Tenía pendiente esta lectura, pues compré el libro hace
un par de años, cuando me puse a leer autores japoneses durante una temporada.
Eso era antes de empezar el blog. Leí casi todas obras de Yukio Mishima. Fue a
través de Mishima que supe de Yasunari Kawabata. Disfruté con la lectura de País de nieve, novela preciosa, que me animó
a leer esta que comentaré hoy y que es un clásico de la literatura japonesa
contemporánea. Yasunari Kawabata (1899-1972) recibió el premio Nobel
de Literatura en 1968. Fue el primer autor japonés en ser galardonado con este
premio.
La casa de las bellas durmientes es una novela corta que
sumerge al lector en una atmósfera extraña
y un tanto asfixiante. Eguchi, un hombre de sesenta y siete años, acude a una
especie de fonda, donde, previo pago, hombres ancianos pueden acostarse con
hermosas jóvenes profundamente dormidas.
Han sido narcotizadas para que pasen toda la noche sumidas en un sueño
profundo y no se enteren de nada de cuanto ocurre a su alrededor.
La novela se divide en cinco capítulos, que
corresponden a las cinco visitas que Eguchi realiza a la casa, donde es
recibido por una mujer que ejerce de patrona. La
mujer le conduce a la habitación, donde una hermosa joven duerme profundamente.
La casa tiene sus reglas, que no dejan de ser curiosas y ambiguas. No se puede
despertar a las jóvenes, pues ellas no deben saber con quién han pasado la noche y no deben
realizarse acciones inconvenientes. Eguchi encuentra cada noche junto a su cama
unas píldoras para dormir, que no son del mismo narcótico que se
administra a las jóvenes. Cada noche se acuesta con una chica distinta, excepto
la última, en que son dos.
El argumento es bien especial: ancianos que se meten en
la cama con bellas jovencitas a las que no pueden despertar. ¿Para qué? ¿Por
qué? Antes de empezar a leer la novela, supongo que es normal pensar que se
tratará de una obra un tanto escabrosa, y la imagen de un viejo en la cama con
una joven dormida que no despertará en toda la noche resulta bien poco
agradable. Nada de eso. Es un hermoso relato que nos va entregando su secreto poco a poco. Su final abierto nos conduce
inevitablemente hacia la reflexión. Es un final que no cierra una historia,
sino que abre interrogantes de esos que carecen de respuesta definitiva y clara, pues penetran en
el territorio cenagoso de lo humano, que nunca es de un color concreto, que nunca es
blanco o negro, ni totalmente definido.
La casa de las bellas durmientes se articula, en mi opinión, en torno a dos líneas temáticas formadas por dos parejas de conceptos opuestos: vejez-decadencia/juventud-belleza y dormir-inconsciencia/despertar-consciencia.
La casa de las bellas durmientes se articula, en mi opinión, en torno a dos líneas temáticas formadas por dos parejas de conceptos opuestos: vejez-decadencia/juventud-belleza y dormir-inconsciencia/despertar-consciencia.
El hecho de hallarse en una situación de íntima
proximidad con las bellas jóvenes
inconscientes le va provocando a Eguchi recuerdos del pasado y de su juventud, a modo de flashes. Con cada chica los recuerdos son distintos. La contemplación y el contacto con cada una de las bellas durmientes hace surgir en él recuerdos que afloran a la conciencia de repente, como si todo cuanto permanecía dormido en su interior despertara.
Las bellas durmientes son descritas en su sueño, en su
forma de dormir, en sus posturas, por el olor que desprenden. La única forma de
conocerlas en su individualidad es observando su cuerpo. Cada una de ellas es
descrita por Eguchi bajo su condición de durmiente.La comunicación que se establece entre Eguchi y ellas es la que surge de la vista, el tacto y el olfato, principalmente. Las jóvenes dormidas no son conscientes de las percepciones, sensaciones y recuerdos que provocan en él. Son en realidad un estímulo, pues no participan ni interactúan conscientemente.
La novela es una reflexión constante sobre la vejez,
sobre el temor y la desolación que causa la perspectiva de la decrepitud.
Eguchi no es el más anciano de cuantos visitan la casa de las bellas
durmientes, pero sabe con certeza que el camino que le queda por recorrer es el
de la decadencia física. Cada bella joven dormida hace surgir en Eguchi el
pensamiento de que es un viejo y piensa en lo que debe de suponer para
un viejo aún mayor que él yacer en la cama junto a una joven tan hermosa. Es como una
especie de vampirismo, como si los viejos sorbieran de las jóvenes la juventud y las
fuerzas
que les faltan.
El tema de la
vejez va unido, por contraste, al de la belleza. En este sentido, La casa de
les bellas durmientes es también una reflexión sobre la belleza y sobre el recuerdo de la belleza.
¿Qué se recuerda de lo bello que se ha vivido y de los momentos en que algo muy
hermoso ha calado tan hondamente en la memoria que los retazos que se recuerdan
evocan un todo?
La casa de les bellas durmientes es un hermoso texto, escrito con una prosa cuidada y bella, llena de sensibilidad por los
detalles y por la forma en que se generan los recuerdos en la mente de un ser
humano. Asistimos sin darnos cuenta al paso de lo vivido a lo recordado y sobre todo, a un momento de la vida del narrador, que es el propio
Eguchi. El final abierto, creo yo, hace pensar
que la vida no responde a esquemas narrativos y que toda persona lleva en sí, dormida, una carga hecha de vivencias y de recuerdos de cosas que pasaron y que quedaron aparentemente sumidas en el olvido.
En mi opinión, se trata de una novela que deja
en el lector un eco que impulsa a volver sobre el texto y saborear la bella
prosa de Yasunari Kawabata.
Aún no me he estrenado con la lectura japonesa, es algo que tengo pendiente y que afrontaré más pronto que tarde. Esta reseña tuya me deja con ganas de empezar por ahí.
ResponderEliminarBesos!!
Hace unas semanas me leí este libro y me llamó la atención.
ResponderEliminarAhora lo estoy analizando para un trabajo y sacándole jugo.
Comparto tu opinión acerca del mensaje de la obra; aunque a mi parecer, plasma una imagen de la vejez un poco despectiva, y la muerte como algo banal.
¡Un saludo! :)