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lunes, 27 de junio de 2011

Oscar Wilde

Wilde, a quien el prestigioso crítico norteamericano Harold Bloom se refiere como “el sublime Oscar Wilde, que tenía razón en todo”, es una de las figuras más interesantes, atractivas y polémicas de la cultura europea de los últimos veinticinco años del siglo XIX. Creo que siempre hallaremos en él algo interesante. Su inteligencia superior y su sensibilidad nos llegan frescas y actuales.

De Oscar Wilde podríamos afirmar que intenta ser el artista total: es el creador que entrega su vida al arte, al arte puro, a ése que según él mismo es absolutamente inútil, y es el hombre que pretende hacer de su vida una obra de arte. El valor artístico que encierra su amplia y variadísima obra literaria, que abarca prácticamente todos los géneros, la belleza de sus textos, el agudo ingenio de sus epigramas y de sus diálogos teatrales, la brillantez que los envuelve y que nunca deja de sorprendernos, coexisten con las luces y sombras que presenta su biografía.

Conocer su trayectoria vital nos acerca un poco más al escritor, pero, en su caso, su obra literaria nos conduce sin lugar a dudas al hombre, y nos permite descubrir en Wilde no sólo sus ideas sobre el arte, la vida y el placer, sobre la sociedad de su época, la misma sociedad victoriana que le encumbró y que después le hundiría en la humillación y el desprecio, sino también una cierta idea del hombre y un determinado pensamiento social que nacen de la convicción de que el amor, la bondad y la compasión no son sino formas que adopta la belleza.

El escándalo que en su época suscitó la relación sentimental de Oscar Wilde con su joven amigo lord Alfred Douglas, a raíz de la cual fue acusado de practicar e inducir a la homosexualidad, juzgado y condenado por ello a dos años de trabajos forzados, fue para él una herida mortal que le cambió la vida. Pero la dimensión de su drama humano no desplazó la del genio creador, sino que constituyó el germen de obras como Balada de la cárcel de Reading o De profundis, que no han hecho sino acercarle aún más al lector actual. Frank Harris, íntimo amigo suyo, escribió una excelente  biografía que merece la pena comentar, pero esto será otro día.

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