¿Por qué Pedro
Salinas es el gran poeta del amor en la literatura española del siglo XX? El amor
es quizá el tema más trillado en la poesía, y seguramente lo seguirá siendo
mientras exista el ser humano sobre el planeta, pero ¿qué tienen los versos de
Salinas que son únicos, que llegan a cualquier lector y son a la vez de
altísimo nivel literario?
Ya comenté
en una entrada anterior la historia de amor entre el poeta y Katherine Whitmore
que motivó la composición de la trilogía formada por La voz a ti debida, Razón
de amor y Largo lamento. En estos tres poemarios, pero especialmente en La voz
a ti debida, se encierra toda una filosofía del amor, una metafísica de raíz
claramente platónica de la vivencia del sentirse enamorado y la consideración
de la mujer amada como un ser elevado e ideal. Un ser que se halla permanentemente en
la luz, y el poeta, rendido enamorado, en la sombra, o incluso es sombra.
Junto a esta
concepción idealizada del sentimiento amoroso, aparece la vivencia del amor como destino, como
algo que uno no elige, sino que se es elegido.
Ser tocado
por la gracia del amor, en el caso de Pedro Salinas, es penetrar en una nueva
dimensión en la que es posible vivir una vida más verdadera, más real que la
vivida hasta entonces. El encuentro con la persona amada, la que le elige, le
convierte en un ser especial y único.
Si un día
ese mágico hechizo del amor se rompe, si ella deja de quererle y se va,
entonces el poeta enamorado se volverá otra vez anodino e insulso, regresará a la sombra
y al no-ser. Y puede oírse el eco de aquella canción que dice: “Yo sin ti no soy nada…”
Que la
lectura de este bonito poema os reporte un grato momento y os anime, si aún no
la conocéis, a leer la obra La voz a ti debida. No os decepcionará.
Cuando tú me
elegiste
-el amor eligió-
salí del gran anónimo
de todos, de la nada.
Hasta entonces
nunca era yo más alto
que las sierras del mundo.
Nunca bajé más hondo
de las profundidades
máximas señaladas
en las cartas marinas.
Y mi alegría estaba
triste, como lo están
esos relojes chicos,
sin brazo en que ceñirse
y sin cuerda, parados.
Pero al decirme: “tú”
a mí, sí, a mí, entre todos-,
más alto ya que estrellas
o corales estuve.
Y mi gozo
se echó a rodar, prendido
a tu ser, en tu pulso.
Posesión tú me dabas
de mí, al dárteme tú.
Viví, vivo. ¿Hasta cuándo?
Sé que te volverás
atrás. Cuando te vayas
retornaré a ese sordo
mundo, sin diferencias,
del gramo, de la gota,
en el agua, en el peso.
Uno más seré yo
al tenerte de menos.
Y perderé mi nombre,
mi edad, mis señas, todo
perdido en mí, de mí.
Vuelto al osario inmenso
de los que no se han muerto
y ya no tienen nada
que morirse en la vida.
-el amor eligió-
salí del gran anónimo
de todos, de la nada.
Hasta entonces
nunca era yo más alto
que las sierras del mundo.
Nunca bajé más hondo
de las profundidades
máximas señaladas
en las cartas marinas.
Y mi alegría estaba
triste, como lo están
esos relojes chicos,
sin brazo en que ceñirse
y sin cuerda, parados.
Pero al decirme: “tú”
a mí, sí, a mí, entre todos-,
más alto ya que estrellas
o corales estuve.
Y mi gozo
se echó a rodar, prendido
a tu ser, en tu pulso.
Posesión tú me dabas
de mí, al dárteme tú.
Viví, vivo. ¿Hasta cuándo?
Sé que te volverás
atrás. Cuando te vayas
retornaré a ese sordo
mundo, sin diferencias,
del gramo, de la gota,
en el agua, en el peso.
Uno más seré yo
al tenerte de menos.
Y perderé mi nombre,
mi edad, mis señas, todo
perdido en mí, de mí.
Vuelto al osario inmenso
de los que no se han muerto
y ya no tienen nada
que morirse en la vida.
¡Hola Elisa!!!!
ResponderEliminarNo sabía que tenías este blog. El que yo conocía era "Madrigal" y he llegado aquí gracias al blog de María.
Me encanta leer y estoy segura que tus publicaciones me darán una perspectiva diferente de algunos autores. Me quedo contigo.
La poesía es magnífica y, tienes razón, me ha atrapado totalmente y eso que yo soy mucho más de narrativa.
Un beso