Estos días ventosos y
fríos del mes de febrero no animan mucho
a salir de casa. Apetece quedarse leyendo, aprovechado los rayos de sol que
animan la mañana , o sentirse abrigada mientras en la calle brama un viento que
arranca ramas y tumba árboles añosos. Estaba releyendo a Vicente Aleixandre.
Sus libros Espadas como labios (1932) y La destrucción o el amor (1935)
contienen bellísimos poemas. Entre ellos destaco hoy dos: Corazón negro y
Eterno secreto. Me han emocionado por su lirismo y por su apasionada intensidad.
Estos poemas pertenecen a La destrucción o el amor.
El sentimiento y la
pasión recorren sus versos. El ritmo de las frases -construidas con una
sintaxis precisa en la palabra y en la puntuación-, tensado por la emoción,
alcanza certero el corazón del lector.
La pena sorda y
lacerante que expresa Corazón negro nos llega a través de imágenes poderosas y
vivas, muy visuales, cargadas de simbolismo. Ambos poemas tratan del amor
perdido, de un amor roto que deja al amante dolorido y solitario, añorando la
calidez y la vitalidad que yacen muertas en su recuerdo.
CORAZÓN NEGRO
Corazón negro.
Enigma o sangre de otras vidas pasadas,
suprema interrogación que ante los ojos me habla,
signo que no comprendo a la luz de la luna.
Enigma o sangre de otras vidas pasadas,
suprema interrogación que ante los ojos me habla,
signo que no comprendo a la luz de la luna.
Sangre negra, corazón
dolorido que desde lejos la envías
a latidos inciertos, bocanadas calientes,
vaho pesado de estío, río en que no me hundo,
que sin luz pasa como silencio, sin perfume ni amor.
a latidos inciertos, bocanadas calientes,
vaho pesado de estío, río en que no me hundo,
que sin luz pasa como silencio, sin perfume ni amor.
Triste historia de un
cuerpo que existe como existe un planeta,
como existe la luna, la abandonada luna,
hueso que todavía tiene un claror de carne.
como existe la luna, la abandonada luna,
hueso que todavía tiene un claror de carne.
Aquí, aquí en la tierra
echado entre unos juncos,
entre lo verde presente, entre lo siempre fresco,
veo esa pena o sombra, esa linfa o espectro,
esa sola sospecha de sangre que no pasa.
entre lo verde presente, entre lo siempre fresco,
veo esa pena o sombra, esa linfa o espectro,
esa sola sospecha de sangre que no pasa.
¡Corazón negro, origen
del dolor o la luna,
corazón que algún día latiste entre unas manos.
beso que navegaste por unas venas rojas,
cuerpo que te ceñiste a una tapia vibrante!
corazón que algún día latiste entre unas manos.
beso que navegaste por unas venas rojas,
cuerpo que te ceñiste a una tapia vibrante!
ETERNO SECRETO
La celeste marca del amor
en un campo desierto
donde hace unos minutos lucharon dos deseos,
donde todavía por el cielo un último pájaro se escapa,
caliente pluma que unas manos han retenido.
Espera, espera siempre.
Todavía llevas
el radiante temblor de una piel íntima,
de unas celestes manos mensajeras
que al cabo te enviaron para que te reflejases en el corazón vivo,
en ese oscuro hueco sin latido
del ciego y sordo y triste que en tierra duerme su opacidad sin lengua.
Oh tú, tristísimo minuto en que el ave misteriosa,
la que no sé, la que nadie sabrá de dónde llega,
se refugia en el pecho de ese cartón besado,
besado por la luna que pasa sin sonido,
como un largo vestido o un perfume invisible.
Ay tú, corazón que no tiene forma de corazón;
caja mísera, cartón que sin destino quiere latir mientras duerme,
mientras el color verde de los árboles próximos
se estira como ramas enlazándose sordas.
¡Luna cuajante fría que a los cuerpos darías calidad de cristal!
Que a las almas darías apariencia de besos;
en un bosque de palmas, de palomas dobladas,
de picos que se traman como las piedras inmóviles.
¡Luna, luna, sonido, metal duro o temblor:
ala, pavoroso plumaje que rozas un oído,
que musitas la dura cerrazón de los cielos,
mientras mientes un agua que parece la sangre!
donde hace unos minutos lucharon dos deseos,
donde todavía por el cielo un último pájaro se escapa,
caliente pluma que unas manos han retenido.
Espera, espera siempre.
Todavía llevas
el radiante temblor de una piel íntima,
de unas celestes manos mensajeras
que al cabo te enviaron para que te reflejases en el corazón vivo,
en ese oscuro hueco sin latido
del ciego y sordo y triste que en tierra duerme su opacidad sin lengua.
Oh tú, tristísimo minuto en que el ave misteriosa,
la que no sé, la que nadie sabrá de dónde llega,
se refugia en el pecho de ese cartón besado,
besado por la luna que pasa sin sonido,
como un largo vestido o un perfume invisible.
Ay tú, corazón que no tiene forma de corazón;
caja mísera, cartón que sin destino quiere latir mientras duerme,
mientras el color verde de los árboles próximos
se estira como ramas enlazándose sordas.
¡Luna cuajante fría que a los cuerpos darías calidad de cristal!
Que a las almas darías apariencia de besos;
en un bosque de palmas, de palomas dobladas,
de picos que se traman como las piedras inmóviles.
¡Luna, luna, sonido, metal duro o temblor:
ala, pavoroso plumaje que rozas un oído,
que musitas la dura cerrazón de los cielos,
mientras mientes un agua que parece la sangre!
No hay comentarios:
Publicar un comentario