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martes, 24 de junio de 2014

La mañana de San Juan en la lírica primitiva

La dimensión poética popular y tradicional de la mañana de San Juan, momento tocado por la magia estival, queda recogida en la poesía lírica primitiva castellana. 

La lírica tradicional es anónima y no aparece por escrito hasta finales del siglo XV o en el siglo XVI. En ella queda plasmado el mundo de la gente del pueblo. A través de estos poemas y canciones podemos entrever las costumbres, fiestas, creencias e inquietudes  -entre ellas las amorosas- del estamento inferior de la sociedad medieval. Canciones de romería, de siega, canciones de monja y de malmaridada, canciones relativas a la conquista y la seducción amorosa aparecen junto a otras que celebran la primavera, el mes de mayo y también la fiesta de San Juan, especialmente la mañana.

La mañana de San Juan es la mañana del amor, momento mágico y luminoso como pocos. Pero a veces, ¡ay!, no es felicidad exultante lo que expresa el poema, sino la pena por la partida del hombre amado, como estos villancicos que transcribo a continuación. El dolor de la mujer enamorada se expresa a través de la negación de todo cuanto se relaciona con el amor en esa precisa mañana en que la vida florece. 

 188*
Ya no me porné guirnalda
la mañana de San Juan,
pues mis amores se van.

Ya no me porné jazmines,
ni guirnalda de azucena;
pornéme crecida pena
por los bosques y jardines.
Aquestos serán mis fines,
como las gentes verán,
pues mis amores se van.

Traeré velo enlutado,
 y de amarillo el vestido
tejido con el olvido,
de mi recelo cercado;
el manto será el cuidado
 por vivir siempre en afán,
 pues mis amores se van.


250*
Que no cogeré yo verbena
 la mañana de San Juan ,
pues mis amores se van.

Que no cogeré yo claveles,
madreselva ni mirabeles,
sino penas tan crueles
cual jamás se cogerán,
pues mis amores se van.

La presencia de la naturaleza es una constante en los villancicos. Las imágenes o elementos tomados de la naturaleza no son un mero ornamento del poema, sino que están cargados de valores simbólicos cuyas raíces se hunden en un fondo común de la humanidad. La relación del amor con el mundo vegetal es un ejemplo de ello. Así, jardines, bosques, flores, frutos aparecen en los villancicos como símbolos del lugar de encuentro de los amantes, de la seducción, de los sentimientos o de la entrega amorosa.

Asimismo, todo cuanto se relaciona con el día de San Juan pertenece a esta misma tradición simbólica de contenido amoroso. La festividad de San Juan tiene lugar un poco después de producirse el solsticio de verano. De hecho, esta festividad conmemora en el mundo cristiano este fenómeno natural a través de cultos solares paganos que se han perpetuado hasta  nuestros días, pasados por el filtro de la Iglesia, que seguramente prefirió concederles un lugar en el santoral antes que empecinarse en erradicarlos.

 * El lector interesado puede encontrar estos poemas en la obra de Dámaso Alonso y José Manuel Blecua Antología de la poesía española. Lírica de tipo tradicional. Editorial Gredos. Madrid: 1978



domingo, 22 de junio de 2014

John Banville: El mar

La noticia de la concesión del Premio Príncipe de Asturias de las Letras 2014 a John Banville (Wexford, Irlanda 1945), autor del que nada había leído, me llevó a indagar acerca de su obra literaria y despertó en mí el deseo de leer alguna de sus novelas. John Banville es autor de El intocable (1997),  Eclipse (2000), El mar (2005), galardonada con el Premio Booker, Antigua luz (2012) y de la trilogía compuesta por Kepler (1981), La carta de Newton (1982) y Copérnico (1984). Como Benjamin Black, su otro yo, cultiva la novela negra desde 2007. Títulos importantes son El secreto de Christine, su primera novela de este género, Venganza (2013) o La rubia de ojos negros (2014).

Empecé con El mar, magnífica novela que no defraudó mis expectativas, sino todo lo contrario: me dejó con ganas de releer y de conocer más obras suyas. El argumento de El mar es más o menos así: después de la muerte de su esposa Anna, el historiador de arte Max Morden se retira a escribir al pueblo costero en el que de niño veraneó junto a sus padres y se instala en la casa donde conoció a la familia Grace, cuyos miembros le fascinaron de inmediato. Los recuerdos del pasado se van convirtiendo en una reflexión acerca de sí mismo y de los momentos esenciales de su vida: “El pasado late en mi interior como un segundo corazón”, dice el narrador.

La novela sigue el curso de la memoria. El narrador rememora el pasado desde su presente de soledad y dolor tras el fallecimiento de Anna. Presente y pasado se entrelazan y se alternan en un constante vaivén. Los recuerdos surgen desde el momento en que vuelve a lo que fue el ambiente y el entorno de los veraneos de su infancia. Regresa a Los Cedros, la casa donde pasaron el verano los Grace –Carlo y Connie, los padres, Chloe y Myles, los dos hijos gemelos, y Rose- cuando él tenía once años.

El mar es una novela cuya forma resulta ser esencial en relación con los temas que encierra y que se van desplegando al hilo del recuerdo. El contraste, como recurso apenas perceptible,  marca el despliegue de la memoria y de sus reflexiones. Las diferencias entre la familia de Morden  y la de los Grace van aflorando a través del relato de la experiencia que supuso para el niño entrar en contacto con gente que llevaba un estilo de vida totalmente distinto de la vida de familia que él conocía.

Mis padres no conocían al señor y la señora Grace, ni los conocerían. La gente de una casa como es debido no se mezclaba con los que vivían en los chalets, y tampoco se esperaba que nosotros nos mezcláramos. Nosotros no bebíamos ginebra, ni teníamos invitados los fines de semana, ni dejábamos despreocupadamente guías turísticas de Francia a la vista en los asientos traseros de nuestros coches: en el Prado, pocos eran los que tenían coche. La estructura social de nuestro mundo veraniego era tan fija e imposible de escalar como un zigurat.”

Van surgiendo temas como el abandono definitivo de la infancia, el primer amor, la amistad, la fascinación del niño por la mujer madura, el descubrimiento del erotismo….

Por otra parte, su matrimonio, los recuerdos de su vida con Anna y la hija de ambos, la vida que llevaban, su relación, en suma, se van entretejiendo con la rememoración de los Grace. Si con los Grace Max Morden intuye lo que quería ser de niño, con Anna podrá tratar de llevar a cabo lo que quería ser de adulto, podrá intentar la realización de una imagen de sí mismo proyectada en su mente:

Ya he dicho en otra parte –ahora no tengo tiempo para ir a mirar dónde, atrapado como estoy de repente en las redes de este pensamiento- que lo que encontré en Anna desde el principio fue una manera de realizar la fantasía de mí mismo.”

Una imagen siempre ideal, casi conseguida, a no ser por la brutal irrupción de la enfermedad de Anna y la muerte de esta, que le deja sumido en la pena y la desorientación.

¿Por qué regresa a Los Cedros? ¿Por qué motivo para calmar su dolor, tratar de centrarse y encontrar su nuevo lugar en el mundo vuelve a la casa donde conoció a quienes designa como “los dioses”, seres aparte de lo que era el universo cerrado y triste de su infancia, seres de otro mundo? Pues a raíz de un sueño, que le ilumina y  le abre la mente acerca de lo que debe hacer después de enviudar. El sueño como forma de hallar la verdad o el camino acertado. El regreso a Los Cedros, a la casa que pertenece ya a otro contexto, le aportará vivencias y el encuentro con personajes conectados con su pasado. Si en Los Cedros comenzó para Morden la experiencia de la vida, en este mismo escenario vivirá la experiencia de una muerte simbólica:

Hay veces, y hoy en día ocurren cada vez más a menudo, en las que me parece que no sé nada, cuando todo lo que he hecho parece habérseme ido de la cabeza como un chaparrón, y por un momento me quedo presa de una consternación que me paraliza, esperando volver a recordarlo todo, aunque sin certeza ninguna de que vaya a ocurrir.

Todo ello con el mar como telón de fondo, como una presencia que articula los saltos del presente al pasado. Si algo es constante y permanente en esta novela es la visión y la sensación del mar, que ya desde un principio deviene símbolo que justifica el título y da sentido al argumento y a las reflexiones del protagonista. El mar abre y cierra el pequeño universo que contiene la novela haciendo honor a sus múltiples significados. Al llegar al final del relato se proyecta la luz sobre el inicio de la novela.

Si acaso algún lector albergara dudas acerca de la verosimilitud del final, que no desvelaré, por supuesto, que las descarte de inmediato. Estamos ante una obra literaria y la obra de arte sigue sus propias reglas, como universo completo que es. El final, por otra parte, revela la fuerza del símbolo, dotando a la obra de una innegable verdad poética.

Un lenguaje rico, conciso y evocador convierte la lectura de El mar en un auténtico placer, en una experiencia sensual que transporta al lector a otra dimensión más pura y auténtica. Viaje, por otra parte, que invita a la relectura para disfrutar un poco más y extraerle a la novela todo su sabor. He destacado en este comentario la forma de la novela y la simbología del mar, pero son tan solo dos de los enfoques posibles. El mar es una obra rica en referencias culturales acerca del arte, de la mitología, de la cultura griega, y seguramente se me escapan otras muchas. Eso es lo mejor, una obra que no se agota en una sola lectura y en un solo comentario.