Los libros antiguos y de pequeño formato siempre despiertan mi curiosidad. Cuando los veo me entran ganas de tocarlos y hojearlos. A veces el nombre del autor y el título escritos en el lomo resultan ilegibles. Al abrirlos, me encuentro con sorpresas agradables, como si hallara un pequeño tesoro. Eso me ocurrió con el ensayo de Stefan Sweig titulado Casanova, que pertenece a una trilogía titulada Tres poetas de su vida, de 1928. Este pequeño volumen fue publicado por la Editorial Apolo, de Barcelona, en 1951.
No se trata de una biografía en sentido estricto, ni tampoco, a mi entender, de una biografía novelada, pues el acento no recae en los hechos de la vida de Casanova, sino que es un ensayo biográfico, una visión interpretativa de su personalidad fundamentada en las memorias de este interesante y famoso personaje. En 1928 Stefan Sweig se quejaba de la actuación de la casa editorial F. A. Brockhaus, propietaria del manuscrito original, que hasta la fecha nunca fue publicado en una edición íntegra y fidedigna. Así que los textos que sin duda manejó habían sufrido manipulaciones debidas a la censura. (A día de hoy, la editorial Atalanta ha publicado la edición crítica en español del texto íntegro de Historia de mi vida, de Giacomo Casanova en dos volúmenes. Mauro Armiño, el traductor, ha recibido el Premio Nacional a la mejor traducción 2010)
En Casanova Stefan Sweig se centra en la psicología del personaje. Se interesa más por cómo es el ser humano que por los hechos concretos y las fechas precisas de los acontecimientos de su vida. Es un análisis psicológico de un hombre que fue ciertamente un aventurero vocacional -no por necesidad como otros contemporáneos suyos-, que vivió intensamente teniendo como metas el placer y la libertad, sin ataduras de ningún tipo, disfrutando con la conquista amorosa, de la seducción, del juego, de la relación social, de la vida, en suma.
A lo largo de nueve capítulos Stefan Sweig va desglosando los variados aspectos del carácter y de la actitud ante la vida de Casanova, hombre adaptable, versátil, atrevido, siempre seguro de sí mismo. Su fama de seductor oscureció muchas veces su amplia cultura, su formación humanística y sus grandes dotes para muchas y muy diversas actividades a las que se dedicó de forma esporádica y circunstancial. Un hombre de gran inteligencia que prefirió no ser nada si no era ser libre. Ser algo suponía siempre ataduras y limitaciones.
“Su inteligencia es pronta y su memoria tan prodigiosa que, después de setenta años, recuerda las fisonomías, lo que ha oído y lo que ha leído. Todo eso le da el rango de casi un sabio, casi un filósofo y casi un caballero.
Sí, pero siempre hay un casi. Y eso es la marca distintiva y característica del talento de Casanova. [..] Como dilettante sabe de todo: sabe artes, sabe ciencias y sabe mucho, más de lo que pudiera creerse; pero siempre le falta un poquitín para ser algo completo, y es que carece de voluntad, de decisión, de paciencia. […] Nunca quiere hacer nada básico. Su naturaleza –naturaleza de actor, de comediante y de jugador- repele todo lo que sea algo serio, y su embriaguez de vida desprecia todo lo que pueda ser útil u honrado. Casanova no quiere ser nada, pues le basta con parecerlo.”
Stefan Sweig nos descubre un maestro en el arte de vivir y en el arte de amar:
“Un ser como él no necesita simular nada, no necesita adornarse ni meditar astucias en el arte de seducir: Casanova no necesita más que dejarse llevar por su deseo, por su pasión y ésta lo hace todo por él. Por eso sería inútil que los jóvenes quisieran aprender de este maestro el secreto de sus éxitos, en vano hojearían el maravilloso ars amandi que son sus Memorias: el arte de seducir no se aprende en los libros, como de nada sirve para convertirse en poeta el leer los mejores poemas. No es dado aprender nada de este maestro, pues no existe ninguna táctica, ningún truco especial de Casanova. Todo su secreto reside en la sinceridad de su deseo y en el modo de reaccionar su naturaleza pasional.”
Ser un Casanova, como ser un don Juan, es sinónimo de ser un seductor, aunque con notables diferencias. Lo que en Casanova es gusto por la mujer, por lo femenino, por el placer, en don Juan es desconfianza y afán por rebajar y destruir a las mujeres.
“Las mujeres que se entregan a Casanova, por el contrario, le recuerdan como a un dios y rememoran con placer su aventura, porque no solamente no han sido destrozados sus sentimientos, no solamente no las ha dañado en su feminidad, sino que ha hecho que se encontraran más a sí mismas. Don Juan enseña a las mujeres a odiar la unión carnal como humillación, envilecimiento, como momento infernal, como caída en el pecado; pero Casanova, como buen magister articum eroticarum, les hace reconocer en el goce sexual el verdadero sentido, el delicioso deber primordial de su naturaleza femenina.”
Casanova es el hombre que vive el presente, que lleva a la práctica absolutamente el carpe diem, pues su esplendor como seductor y aventurero declina con la edad. Para las conquistas amorosas, para la aventura y los viajes se necesita tener salud y fuerza física. Más allá de los cuarenta años es ya todo decadencia, las mujeres le van abandonando, su presencia en los salones ya no es bien acogida. En su vejez, enfermo, triste y amargado, amparado bajo el cargo de bibliotecario del conde de Waldstein, su protector, sólo revive poniendo por escrito su vida y sus recuerdos.
En esta obrita que a mí me ha parecido amenísima e interesante, Stefan Sweig nos expone con su habitual viveza de estilo, con gran riqueza de apreciaciones y matices el desarrollo, el esplendor y la decadencia de un extraordinario personaje, de un hombre cuya figura no ha hecho sino crecer con el paso del tiempo. Al acabar la lectura comprendemos la razón de tanta fama: era un hombre excepcional y como tal vivió una vida también excepcional. Sus memorias, a juicio de Stefan Sweig, constituyen una panorámica completísima de la vida en el siglo XVIII. Como biografía, contienen inexactitudes en beneficio del autor o de la anécdota, pero como texto literario alcanzan una altura inusual por el valor del texto narrativo y porque Casanova se revela como un escritor auténtico, que se expresa sin tapujos y sin concesiones a la moral.
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