad y la Odisea comienza diez años después del fin de la guerra, cuando los héroes griegos han regresado ya o bien han muerto en circunstancias diversas, excepto Ulises de quien nada se sabe.

¿De qué materiales se sirvió Homero, quienquiera que fuese, para la composición de estos dos grandes relatos? Según Jasper Griffin, por una parte está el sustrato histórico, avalado por los descubrimientos arqueológicos y por las investigaciones llevadas a cabo en el ámbito de Grecia y Asia Menor. Eso respondería a lo que podríamos llamar la ambientación: cultura, arquitectura, costumbres, indumentaria, armamento… Por otra, cabe destacar la amalgama de diversos elementos.

Sin duda pesaron las tradiciones, tanto de los pueblos indoeuropeos, -de donde proceden temas como el de la retirada de un héroe o el de la venganza, esenciales en la Ilíada- como de las antiguas civilizaciones del Este, con cuyas leyendas sobre divinidades mitológicas estaba familiarizado Homero. Las reuniones de dioses para debatir sobre acciones de los humanos y el destino de éstos derivan de la literatura mesopotámica y siria. La realidad histórica que constituye el trasfondo sobre el que se forjan los combates y enfrentamientos entre griegos y troyanos aparece diluida en una especie de edad heroica en que hombres, héroes y dioses mantenían una estrecha y peculiar relación. Aquí entra en juego el universo de leyendas mitológicas del mundo griego, único entre las mitologías: la proximidad, la convivencia, la trabazón entre lo divino y lo humano, la simbiosis entre la escala divina y la escala humana aportan un ingrediente que otorga un carácter distintivo a la literatura y al arte griegos. Y si en la Ilíada todo posee un marcado sello heroico, -no en vano es una obra bélica-, en la Odisea –relato de las aventuras de Ulises a lo largo del viaje de regreso a casa- encontramos elementos fantásticos, maravillosos y mágicos, como los feacios, los cíclopes o la maga Circe, procedentes también de ese inagotable fondo mitológico y legendario.

En tanto que obras literarias, Griffin nos recuerda que los poemas son el resultado final de una tradición oral en la que el estilo formulario como recurso mnemotécnico y compositivo era algo típico. Por otra parte, la Ilíada y la Odisea se distancian notablemente de la tradición épica anterior por una serie de peculiaridades entre las que Griffin destaca la extensión de los símiles, especialmente en la Ilíada. A través de las comparaciones se presentan animales, elementos de la naturaleza, conductas humanas, actividades agrícolas y oficios que de otra forma no tendrían cabida en el poema.

Los capítulos siguientes, centrados respectivamente en la Ilíada y en la Odisea, se dedican a explicar de forma clara y amena y a ilustrar con citas y referencias concretas diversos aspectos de los poemas: personajes humanos, héroes y divinidades, temas y motivos literarios, reacciones de los personajes en las situaciones en las que se ven envueltos. Griffin se extiende especialmente en lo tocante a la conducta, motivaciones y estrategias de los dioses en la Ilíada, y en la variedad de temas que aparecen en ambos poemas.

La conclusión, a mi modo de ver, peca de excesiva brevedad, aunque en su favor debo decir que recoge de forma clara y concisa la tesis que articula la obra: “El argumento de este libro ha sido probar que los poemas épicos son en efecto productos sofisticados que en ningún modo son simplemente relatos de aventuras arcaicos y semisalvajes, sino que transmiten ideas de profundidad e importancia perdurables; ni tampoco están alejados de nosotros en el tiempo ni en el espacio para que nos resulten ininteligibles.”

En mi opinión, Homero, como ensayo divulgativo,  puede interesar a cualquier lector amante de los clásicos griegos o a cualquiera que desee introducirse un poco más en los entresijos de la Ilíada y de las aventuras de Odiseo.

La verdad de las mentiras

Estaba empezando a releer Sostiene Pereira, de Antonio Tabucchi . En el primer encuentro entre Pereira y Monteiro Rossi, cuando ya están empezado a conocerse un poco, Monteiro Rossi dice que tiene ganas de hablar de literatura, que normalmente tiene pocas ocasiones de hacerlo, pues la gente que conoce suele hablar de filosofía, entonces "a Pereira le vino a la cabeza una frase que decía siempre su tío, que era un escritor fracasado, y la repitió. Dijo: La filosofía parece ocuparse sólo de la verdad, pero quizá no diga más que fantasías, y la literatura parece ocuparse sólo de fantasías, pero quizá diga la verdad."

Evidentemente, no se trata de entrar ahora a desprestigiar  la Filosofía como disciplina centrada en el afán de verdad, de saber a ciencia cierta la verdad del mundo en que vivimos y nuestra propia verdad, nada de eso. A mí, lectora empedernida desde antes de saber leer, lo que me fascina y me ha maravillado siempre es esa verdad que encierra la literatura. Narrativa, poesía, teatro... toda obra literaria es una ficción que puede llegar a contener y a transmitir una verdad profunda, íntima, humana. Entrega al lector, envuelta en la ficción, algo auténtico del mundo y del ser humano. "-La ficción tiene la facultad de enseñarnos lo que no conocemos y lo que no se da." dice Díaz-Varela, un personaje de Los enamoramientos, la última novela de Javier Marías. La ficción, pues, nos permite acceder a lo que en nuestra parcela de realidad donde nos movemos no está a nuestro alcance. Al adentrarnos en la ficción entrevemos, o acaso vemos, verdades de las que nunca llegaríamos a saber nada. Y es que la literatura es la puerta de entrada a otras vidas, a otros mundos.

Mario Vargas Llosa es el gran defensor de este punto de vista. En La verdad de las mentiras, recopilación de breves estudios sobre treinta y cinco novelas del siglo XX, se pregunta de qué depende la verdad de una novela, y responde: "De su propia capacidad de persuasión, de la fuerza comunicativa de su fantasía, de la habilidad de su magia. Toda buena novela dice la verdad y toda mala novela miente. Porque "decir la verdad" para una novela significa hacer vivir al lector una ilusión y "mentir" ser incapaz de lograr esa superchería. La novela es, pues, un género amoral, o, más bien, de una ética sui géneris, para la cual verdad o mentira son conceptos exclusivamente estéticos."

El que esas fantasías lleguen a conmovernos y a catapultarnos fuera de nuestra cotidiana rutina depende de la capacidad del escritor de integrar experiencia humana y arte de la palabra. En última instancia, literatura es arte.