Translate

sábado, 14 de abril de 2012

Fernando Pessoa: "Sá-Carneiro" (una elegía)

Tarde de lluvia. No sé por qué hoy me ha venido a la memoria un poema de Fernando Pessoa él mismo en que llora la muerte de su amigo del alma, el poeta Mario de Sá-Carneiro.
Pessoa y Sá-Carneiro fundaron la revista Orpheu, destinada a divulgar la joven literatura portuguesa. El primer número apareció en marzo de 1915 y por lo visto fue motivo de escándalo debido a su humor corrosivo, a la ironía y la vivacidad que la impregnaban. Se trataba de una publicación de corte vanguardista con elementos modernistas que se convirtió en un hito de la literatura portuguesa contemporánea. En el número 2, financiado por el padre de Sá-Carneiro, aparecieron los poemas sensacionistas “Oda Marítima”, del heterónimo Álvaro de Campos y “Lluvia Oblicua” de Pessoa él mismo. El tercer número no llegó a publicarse debido a problemas de financiación. Sá-Carneiro escapó a París, donde había residido anteriormente.
El 26 de abril de 1916 Mario de Sá-Carneiro, a los veinticinco años de edad, se quita la vida en su hotel de París debido a una profunda crisis. Para Pessoa fue un golpe terrible y brutal, perdió a su único y verdadero amigo, estímulo y apoyo en muchas ocasiones difíciles para él. Lo cierto es que la relación entre Pessoa y Sá-Carneiro era la de dos grandes amigos, pero también la de dos personalidades marcadas por conflictos psicológicos que coincidían en sus tendencias autodestructivas.

 Pero vamos al poema “Sá-Carneiro”. Siempre que lo he leído me ha impresionado profundamente por la expresión contenida del tremendo dolor de perder al amigo más querido, al alma gemela con quien se comparten las convicciones que gobiernan el ser esencial.  
SÁ-CARNEIRO
Nunca supuse que esto que llaman muerte
tuviese alguna especie de sentido…
Cada uno de nosotros, aquí aparecido,
donde manda la ley oportuna y la falsa suerte,

Tiene sólo una demora de paso
entre un tren y otro, encrucijada
llamada el mundo, o la vida, o el momento;
mas, sea como fuere, sigue viaje.

Pasé, aunque en un tren expreso
fueses, delante de aquél en que voy;
en la terminal de todo, en el fin allá estoy
en esa ida que al final es un regreso.

Hoy, falto de ti, soy dos a solas.
Hay almas pares, las que conocieron
dónde los seres son almas.

¡Cómo éramos sólo uno, hablando! Nosotros
éramos como un diálogo en un alma.
No sé si duermes […] calma,
sé que, falto de ti, estoy uno a solas.

Es como si esperase eternamente
tu vida cierta y concertada
ahí abajo, en el Café Arcada-
casi en el extremo de este continente.

Alli donde escribiste aquellos versos
del trapecio, nos dolió […]
todo aquello que dices en Orpheu.

Ah, mi mayor amigo, nunca más
en el paisaje sepulto de esta vida
encontraré un alma tan querida
de las cosas que en mi ser son las reales.
[…]
No más, no más, y desde que saliste
de esta prisión cerrada que es el mundo,
mi corazón está inerte e infecundo
y lo que soy es un sueño que está triste.

Porque hay en nosotros, por más que consigamos
ser nosotros mismos a solas sin nostalgias,
un deseo de tener compañía-                 
el amigo como ése que hablando amamos.


Una añoranza profunda, tocada levemente por la creencia en una vida del alma aparte del cuerpo y la consideración del alma como el elemento superior del ser humano, que se expresa en unos términos que me llevan a recordar algunos versos de fray Luis de León, para quien, muy influido por los pitagóricos y el platonismo, el mundo es “morada oscura” y el cuerpo es “cárcel”, en oposición a la esfera superior de donde proceden las almas. Y finalmente, la expresión del anhelo tan humano de sentirse acompañado.

No hay comentarios:

Publicar un comentario