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miércoles, 13 de junio de 2012

José Antonio Fortuny: Alehop

Permitidme que para empezar la reseña de esta estupenda novela cite las palabras de Max Estrella, protagonista de Luces de bohemia, de Valle-Inclán, en la escena duodécima:
MAX: Los héroes clásicos reflejados en los espejos cóncavos dan el Esperpento. El sentido trágico de la vida española sólo puede darse con una estética sistemáticamente deformada.
DON LATINO: ¡Miau! ¡Te estás contagiando!
MAX: España es una deformación grotesca de la civilización europea.                                                                                
Donde dice héroes clásicos, pongamos valores de la actual sociedad española. Y eso es exactamente lo que nos brinda Alehop -publicada por la editorial Funambulista-, del escritor menorquín José Antonio Fortuny (Mahón, 1972), autor de una primera obra titulada Diálogos con Axel (2003). Hacer reír suele ser muchísimo más difícil y meritorio que hacer llorar, especialmente si la carcajada brota de una situación tan triste y negra que sería para llorar. Pasé ratos divertidísimos, tronchándome de risa en el sofá. Provocar la risa y la capacidad de sorprender son cualidades inestimables en un escritor. Me leí la novela casi de un tirón. Digo casi, porque tenía un montón de exámenes por corregir y no era cosa de dejar a mis alumnos sin las notas.
En un pueblo cuyo nombre no se menciona vive una pareja de ancianos necesitados de ayuda debido a la enfermedad de la mujer. Un buen día llega un circo. Este acontecimiento tan especial y fuera de lo común causa gran revuelo y expectación, lo que es aprovechado por la autoridad de turno, con el asentimiento del líder de la oposición, para tener entretenido al personal y que así parezca que se hacen grandes cosas en beneficio de la gente. El acuerdo entre el alcalde y el mánager del circo para potenciar la asistencia del público al espectáculo se ve alterado por la peripecia del anciano y su mujer, que requiere ayuda diaria para levantarse de la cama y nadie se la proporciona. El caso es que todos escurren el bulto ante la petición de asistencia del anciano y se van pasando la pelota hasta que el asunto se complica hasta límites insospechados para todos. El desenlace es sorprendente, digno de una trama argumental bien trabada y que atrapa al lector en todo momento.
Los personajes principales de la novela son designados con el nombre común: el anciano, la mujer, el alcalde, el líder de la oposición, el mánager. En cambio algunos personajes secundarios tienen nombre propio, quizá porque lo relevante es que mediante el nombre común se generalizan los tipos y situaciones, adquiriendo una dimensión que supera la mera anécdota argumental para hacerse extensiva a la sociedad española actual que aparece así satirizada sin perdón.
Alehop es un desfile de personajes y situaciones perfectamente reconocibles por parte de cualquier lector: los políticos superficiales, interesados y oportunistas, atentos a lo políticamente correcto, a no ser menos ni hacer menos que el vecino, para que luego sus electores no digan y les castiguen en las urnas, aunque sus hechos entren en la categoría del despropósito a precio astronómico a cargo de los contribuyentes; el mánager del circo, buen conocedor de la elemental y previsible psicología de los políticos,  sabe tocar la tecla adecuada para lograr sus fines: la vanidad y el ansia de lucimiento; el presidente del club de ancianos, apodado YoYó, que encarna a quienes ocupan cargos directivos, siempre complacientes y en connivencia con quienes están en el poder, para figurar y darse tono o alimentar su fútil ego con palabrería hueca; las asociaciones que aparentemente sirven a la sociedad y solo sirven para el sarao o el espectáculo…
A medida que se avanza en la lectura van apareciendo, en mi opinión,  los temas clave de la novela. La sátira de los métodos de gobierno, según el punto de vista del alcalde, no tiene desperdicio:
…el alcalde repasó los principales métodos que empleaban los políticos para gobernar. Gobernar era como ser un titiritero que tenía que mover cientos de hilos a la vez: si tirabas de unos, se te enredaban los otros. Nunca lo hacías bien para todos. Y si tratabas de resolver algunos problemas individuales la gente seguía teniendo la sensación, al ser justamente una labor sumergida que no llamaba mucho la atención, de que continuabas tocándote el ombligo…
Por eso los dirigentes, cuando se dieron cuenta de que por mucho que hicieran nunca podrían contentar a sus ciudadanos, empezaron a utilizar un conjunto de estratagemas para poder soportar a un pueblo tan plasta.
Una de las que mejor había funcionado era la construcción de monumentos o edificios emblemáticos.”
En el asalto y el acoso periodístico a los ancianos asistimos a la conversión en espectáculo mediático de cualquier nimiedad, que así se convierte en tema de conversación, en asunto interesante para el común de la masa inculta y sin criterio, que pasa a ser denominada el público; a la comercialización de la intimidad de las personas a través del reality show, tipo Gran Hermano, que concede fama a lo que es cotidiano y banal y posibilita la convicción de que no existen el derecho a la intimidad y el respeto, pues parece que todo el mundo tenga derecho a mirar y a juzgar. Todo cuanto contraviene o estorba al espectáculo es considerado problemático y atentatorio contra el derecho a saber. La otra cara de esta moneda es la ilusión por ser famosos y lo inconcebible que resulta que alguien no haga aprecio de este valor, como el anciano, que lo único que quiere es que le ayuden a resolver el problema de su mujer impedida.
Uno de los temas más relevantes, desde mi punto de vista, es el que se destaca con la actitud del mánager ante el éxito del programa televisivo que muestra el día a día de los ancianos, convertidos irremisiblemente en espectáculo y sus necesidades en objeto de interpretaciones y comentarios distorsionados.
Pero después de atestiguar cómo el anciano se había convertido en una celebridad en el “Bigyayos”, empezó a poner en duda si era tan memo como había creído. ¿Acaso no parecía una gran casualidad que le hubiera arrebatado el protagonismo dos veces seguidas? ¿No era mucha coincidencia?
Intranquilo, había pedido a sus colaboradores que averiguasen, mezclándose y preguntando entre los residentes del pueblo, si alguno de los ancianos tenía algún antecedente en el ámbito artístico. Ni rastro, estaban completamente limpios.
No resulta concebible que alguien no actúe de manera interesada y solapada. Solo el interés y el oportunismo resultan creíbles. Por eso el anciano provoca un descoloque monumental en todos cuantos tienen relación con él. Todo el mundo sin excepción quiere sacar tajada y no les cabe en la cabeza que él sea diferente por ser un hombre claro y sensato, que lo único que pretende es resolver el problema de su mujer. Hasta tal punto es así, que la complicación siempre surge debido a que se le suponen al anciano motivaciones ocultas y no muy limpias.
Este esperpento entretenidísimo, esa mirada ácida sobre la sociedad española que es la novela Alehop, se inserta en la tradición hispánica de la literatura satírica y paródica de la que son exponentes ilustres Quevedo, Cervantes, Valle Inclán y García Lorca. La degradación de la realidad, la caricatura de personajes comunes, la corrupción de los valores morales y cívicos con se llenan la boca algunos políticos y sus compañeros de viaje, como la solidaridad, la ayuda a las personas dependientes, el derecho a la intimidad y al honor, la libertad de expresión, la transparencia en el ejercicio del gobierno… todo termina siendo grotesco.
La parodia de las novelas o series policiacas, en las que aparecen policías gorilas, jueces sin escrúpulos y psiquiatras es una de las técnicas literarias empleadas por José Antonio Fortuny para construir su relato, en el que tampoco faltan otros ingredientes como la parodia de las sectas esotéricas y pseudo-religiosas cuyo fin es esquilmar a los incautos.
Y me dejo en el teclado muchas más cosas que podría comentar, pero entonces me alargaría demasiado y no quiero abusar de vuestro tiempo ni de vuestra paciencia, si me leéis. Alehop es una novela muy, muy recomendable. La diversión y la reflexión a partes iguales están aseguradas. Un estilo directo, ágil, ameno, unos diálogos bien construidos, combinados con el estilo indirecto libre, que nos muestra la interioridad de los personajes, hacen que la lectura de esta novela sea un placer.

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