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martes, 24 de julio de 2012

Irène Némirovsky: El vino de la soledad

Cuando ya se conoce un poco de la vida de Irène Némirovsky y se han leído algunas de sus obras, además de Suite francesa, uno se da cuenta de que esta brillante novelista escribió una y otra vez la misma historia. En otras palabras, tomó una y otra vez el mismo tema bajo distintos enfoques argumentales: la niña o la joven judía  de familia rica que no es querida por su madre y cuyo padre, dedicado siempre a los negocios, a ganar mucho dinero, está casi siempre fuera de casa, ausente del papel que debería desempeñar en la vida de su hija y en la familia.
Este y no otro es el tema que surge directa y descarnadamente de las circunstancias de la vida de Irène Némirovsky, tal como se expone en el prólogo de Myriam Anissimov a Suite francesa. Su padre, León Némirovsky, fue uno de los banqueros más ricos de Rusia. “Irène, confiada a los buenos cuidados de su aya, recibió las enseñanzas de excelentes preceptores. Como sus padres sentían escaso interés por su hogar, fue una niña extremadamente desdichada y solitaria. Su padre, a quien adoraba y admiraba, pasaba la mayor parte del tiempo ocupado en sus negocios, de viaje o jugándose fortunas en el casino. Su madre, que se hacía llamar Fanny (de nombre hebreo Faïga), la había traído al mundo con el mero propósito de complacer a su acaudalado esposo. Sin embargo, vivió el nacimiento de su hija como una primera señal del declive de su feminidad, y la abandonó a los cuidados de su nodriza. Fanny Némirovsky (Odessa, 1887-París, 1989) experimentaba una especie de aversión hacia su hija, que jamás recibió de ella el menor gesto de amor. Se pasaba las horas frente al espejo acechando la aparición de arrugas, maquillándose, recibiendo masajes, y el resto del tiempo fuera de casa, en busca de aventuras extraconyugales. Muy envanecida de su belleza, veía con horror cómo sus rasgos se marchitaban y la convertían en una mujer que pronto tendría que recurrir a gigolós. No obstante, para demostrarse que todavía era joven se negó a ver en Irène, ya adolescente, otra cosa que una niña, y durante mucho tiempo la obligó a vestirse y peinarse como una pequeña colegiala.
Irène, abandonada a su suerte durante las vacaciones de su aya, se refugió en la lectura, empezó a escribir y resistió la desesperación desarrollando a su vez un odio feroz contra su madre. Esta violencia, las relaciones contra natura entre madre e hija, ocupa un lugar capital en su obra.”
La venganza de Irène contra su madre se lleva a cabo en el campo de la literatura. El baile (1930) es el germen de El vino de la soledad (1935). En El baile, novela brevísma, que se lee en una hora, aparecen el tema y los motivos que se desarrollaran ampliamente en El vino de la soledad, cuyo argumento es como sigue:
Elena, una niña inteligente y sensible, sufre cruelmente la falta de atención y de cariño de su madre, Bella, que nunca tiene para ella una palabra amable, sino todo lo contrario, menosprecio y comentarios desabridos. La madre vive solo pendiente de sí misma, de sus caprichos y del vano deseo de una vida más emocionante que la que le brinda su familia. Boris Karol, el padre, quiere tiernamente a su hija, que le adora, pero es un hombre conformista y tolerante con respecto a su mujer, de quien está muy enamorado, y para no perderla hace la vista gorda con Max, amante de Bella. Elena es educada por Mademoiselle Rose, institutriz francesa, que la trata con cariño y benevolencia .
El padre de Elena cambia de trabajo y comienza una época de gran enriquecimiento, pero también de alejamiento de su familia. Boris Karol deja solas durante largas temporadas a su mujer, que disfruta libremente de la compañía de su amante, y a su hija, que sufre amargamente por la falta de cariño y comprensión de su madre.
Elena va incubando día a día la rabia y el resentimiento contra su madre y contra Max. Su mirada es la de una niña mucho más madura para su edad. El constante sufrimiento, la reflexión, la atenta vigilancia y observación de su madre y de Max la han hecho madurar y crecer por dentro mucho más rápidamente de lo habitual para su edad: es como una vieja escéptica en el cuerpo de una adolescente. Cuando pierde a Mademoiselle Rose siente que ya no tiene nada que perder y, consciente de que se está convirtiendo en una joven atractiva, planea su venganza contra su madre y contra Max.
El trasfondo en el que se desarrolla esta historia es la Europa de los primeros veinte años del siglo XX: la Primera Guerra Mundial, la Revolución de Octubre, la emigración de muchos judíos ricos desde Rusia hacia Francia, como fue el caso de la familia de Irène Némirovsky, el asentamiento definitivo en Francia… todo esto aparece mencionado sin entrar en detalles, pero de forma inequívoca. Es el contexto en el que se mueven la familia de la autora de la novela y los personajes de El vino de la soledad.
Además del asunto de la relación con la madre, aparece otro tema recurrente en la narrativa de Némirosky: el hombre de negocios judío que solo vive para ganar dinero, que se enriquece desmesuradamente, pero no disfruta realmente de la riqueza, pues toda su actividad y su energía están encaminadas hacia el negocio. La esposa, en cambio, disfruta y dilapida el dinero, que nunca es suficiente.
En la novelística de Irène Némirovsky la figura del hombre de negocios tiene a veces tintes trágicos, pues no es verdaderamente amado, sino simplemente soportado en tanto que proveedor de los recursos necesarios para llevar una vida de lujo y despilfarro. Así ocurre con Boris Karol, igual que con David Golder, personaje protagonista de la novela con la que Némirovsky se dio a conocer en Francia.
El hombre dominado por el afán de dinero y riquezas, cuyo logro acaba siendo su razón de ser aparece también en El maestro de almas. Esos personajes masculinos son también jugadores, capaces de ganar y perder rápidamente grandes sumas de dinero. Hombres ricos sujetos a reveses de fortuna no solo a causa de su afición al juego, sino por la repercusión de las circunstancias políticas y económicas de su época, que siempre aparecen entrevistas, dibujadas por la autora en rápidos apuntes perfectamente claros que sitúan al lector en el contexto.
El vino de la soledad es una novela intimista e introspectiva, pues todo está relatado o bien por Elena, la protagonista, o desde su punto de vista principalmente. Pero no es el único personaje cuya interioridad se nos revela. Bella, su madre, se nos muestra de forma descarnada, con toda su miseria y su debilidad, con una dureza de corazón que ya desde el principio aparta al lector de cualquier tipo de identificación con ella. Arrastrada y dominada por la pasión, por lo que ella llama amor, incapaz de amar a su hija, resulta un personaje patético. Max, su amante, un hombre débil e inseguro, cuya insustancialidad e inconsistencia moral le hacen ser duro y despectivo con Elena.
Para mí, lo más interesante de esta novela es lo que nos dice de su autora. A través de sus personajes podemos hacernos una idea cabal de la amargura que dominó su infancia y su adolescencia. La frialdad de su madre y la falta de cariño durante tantos años fueron una herida abierta en su corazón. La literatura le sirvió quizá de liberación y de catarsis.

2 comentarios:

  1. Excelente reseña Elisa que comparto. Desde que descubrí a esta autora, gracias a un artículo de Vargas Llosa sobre "Suite francesa", voy buscando sus libros y leyéndolos poquito a poco, para que no se me agoten pronto. Lo he terminado hace poco y en los próximos días incluiré mi comentario.
    Besos!!

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    Respuestas
    1. Gracias, Antonio, por tu amable comentario. Con Irène Némirovsky me ha pasado igual que a ti, desde que la descubrí voy leyendo poco a poco todas sus obras. Me parece una escritora extraordinaria.
      He visitado tu magnífico blog y en él he encontrado el texto de Vargas Llosa al que haces referencia, además de muchas reseñas interesantes.
      Mi más cordial saludo.

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