¿Por qué será que en la Ilíada y la Odisea encuentro siempre cosas que me gustan? No es que absolutamente todo en estas obras sea igual de interesante, pero en cada una, según el momento, siempre hay algo que me atrae y que luego se convierte para mí en inolvidable. Animada por el deseo de conocer un poco mejor estas dos obras, me leí este breve ensayo, que no me ha decepcionado.
El título, Homero, resulta un poco engañoso, pues de entrada parece que va a tratar sobre el autor de la Ilíada y la Odisea. Lo cierto es que trata de estos dos maravillosos poemas más que de su autor. Se divide en tres partes, la primera dedicada a la épica homérica, la segunda a la Ilíada y la tercera a la Odisea, más un prefacio y una conclusión. El propósito del autor es explicar y justificar la afirmación del pensador Mathew Arnold de que Homero es grande “por la noble y fecunda adecuación de sus ideas a la vida”. El ensayo me ha parecido ameno, didáctico, claro, bien documentado en tanto que apoya los principales puntos que trata en referencias claras a los textos o bien en citas textuales ilustrativas. Para una provechosa lectura de Homero conviene, además de haber leído los poemas, tenerlos a mano e irlos consultando a medida que Griffin va desarrollando su estudio y sus comentarios.
En el primer capítulo, ”La épica homérica”, el autor contextualiza la producción literaria de Homero. Así, la Ilíada y la Odisea cabe entenderlas en el marco común de la guerra de Troya. La Ilíada se centra en último año del asedio a la ciudad y la Odisea comienza diez años después del fin de la guerra, cuando los héroes griegos han regresado ya o bien han muerto en circunstancias diversas, excepto Ulises de quien nada se sabe.
¿De qué materiales se sirvió Homero, quienquiera que fuese, para la composición de estos dos grandes relatos? Según Jasper Griffin, por una parte está el sustrato histórico, avalado por los descubrimientos arqueológicos y por las investigaciones llevadas a cabo en el ámbito de Grecia y Asia Menor. Eso respondería a lo que podríamos llamar la ambientación: cultura, arquitectura, costumbres, indumentaria, armamento… Por otra, cabe destacar la amalgama de diversos elementos.
Sin duda pesaron las tradiciones, tanto de los pueblos indoeuropeos, -de donde proceden temas como el de la retirada de un héroe o el de la venganza, esenciales en la Ilíada- como de las antiguas civilizaciones del Este, con cuyas leyendas sobre divinidades mitológicas estaba familiarizado Homero. Las reuniones de dioses para debatir sobre acciones de los humanos y el destino de éstos derivan de la literatura mesopotámica y siria. La realidad histórica que constituye el trasfondo sobre el que se forjan los combates y enfrentamientos entre griegos y troyanos aparece diluida en una especie de edad heroica en que hombres, héroes y dioses mantenían una estrecha y peculiar relación. Aquí entra en juego el universo de leyendas mitológicas del mundo griego, único entre las mitologías: la proximidad, la convivencia, la trabazón entre lo divino y lo humano, la simbiosis entre la escala divina y la escala humana aportan un ingrediente que otorga un carácter distintivo a la literatura y al arte griegos. Y si en la Ilíada todo posee un marcado sello heroico, -no en vano es una obra bélica-, en la Odisea –relato de las aventuras de Ulises a lo largo del viaje de regreso a casa- encontramos elementos fantásticos, maravillosos y mágicos, como los feacios, los cíclopes o la maga Circe, procedentes también de ese inagotable fondo mitológico y legendario.
En tanto que obras literarias, Griffin nos recuerda que los poemas son el resultado final de una tradición oral en la que el estilo formulario como recurso mnemotécnico y compositivo era algo típico. Por otra parte, la Ilíada y la Odisea se distancian notablemente de la tradición épica anterior por una serie de peculiaridades entre las que Griffin destaca la extensión de los símiles, especialmente en la Ilíada. A través de las comparaciones se presentan animales, elementos de la naturaleza, conductas humanas, actividades agrícolas y oficios que de otra forma no tendrían cabida en el poema.
Los capítulos siguientes, centrados respectivamente en la Ilíada y en la Odisea, se dedican a explicar de forma clara y amena y a ilustrar con citas y referencias concretas diversos aspectos de los poemas: personajes humanos, héroes y divinidades, temas y motivos literarios, reacciones de los personajes en las situaciones en las que se ven envueltos. Griffin se extiende especialmente en lo tocante a la conducta, motivaciones y estrategias de los dioses en la Ilíada, y en la variedad de temas que aparecen en ambos poemas.
La conclusión, a mi modo de ver, peca de excesiva brevedad, aunque en su favor debo decir que recoge de forma clara y concisa la tesis que articula la obra: “El argumento de este libro ha sido probar que los poemas épicos son en efecto productos sofisticados que en ningún modo son simplemente relatos de aventuras arcaicos y semisalvajes, sino que transmiten ideas de profundidad e importancia perdurables; ni tampoco están alejados de nosotros en el tiempo ni en el espacio para que nos resulten ininteligibles.”
En mi opinión, Homero, como ensayo divulgativo, puede interesar a cualquier lector amante de los clásicos griegos o a cualquiera que desee introducirse un poco más en los entresijos de la Ilíada y de las aventuras de Odiseo.
En el primer capítulo, ”La épica homérica”, el autor contextualiza la producción literaria de Homero. Así, la Ilíada y la Odisea cabe entenderlas en el marco común de la guerra de Troya. La Ilíada se centra en último año del asedio a la ciudad y la Odisea comienza diez años después del fin de la guerra, cuando los héroes griegos han regresado ya o bien han muerto en circunstancias diversas, excepto Ulises de quien nada se sabe.
¿De qué materiales se sirvió Homero, quienquiera que fuese, para la composición de estos dos grandes relatos? Según Jasper Griffin, por una parte está el sustrato histórico, avalado por los descubrimientos arqueológicos y por las investigaciones llevadas a cabo en el ámbito de Grecia y Asia Menor. Eso respondería a lo que podríamos llamar la ambientación: cultura, arquitectura, costumbres, indumentaria, armamento… Por otra, cabe destacar la amalgama de diversos elementos.
Sin duda pesaron las tradiciones, tanto de los pueblos indoeuropeos, -de donde proceden temas como el de la retirada de un héroe o el de la venganza, esenciales en la Ilíada- como de las antiguas civilizaciones del Este, con cuyas leyendas sobre divinidades mitológicas estaba familiarizado Homero. Las reuniones de dioses para debatir sobre acciones de los humanos y el destino de éstos derivan de la literatura mesopotámica y siria. La realidad histórica que constituye el trasfondo sobre el que se forjan los combates y enfrentamientos entre griegos y troyanos aparece diluida en una especie de edad heroica en que hombres, héroes y dioses mantenían una estrecha y peculiar relación. Aquí entra en juego el universo de leyendas mitológicas del mundo griego, único entre las mitologías: la proximidad, la convivencia, la trabazón entre lo divino y lo humano, la simbiosis entre la escala divina y la escala humana aportan un ingrediente que otorga un carácter distintivo a la literatura y al arte griegos. Y si en la Ilíada todo posee un marcado sello heroico, -no en vano es una obra bélica-, en la Odisea –relato de las aventuras de Ulises a lo largo del viaje de regreso a casa- encontramos elementos fantásticos, maravillosos y mágicos, como los feacios, los cíclopes o la maga Circe, procedentes también de ese inagotable fondo mitológico y legendario.
En tanto que obras literarias, Griffin nos recuerda que los poemas son el resultado final de una tradición oral en la que el estilo formulario como recurso mnemotécnico y compositivo era algo típico. Por otra parte, la Ilíada y la Odisea se distancian notablemente de la tradición épica anterior por una serie de peculiaridades entre las que Griffin destaca la extensión de los símiles, especialmente en la Ilíada. A través de las comparaciones se presentan animales, elementos de la naturaleza, conductas humanas, actividades agrícolas y oficios que de otra forma no tendrían cabida en el poema.
Los capítulos siguientes, centrados respectivamente en la Ilíada y en la Odisea, se dedican a explicar de forma clara y amena y a ilustrar con citas y referencias concretas diversos aspectos de los poemas: personajes humanos, héroes y divinidades, temas y motivos literarios, reacciones de los personajes en las situaciones en las que se ven envueltos. Griffin se extiende especialmente en lo tocante a la conducta, motivaciones y estrategias de los dioses en la Ilíada, y en la variedad de temas que aparecen en ambos poemas.
La conclusión, a mi modo de ver, peca de excesiva brevedad, aunque en su favor debo decir que recoge de forma clara y concisa la tesis que articula la obra: “El argumento de este libro ha sido probar que los poemas épicos son en efecto productos sofisticados que en ningún modo son simplemente relatos de aventuras arcaicos y semisalvajes, sino que transmiten ideas de profundidad e importancia perdurables; ni tampoco están alejados de nosotros en el tiempo ni en el espacio para que nos resulten ininteligibles.”
En mi opinión, Homero, como ensayo divulgativo, puede interesar a cualquier lector amante de los clásicos griegos o a cualquiera que desee introducirse un poco más en los entresijos de la Ilíada y de las aventuras de Odiseo.
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